jueves, 30 de agosto de 2012

PREDICACION SOBRE LA PARABOLA DE LA LEVADURA http://www.ivoox.com/parabola-levadura-rene-almada-audios-mp3_rf_1903993_1.html

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PREDICACION SOBRE LA PARABOLA DE LA LEVADURA

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miércoles, 2 de mayo de 2012

EL TROPEZADERO DE LA CRUZ.


 
LA GRAN MAYORÍA DE LOS CRISTIANOS PROFESOS CREEN EN LA MUERTE Y RESURRECCIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, RECONOCEN QUE ES EL HIJO DE DIOS, TAMBIÉN RECONOCEN SUS MILAGROS Y TODAS LAS SEÑALES QUE HIZO AL ESTAR EL EN LA TIERRA, PERO AL HABLARLES DE LA CRUZ Y DE QUE DEBEMOS ANDAR COMO EL ANDUVO, ES AHÍ DONDE TROPIEZAN. 

AL CALCULAR EL COSTO Y EMPEZAR A CONSTRUIR SU TORRE O AL VER AL EJERCITO CONTRARIO VENIR (Lc 14:25-33 ), PREFIEREN HACER CONCESIONES CON EL ENEMIGO Y ENTONCES SURGEN ARGUMENTOS COMO: NO ES LITERAL LO QUE JESÚS DIJO......., SI JESÚS DIJO ESO PERO LO QUE SIGNIFICA ES......, JESÚS DIJO ESO PERO PABLO DIJO........ETC, ETC.

EN LA ACTUALIDAD SE HAN AMONTONADO MAESTROS CONFORME A LAS CONCUPISCENCIAS DE CADA UNO FORMANDO DIFERENTES GRUPOS, EN LOS CUALES INTERPRETAN LA PALABRA DE MANERA QUE PUEDEN SALTARSE LOS MANDAMIENTOS DADOS POR NUESTRO SEÑOR PARA OBEDECER EN LA GRACIA. ASÍ QUIEREN ENTRAR AL CIELO Y OBTENER LA SALVACIÓN, POR UN CAMINO O PUERTA DISTINTOS A LA QUE NUESTRO SEÑOR NOS DEJO PARA QUE NOSOTROS SIGUIÉRAMOS SUS PISADAS.

De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños. Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía. Juan 10:1-6

LOS VERDADEROS DISCÍPULOS DE JESUCRISTO DISCIERNEN ESTAS FALSAS ENSEÑANZAS Y SE APARTAN DE ESTOS FALSOS MAESTROS, QUE ESTAN LLEVANDO A SUS SEGUIDORES A LA APOSTASÍA PROFETIZADA POR LA PALABRA PARA ESTOS ULTIMOS TIEMPOS.

Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra? 
Lc 18:8

LA VERDAD ES QUE PARA SER UN VERDADERO SEGUIDOR DE JESUCRISTO, ES NECESARIO LLEVAR LA CRUZ. LA CRUZ QUE NOS MATA TOTALMENTE, PARA DE ESA MANERA PODER VER EL REINO DE DIOS AHORA CON UNA NUEVA VIDA EN CRISTO.

LA PALABRA ES SUMAMENTE CLARA, OBSERVEMOS LO QUE NOS ORDENA:


LA CRUZ QUE TE LLEVA A LA MUERTE........PARA VIDA!!!

Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo: Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.  
Lc 13:23-24

El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.
Mt 10:37-39

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.     
Mt 16:24-25

Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo.    Gal 6:14

Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.         
Ap 12:11

Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.       
Mt 7:13-14

Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal.     
Fil 3:18-19

Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.     
Rom 8:17

Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Más si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas.     
1 Ped 2:20-21

Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.      
Gal 5:24

El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.                 
1 Juan 2.6

El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre.         
Hechos 9:15-16

Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.         
Gal 2:20

Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.    
Mr 10:21

al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.  
1 Ped 5:9-10

Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.  
Mt 5:39-42

Tanto, que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios, por vuestra paciencia y fe en todas vuestras persecuciones y tribulaciones que soportáis. Esto es demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis.  
2 Tes 1:4-5

A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte. 
Fil 3:10

y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.   
2 Cor 5:15

Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia.          Hebreos 5:8

Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece. En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
1 Juan 3:13, 16



Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad. La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión. Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia. 
1 Timoteo 2:9-15

Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado. Porque si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra.
1 Cor 11:5-6

Vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación.
1 Cor 14:34-35




Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado.        
1 Ped 4:12-14




Rene de Jesus Almada Almada 


BENDICIONES

jueves, 5 de abril de 2012

LA CONSTITUCION POLITICA DE ESTADO (CPE) DEL REINO DE DIOS


Cuando un pueblo de este mundo desea organizarse para su unidad, fortalecimiento y bienestar social, una de las opciones que tiene ese pueblo es la de establecerse sobre la base de una Constitución Política de Estado (CPE). En la misma, se escriben los fundamentos y reglas que gobernará a todas las personas que deseen ser miembros o ciudadanos del flamante estado. En lo general, esa CPE no se puede cambiar sino por un voto de mayoría absoluto de los pobladores del país. En resumen, la CPE de una nación es la base de la cual mana todo reglamento y orden. Se puede decir que la CPE es la piedra angular del estado.
 

