IGLESIA PRIMITIVA
ESCRITOS DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS
Por eso el bautismo, nuestro nuevo nacimiento… nos concede renacer a Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Ireneo (180 d.C.)
Ya no hay ahora posibilidad de eludir su ley, porque, en efecto, la ley del bautismo ha sido impuesta y su forma ha sido prescrita cuando se dice: “Vayan y enseñen a todo el mundo, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.” Esta ley se relaciona con aquella declaración: “Si uno no renaciera del agua y del Espíritu Santo no entrará en el reino de los cielos,” la cual somete la fe a la necesidad del bautismo. Por esto, desde entonces, todos los que creían eran bautizados. Tertuliano (197 d.C.)
En cuanto al bautismo, bauticen de esta manera: Después de haber enseñado los anteriores preceptos, bauticen en el agua viva, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Didaché (80-140 d.C.)
A quienes se convencen y aceptan por la fe que es verdad lo que nosotros enseñamos y decimos, y prometen ser capaces de vivir según ello, se les instruye a que oren y pidan con ayunos el perdón de Dios para sus pecados anteriores, y nosotros oramos y ayunamos juntamente con ellos. Luego los llevamos a un lugar donde haya agua, y por el mismo modo de regeneración con que nosotros fuimos regenerados, lo son también ellos: en efecto, se someten al baño por el agua, en el nombre del Padre de todas las cosas y Señor Dios, y en el de nuestro salvador Jesucristo y en el del Espíritu Santo. Porque Cristo dijo: “Si no volvieren a nacer, no entrarán en el reino de los cielos,” y es evidente para todos que no es posible volver a entrar en el seno de nuestras madres una vez nacidos. Y también está dicho en el profeta Isaías el modo como podían librarse de los pecados aquellos que habiendo pecado se arrepintieran: “Lávense, vuélvanse limpios, quiten las maldades de sus almas, aprendan a hacer el bien.” Justino Mártir (160 d.C.)
El bautismo prepara el camino para el Espíritu Santo, que ha de venir, con la expulsión del pecado