Durante siglos, Dios con regularidad prometía a los judíos que vendría a un Rey Libertador. Y, el pueblo de Dios iba en expectativa, soñando del día futuro en el cual aquellos promesas se cumpliesen. En esa esperanza de un Salvador Venidero, vino a Juan el Bautista a la escena. Predica, bautiza y hace que indaga el pueblo, “¿Eres tú el que iba a venir...?”
“No soy yo,” responde Juan, “soy un simple preparador del camino”.


En medio de esa escena llega Jesús de Nazaret. También predica el mensaje de arrepentimiento. El pueblo ansioso está en alerta; ¿quizás sea éste El Prometido?  ¿Será que él es quién nos libere de la opresión romana?


La gente lo rodea para escuchar, una reunión multitudinaria, esperando con curiosidad cuál sería el mensaje de su Redentor.
Ésta fue la escena en el principio del quinto capítulo del Evangelio según Mateo.


Y, Jesús abrió su boca y comenzó su mensaje de liberación, diciendo: ―¡Basta ya de la opresión romana! ¡Afuera con los inmundos paganos!
¿Verdad? ¡Claro que no!


De hecho, lo que Jesús les enseñó a los que dieron oídos fue la Constitución Política de Estado del reino celestial. El tiempo se hubo cumplido, ya había llegado el inicio del reino esperado. Pero la enseñanza del Rey Venidero fue bastante extraño. El resultado fue un pueblo atónito por su doctrina.
Bueno, ¿cuál fue la doctrina que hiciera al pueblo quedar casi boquiabierto?

Comienza el capítulo 5 de San Mateo con Jesús y una multitud en expectación. Jesús mira a las gentes y dice en sí mismo, “¡Que tremenda oportunidad! Debo quedarme aquí con esta multitud para darles un caliente discurso político sobre mi pronto reinado.”
No...  “Viendo la multitud, subió al monte.”


Este “acto de tontería” tuvo que causar a algunos a confundirse. ¿Un político que da la espalda a una multitud anhelante?
Pero este Rey era de otra clase. Los que desean oírlo tiene que seguirlo, a pesar de que la senda es de cuesta arriba. ¿Tienes tú oídos para oír? Si deseas ser un discípulo de Jesucristo, has de seguirlo. ¡Subamos, pues, al monte, hoy y mañana! Los flojos no entrarán en el reino de él.


Ahora bien, ya que Jesús ha separado los serios de los meros inquisitivos, sí, va a pronunciar ahora su apasionada discurso político. Va a denunciar a los corruptos romanos. ¿Sí?
No. Otra vez los ansiosos oidores se confunden. El Rey se siente. Su discurso se pronunciará con calma. La verdad no se ve necesitada de ser fortalecida por palabras emotivas. No es que lo emocional sea erróneo en sí mismo, lo emocional es innecesario. El discurso se dará con franqueza y claridad. ¿Porqué nublar la verdad con el emocionalismo?


El Rey ha venido para liberar al mundo del opositor despotismo satánico. Por ser cabalmente superior en fuerza, no se le requiere amontonar militantes a su banda. Él mismo solo es capaz de botar al enemigo. Al Rey Conquistador los animados discursos políticos para conmover a la gente no le son necesarios. Así, con gran calma y quietud el Rey empieza a dictar la Constitución Política de Estado del reino celestial. Comienza con el aclarar de cuál clase de personas él busca para ser ciudadanos de la nueva nación santa.
Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos
Ante de todo, bienvenidos son los...¡pobres! Que vengan, porque son bienaventurados dice el Rey.


¿Los pobres? ¿Qué clase de reino será éste? Los políticos siempre van en busca de un espaldarazo de los ricos. Estos adinerados conllevan influencia y plata para apoyar el proyecto del aspirante político. Pero los pobres...¿qué tienen ellos para aportar la carrera al trono?


De hecho, los verdaderos pobrecitos eran los oyentes que no pudieran ver la naturaleza del reino. El reino de Jesús es un reino celestial, no mundanal. Este reino no amontonaba militantes para sostener al rey, sino el Rey iba en búsqueda de personas que estaban necesitados de sostén. Un reino muy raro, ¿verdad? El rey vino para dar, no para recibir. ¡Amén!


Posteriormente en su vida Jesús se pronunciaría sobre los ricos, señalando que a ellos la entrada al reino les sería difícil, a menos que no se despojan de lo acumulado. Y puesto que el desperdicio de lo atesorado les es siempre molestoso y demasío, la mayoría de ellos se aleja de Jesús y de su reino. ¿Se enojase Jesús con los ricos que dan la espada al reino? No, él se entristece, diciendo: ―¡Cuán dificultosamente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! (Lucas 18.24)


A los oyentes me imagino que les parecía extraño tal enseñanza. Pero por ser las primeras palabras de salir del Maestro en el discurso, servirían para curiosearles, pensando estos: ¿Acaso no escuchara yo bien?


Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación
Sin ofrecerles excusa para la “extraña” enseñanza, Jesús continúa explicándoles los requisitos para ser ciudadano del reino eterno. En esencia dice: ―¡Bienvenidos los llorones a mi reino!
Ahora sí, todos los discípulos prestaron oídos. ¡Este Rey sería de otra clase! Un rey que anda en búsqueda de...¿ llorones? ¿Un rey que les tiene preferidos a los que duelen? ¿a los minusválidos?
Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad
Sigue Jesús dándoles una comprometida: la tierra prometida será herenciado a los mansos.
Pobres, llorones...¿y ahora mansos? ¡Cuál reino será!


Todos sabemos las maniobras de los políticos, sea que sea su modelo político o económico. La tierra del país es el galardón de su fidelidad al partido. Sea unas hectáreas o sea mil hectáreas cuadrados, “al triunfador le pertenece el botín” según dice el refrán. Al más robusto y energético militante del partido se le regala la tierra más fértil y bonita.


Pero el reino de Jesús no es así. A los mansos, los que andan sin aires, ni intereses personales ni atropellar a nadie, se les heredará la tierra prometida a la descendencia de Abraham. En los reinos mundanales son los fuertes y los agresivos los que ganan espacios para sí. ¡Pero el reino celestial es distinto! Es más, la tierra prometida no es una tierra física que produce uvas, granados y higos, sino un lugar espiritual lleno de frutos tal como son el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre y la templanza (Gá. 5.22-23).


Recordándonos lo contado por los doce espías enviados ante la multitud que había pasado la mar roja, podemos decir con entusiasmo: “Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel; y este es el fruto de ella!” (Nú. 13.16 en adelante)


Lo triste es que la mayoría de los espías no creyeron que pudiesen vencer a los gigantes residentes. Ellos sólo se dieron cuenta de su propia fuerza, olvidándose del Dios Eterno. Lo mismo nos occurirá si nos ponemos los ojos en nosotros mismos. Pero por la fe podemos entrar y gozarnos de los frutos del Espíritu, porque eso es con exactitud lo que Jesús prometió herenciar a los mansos. Jesús sí cumple.


Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados
A los pobres, llorones y mansos, Jesús les suma otra clase de personas para su reino: los hambrientos y sedientos. Pero no los que buscan víveres para el estómago, sino los que desean sobre todo practicar la justicia en el corazón.


En los reinos mundanales, el clamado de siempre es el de recibir justicia. “Qué me devuelvan la casa que me fue quitado...”  “Qué encarcele al homicidio que mató a mi tío...” “Qué arreglan la carretera que pasa por aquí...” Todo egoísta, con el yo en el centro.
 

Los que van a lograr ciudadanía en el reino de Dios son los que anhelan de todo corazón a ser practicantes de la justicia social y moral. No importa que los demás sean injustos y corruptos, los hijos del reino tienen hambre y sed de repartir la justicia misericordiosa a los indigentes, no de recibir en sí mismo lo merecido. De hecho, ellos reconocen que si la justicia les alcanzara, la muerte eterno sería su condena.
 

Saciados serán los mansos, dijo Jesús, porque soy capaz de obsequiarles la fuerza para cumplirlo. ¿Pudiera cualquier político comprometerse a sus militantes donarles la fuerza interior para practicar la justicia diaria?
Los políticos del mundo, nunca; pero Jesús, ¡sí pudo!
 

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia
Continuando su discurso, Jesús constituyó que los misericordiosos son bienaventurados y bienvenidos a su reino. Otra vez la enseñanza del Maestro va en contra vía de la política normal. Los políticos de este mundo siempre vienen buscando militantes con voz fuerte y actitud combatiente. A la oposición, no le hay demuestras de debilidad ni misericordia: ¡Nunca, no, nunca! Al combate verbal― si no con palos y balas―denunciando y difamando, para ganar espacios en el país.
 

Pero el reino del cielo es distinto de los mundanos. Sí, hay denuncias de corrupción, pero comienzan los hijos del reino exponiendo lo corrupto que hay en sí mismos. A ellos les tiene más importancia lo negro que haya en sí que el negro que haya en su vecino. A sus vecinos, se les practican primero la misericordia y la paciencia. Y una vez que se denunciaran a sí mismos los ciudadanos del reino celestial, el Rey les baña en su propia sangre, la cual les da una purificación cabal. ¡Qué reino tan raro!
 

Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios
Aunque la limpieza y apariencia externa sí lleva relevancia alguna, Jesús luego pronuncia que la pureza interna sobresale. Los judíos de aquel entonces pusieron tanta hincapié en lo ritual, que muchos conceptuaron que lo exterior fue el comienzo y el punto final del relacionarse con el Creador. En la política mundana, también se esfuerzan para dar apariencias lucientes de inocencia y impoluto, para luego entrar a conferencias de puerta cerrada donde lo del corazón puede salir sin contagiar la imagen de pureza encarnada.
 

Los de limpio corazón no tienen como requisito la puerta cerrada para negociar. La transparencia no les amedrenta, sino les brinda oportunidad de auto-escrutinio. Un limpio corazón no quiere decir que la persona esté sin mancha en todo su actuar, sino que el propósito y la intención del corazón sí están rectos. Y a éstas personas se les promete Jesús que verán al Dios Invisible. ¿Ver lo invisible? ¡Sí, en el singular reino de Dios!

Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios
Pasando al próximo punto del Constitución de su reino, Jesús señala que los pacificadores hacen  soldados excelentes en el reino de Dios, tanto que no son denominados “soldados”, sino “hijos” de Dios mismo. Bueno, los soldados de Dios nunca ofrecen pactos de paz al pecado ni al padre de éste, pero sí mana de su alma olores de paz en su andar cotidiano. A sus vecinos, a sus parientes y hasta a sus enemigos humanos se les extiende la mano de paz.
 

Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos
Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.
Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros
¿Y si la mano pacificadora esté rehusado y se devuelve un golpazo en su lugar? Jesús promete entregar al reino celestial a los maltratados por la causa de la justicia. Los perseguidos y vituperados por Su causa sólo tienen que soportarlo todo en paciencia y perdón. En lugar de vengarse, los hijos del reino se regocijan. Sí, ese reino de Jesús se compone de personas excéntricas: ¡el centro de su vida ya no es el yo! Y por haberse redimido de la dictadura del yo, están libres para regocijarse en la tribulación que el enemigo los tira cotidianamente. Ésta es la libertad espiritual genuina que la Constitución Política de Estado les garantiza a los ciudadanos del reino celestial.

 De este modo Jesús fijo los primeros puntos de la Constitución Política del Estado del reino de Dios. Sé que el sermón del monte no fue dado en el sentido estricto de una Constitución Política de Estado. Sin embargo, sí es la ley fundamental del reinado de Jesús en el mundo.  Los primeros puntos del sermón tocan qué clase de personas puede ser ciudadanos en el reino. Posteriormente, Jesús señalará cuáles serían las leyes morales del reino y toca también otros asuntos como el modelo económico y el modelo político, qué sería la monarquía―Jesús solo está investido con el poder legislativo, ejecutivo y judicial.


¿Deseas tú cursar una petición de ciudadanía? Es un trámite sencillo: toma tu cruz y sigue Jesús al Calvario. Allí sólo has de colgarte en la cruz y morir con él a tu propia voluntad. Permite que él y él solo, sea Señor, Patrón y Capitán de tu vida.


Al cumplir lo requerido, él mismo entrará al corazón tuyo para botar afuera a Satanás, el pecado y el yo, purificando el templo que eres tú. Esparciendo por todos lados su sangre vivificadora, se sentará en el trono conquistado por amor, y se comenzará el reino de Dios...¡en ti!
¡Amen!  


― Miguel Atnip

BENDICIONES

jueves, 12 de enero de 2012

LA NUEVA Y LA ANTIGUA CRUZ






Sin anunciar y casi sin ser detectada, ha entrado en el círculo evangélico una cruz nueva en tiempos modernos. Se parece a la vieja cruz, pero no lo es; aunque las semejanzas son superficiales, las diferencias son fundamentales.

Mana de esa nueva cruz una nueva filosofía acerca de la vida cristiana, y de aquella filosofía procede una nueva técnica evangélica, con una nueva clase de reunión y de predicación. Ese evangelismo nuevo emplea el mismo lenguaje que el de antes, pero su contenido no es el mismo como tampoco lo es su énfasis.

La cruz vieja no tenía nada que ver con el mundo, para la orgullosa carne de Adán, significaba el fin del viaje. Ella ejecutaba la sentencia impuesta por la ley del Sinaí. En cambio, la cruz nueva no se opone a la raza humana; antes al contrario, es una compañera amistosa y, si es entendida correctamente, puede ser fuente de océanos de diversión y disfrute, ya que deja vivir a Adán sin interferencias. La motivación de su vida sigue sin cambios, y todavía vive para su propio placer, pero ahora le gusta cantar canciones evangélicas y mirar películas religiosas en lugar de las fiestas con sus canciones sugestivas y sus copas. Todavía se acentúa el placer, aunque se supone que ahora la diversión ha subido a un nivel más alto, al menos moral aunque no intelectualmente.

La cruz nueva fomenta un nuevo y totalmente distinto trato evangelístico. El evangelista no demanda la negación o la renuncia de la vida anterior antes de que uno pueda recibir vida nueva, predica no los contrastes, sino las similitudes; intenta sintonizar con el interés popular y el favor del público, mediante la demostración de que el cristianismo no contiene demandas desagradables, antes al contrario, ofrece lo mismo que el mundo ofrece pero en un nivel más alto. Cualquier cosa que el mundo desea y demanda en su condición enloquecida por el pecado, el evangelista demuestra que el evangelio lo ofrece, y el género religioso es mejor.

La cruz nueva no mata al pecador, sino que le vuelve a dirigir de nuevo en otra dirección. Le asesora y le prepara para vivir una vida más limpia y más alegre, y le salvaguarda el respeto hacia sí mismo, es decir, su "auto-imagen" o la "opinión de sí mismo". Al hombre lanzado y confiado le dice: "Ven y sé lanzado y confiado para Cristo". Al egoísta le dice: "Ven y jáctate en el Señor". Al que busca placeres le dice: "Ven y disfruta el placer de la comunión cristiana". El mensaje cristiano es aguado o desvirtuado para ajustarlo a lo que esté de moda en el mundo, y la finalidad es hacer el evangelio aceptable al público.

La filosofia que está detrás de esto puede ser sincera, pero su sinceridad no excusa su falsedad. Es falsa porque está ciega. No acaba de comprender en absoluto cuál es el significado de la cruz.

La cruz vieja es un símbolo de muerte. Ella representa el final brutal y violento de un ser humano. En los tiempos de los romanos, el hombre que tomaba su cruz para llevarla. ya se había despedido de sus amigos, no iba a volver, y no iba para que le renovasen o rehabilitasen la vida, sino que iba para que pusiesen punto final a ella. La cruz no claudicó, no modificó nada, no perdonó nada, sino que mató a todo el hombre por completo y eso con finalidad. No trataba de quedar bien con su víctima, sino que le dio fuerte y con crueldad, y cuando hubiera acabado su trabajo, ese hombre ya no estaría.

La raza de Adán está bajo sentencia de muerte. No se puede conmutar la sentencia y no hay escapatoria. Dios no puede aprobar ninguno de los frutos del pecado, por inocentes o hermosos que aparezcan ellos a los ojos de los hombres. Dios salva al individuo mediante su propia liquidación, porque después de terminado, Dios le levanta en vida nueva.

El evangelismo que traza paralelos amistosos entre los caminos de Dios y los de los hombres, es un evangelio falso en cuanto a la Biblia, y cruel a las almas de sus oyentes. La fe de Cristo no tiene paralelo con el mundo, porque cruza al mundo de manera perpendicular. Al venir a Cristo no subimos nuestra vida vieja a un nivel más alto, sino que la dejamos en la cruz. El grano de trigo debe caer en tierra y morir.

Nosotros, los que predicamos el evangelio no debemos considerarnos agentes de relaciones públicas, enviados para establecer buenas relaciones entre Cristo y el mundo. No debemos imaginarnos comisionados para hacer a Cristo aceptable a las grandes empresas, la prensa, el mundo del deporte o el mundo de la educación. No somos mandados para hacer diplomacia sino como profetas, y nuestro mensaje, no es otra cosa que un ultimátum.

Dios ofrece vida al hombre, pero no le ofrece una mejora de su vida vieja. La vida que El ofrece es vida que surge de la muerte. Es una vida que siempre está en el otro lado de la cruz. El que quisiera gozar de esa vida tiene que pasar bajo la vara. Tiene que repudiarse a sí mismo y ponerse de acuerdo con Dios en cuanto a la sentencia divina que le condena.

¿Qué significa eso para el individuo, el hombre bajo condenación que quisiera hallar vida en Cristo Jesús? ¿Cómo puede esa teología traducirse en vida para él? Simplemente, debe arrepentirse y creer. Debe abandonar sus pecados y negarse a sí mismo. ¡Que no oculte ni defienda ni excuse nada! Tampoco debe regatear con Dios, sino agachar la cabeza ante la vara de la ira divina y reconocer que es reo de muerte.

Habiendo hecho esto, ese hombre debe mirar con ojos de fe al Salvador; porque de Él vendrá vida, renacimiento, purificación y poder. La cruz que acabó con la vida terrenal de Jesús es la misma que ahora pone final a la vida del pecador; y el poder que resucitó a Cristo de entre los muertos, es el mismo que ahora levanta al pecador arrepentido y creyente para que tenga vida nueva junto con Cristo.

¿Nos atrevemos, pues, a jugar con la verdad cuando somos conocedores de que heredamos semejante legado de poder? ¿Intentaríamos cambiar con nuestros lápices las rayas del plano divino, el modelo que nos fue mostrado en el Monte? 
¡En ninguna manera! Prediquemos la vieja cruz, y conoceremos el viejo poder.
A. W. Tozer 

BENDICIONES

miércoles, 11 de enero de 2012

LLEVE SU CRUZ



¿Pensó usted alguna vez que tendría que llevar una cruz? No debe extrañarse de que tuviera que hacerlo, porque Cristo mismo lo hizo.

En la Biblia leemos que cuando Cristo iba para ser crucificado, le obligaron a llevar su cruz. Corriendo de su corona de espinas, la sangre manchó su cara. La carne de su espalda fue molida por los azotes de los soldados. Debilitado y en agonía, casi no pudo soportar esa pesada cruz.

A Cristo no le agradó llevar su cruz al Calvario, porque sabía que tendría que morir en ella. No obstante, lo hizo para salvarnos.

Tampoco nos es agradable a nosotros tomar nuestra cruz, pero lo tenemos que hacer para ser salvos.

Escuche, amigo. Oiga la voz de Jesús, fuerte como siempre: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a si mismo, y tome su cruz, y sígame”.



¿Qué significa tomar la cruz? 
La cruz es un instrumento de muerte. Cristo llevó su cruz y murió en ella. Al morir, dejó su cuerpo humano y resucitó con un cuerpo nuevo.

Nosotros encontramos nuestra cruz por primera vez cuando llegamos al pie de la cruz de Cristo. Allí nos damos cuenta de que nuestra voluntad cruza la de Dios. Al arrepentirnos y rendirnos a él, morimos con él a nuestros propios deseos carnales. Resucitamos con él a una vida nueva. Esto es lo que significa tomar la cruz.

¿Tomará usted esta cruz? ¿La llevará cada día? Llevar la cruz es crucificarnos cada vez que nuestra voluntad cruza la voluntad de Dios. Es seguir en el camino glorioso de Dios. Pero si sigue en el camino de placeres mundanos, no la lleva. Así la cruz será un testimonio contra usted en el juicio final. 



Los dos caminos 

En el camino glorioso Cristo nos perdona los pecados. En todo cuanto podemos, los hacemos rectos, pagando lo robado y corrigiendo las mentiras. Con su ayuda vencemos todo vicio. Seguimos fielmente las enseñanzas de la Biblia.

En ese camino, los amigos pecaminosos se burlarán de nosotros. Quizá sufriremos persecución a causa de la justicia. Pero sí, en el camino trazado por Jesús tenemos que llevar la cruz. Jesús lo afirmó así: “Si alguno quiere venir en pos de mí... tome su cruz cada día, y sígame”. Esto quiere decir que morimos a nuestra voluntad para hacer la voluntad de Dios. Es difícil, pero Cristo mismo nos acompaña en el camino y nos ayuda. El nos dirige por la Biblia. Nos fortalece por medio de los hermanos de una iglesia bíblica.

En el camino de placeres mundanos servimos al diablo. Los placeres mundanos nos amarran con lazos de malos hábitos. No llevamos la cruz, sino una carga de pecado y culpa. No podemos deshacernos de ésta sino solo por llevar la cruz.



¿Cuál camino escogerá?
La Biblia dice: “Hay camino que al hombre Te parece derecho; pero su fin es camino de muerte”. Seguir en el camino de placeres y pecado nos lleva al infierno eterno.

Tomar la cruz y seguir en el camino de Dios nos trae gozo y nos lleva al cielo.

Cristo llevó su cruz, y fue crucificado ahí para abrirnos el camino glorioso. Así él nos salva del pecado y del infierno. ¿Recibirá a Cristo? ¿Caminará en el camino de su voluntad? ¿Llevará su cruz?

Sólo así podrá entrar en la gloria con Él.

--Dallas Witmer

jueves, 5 de enero de 2012

LOS DOS REINOS


¿Por qué hablamos de “los dos reinos”? ¿Acaso no existen muchos reinos en este mundo?

La palabra reino significa: “Territorio sometido al gobierno de un rey” (Diccionario pequeño Larousse). En esto consiste la clave para entender el significado de los dos únicos reinos, cuyos territorios abarcan todos los demás reinos que existen.


Los territorios de los dos reinos

 

¡Ah, pero no hablamos aquí de ningún territorio geográfico! Los territorios aquí expuestos no se limitan por fronteras nacionales. Hablamos más bien de los dos territorios que existen dentro del marco humano de carne, espíritu, corazones y almas. Dentro de este marco se ejecutan la voluntad de los demonios, así como la de los ángeles de Dios. El territorio de “las tinieblas de este siglo” así como el de “las regiones celestes” (Efesios6.12) existen en este ámbito no sujeto a ninguna frontera nacional.

La Biblia dice en 1 Juan 5.19 que “el mundo entero está bajo el maligno”. Es decir, Satanás rige en el territorio compuesto por los corazones de todo ser humano que no ha sido trasladado al otro reino. Con razón Jesús llamó a Satanás “el príncipe de este mundo” (Juan 12.31). Y, además, el apóstol Pablo lo llamó “el dios de este siglo” (2 Corintios 4.4).

Antes del diluvio, en los días de Noé, Dios vio que “todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis6.5). Lo que Dios vio en ese tiempo es lo mismo que ve en la actualidad. Así es el corazón de todo ser humano, inclusive el tuyo y el mío, a menos que hayamos sido rescatados por el Hijo de Dios. De no experimentar ese rescate efectuado por Jesús, nuestro corazón forma parte del territorio de Satanás; no podemos negarlo. Sin embargo, veamos las buenas nuevas. Las mismas consisten en que para todos los que se han hastiado de ser reducidos a formar parte del territorio regido por ese rey malvado, Satanás, Colosenses 1.13 les dice que Dios el Padre les “ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”. Estas buenas nuevas me incluyen incluso a mí, pobre pecador que era, y espero que te incluyan a ti también. Todos los que hemos sido librados de formar parte del territorio de Satanás hemos llegado a formar parte del territorio de otro rey, el Rey Jesús.

Gracias, Señor, por tus provisiones, porque yo no quiero formar parte del territorio regido por Satanás. Gracias, gracias. ¡No puedo dejar de agradecerte!

 

 

El conflicto entre los dos reinos

 

Pero este no es el fin de la historia. Cuando nos trasladamos al reino de Dios, Satanás lucha para recobrar el territorio que perdió. Tú y yo tenemos parte en la lucha que se produce como resultado de esto. ¿No te has dado cuenta de los malos pensamientos que surgen en tu propio corazón? Yo sí. De esa lucha escribió el apóstol Pablo en 2 Corintios 10.3-5: “No militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.”

¡Qué bien estos versículos describen lo que pasa en mi corazón a diario! Fortalezas, argumentos, pensamientos... ¿Quién vencerá en esta batalla? Ahora mismo, una vez más, doy las gracias a Dios. Él vencerá, si yo se lo permito. Estos versículos hablan de destruir, derribar, llevar cautivo por medio del poder de Dios. Podemos permanecer en el reino de Dios sólo porque él es más poderoso que Satanás... mucho, muchísimo más poderoso. Gracias, Señor, por tu poder. ¡Gracias, gracias!


El Soberano sobre los dos reinos

 

Dios no sólo es más poderoso que Satanás; él reina inclusive sobre todo el reino de Satanás. A mí me da mucha confianza saber que Satanás tiene que operar bajo los límites que Dios le ha puesto. Dios “no [nos] dejará ser tentados más de lo que [podemos] resistir” (1 Corintios 10.13). Esto me anima. Me fortalece. Me da gozo en la lucha.

He aquí la oración de David a Jehová en 1 Crónicas 29.11: “Todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos.”

Gracias, Dios mío, porque no tengo que someterme a ningún soberano malvado. Gracias, Dios bueno, justo y misericordioso, que tú eres Soberano sobre todos los reinos, aun sobre el reino de Satanás. Gracias que puedo someterme a ti.


La gran sima entre los dos reinos

 

Al observar a la gente religiosa de hoy, se pudiera concluir que no hay mucha diferencia entre el reino de Dios y el de Satanás. Muchos religiosos ni se distinguen de las demás personas del mundo. Hablan de igual manera que lo hace el mundo. Se pelean de la misma manera que el mundo. Se visten iguales al mundo. Y fornican tal y como el mundo lo hace.

Pero el reino de Dios no es nada igual al reino de Satanás. Hay una gran separación entre los dos; hay una gran sima entre ellos. Esta gran sima se puede representar gráficamente al presentar el contenido de 2 Corintios 6.14-16 de la siguiente forma:

        El reino de Dios —— El reino de Satanás
        Justicia  —————  Injusticia
        Luz    ——————  Tinieblas
        Cristo —————— Belial
        Creyente————— Incrédulo
        Dios    —————— Ídolos

“Por lo cual,” dice el próximo versículo,”salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré”. Y Santiago 4.4 dice: “¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.” Gracias, Dios, que hay una gran diferencia entre tu reino y el de Satanás. No me interesan la inmoralidad, los pleitos, los adornos, los placeres sensuales. A mí me interesa ser parte de ese “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios.” Quiero anunciar “las virtudes de aquel que [me] llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2.9).


Los súbditos de los dos reinos

 

¿Cómo son los que pertenecen a los dos reinos? Ya conocemos a los que pertenecen al reino de Satanás, ¿verdad?, porque todos hemos pertenecido a ese reino. No obstante, 1 Juan 2.16 destaca tres cosas específicas por las cuales viven los súbditos del reino de Satanás:  
(1)“los deseos de la carne,  
(2) los deseos de los ojos, y  
(3) la vanagloria de la vida”.

¿Entiendes lo que significan estas tres cosas? Los deseos de la carne se refieren a la lujuria y la glotonería. Los deseos de los ojos se refieren a lo que atrae al ojo natural, como el deseo de colgar en el cuerpo lo que reluce. También incluye codiciar lo que nos gusta. La vanagloria de la vida habla de la ambición. Abarca la ambición de tener riquezas y la de lograr una posición de categoría, ya sea en la política, en la iglesia o lo que sea. Los súbditos del reino de Satanás son dominados por estas tres cosas.

La Biblia aclara que todos los gobiernos de este mundo, cada uno con su ejército militar, son súbditos del reino de Satanás. Apocalipsis 19 habla del día en que Jesús vendrá para regir a las naciones con vara de hierro. El versículo 19 dice: “Y vi (...) a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para pelear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército”.

Y, ¿cómo son los súbditos del reino de Dios? Tengo por delante las mismas palabras de Jesús y sus discípulos. He aquí nueve distintivos de los que andan en el reino de Dios:

1. Allí andan los niños. Acerca de los niños Jesús dijo: “De los tales es el reino de los cielos” (Mateo 19.14).

2.  Allí andan los que han nacido de nuevo. Jesús dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3.4).

3. Allí andan los que son como niños. Jesús dijo: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18.3).

4. Allí andan los humildes. Jesús dijo: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5.5).

5. Allí andan los perseguidos. Jesús dijo: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5.10).

6. Allí andan los obedientes. Jesús dijo: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7.21).

7. Allí andan muchos pobres. Jesús dijo: “De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos” (Mateo 19.24).

8. Allí andan los pacificadores. Jesús dijo: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos” (Juan 18.36).

9. Allí andan los lavados por la sangre del Señor. Pablo escribió: “No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados (...) por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6.9-11).

¿En qué reino terrenal se honra así a los humildes, los perseguidos y los pobres? ¡En ninguno! Al contrario, en los reinos de este mundo se le dan las posiciones de categoría a los que son fuertes, arrogantes y corruptos. Gracias, Dios, por los distintivos únicos de tu reino. Yo quiero ser humilde, obediente, pacífico, lavado por la sangre del Señor. Gracias que recibes a los pobres, porque yo no tengo riquezas. Gracias, ¡gracias!


El fin de los dos reinos

 

El reino de Dios terminará así como empezó... nunca jamás. No tuvo principio y no tendrá fin.

Y, ¿qué del reino de Satanás? Ese reino empezó con el orgullo de Satanás y terminará con su derrota y la de todos los que forman parte de su reino. “Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, (...) y seré semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo” (Isaías 14.13-15). “Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, (...) y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 20.10).

Todos los gobiernos de este mundo, por formar parte del reino de Satanás, serán vencidos por el Rey de reyes Jesucristo (véase Apocalipsis 11.15) y nunca más se levantarán para reinar. “Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” (Daniel 2.44).

¡Yo quiero ser parte de ese reino de Dios! No quiero afiliarme a los gobiernos de este mundo ni a las iglesias apóstatas, porque forman parte del reino de Satanás. No quiero contaminarme en ninguna forma con el reino de Satanás, porque yo pertenezco al reino de Dios.

Gracias, Dios, que tu reino un día consumirá a todos los demás. Gracias que tu reino permanecerá para siempre. Gracias que tú me has tenido por digno de entrar en tu reino. Gracias, ¡gracias!

-Rodney Q. Mast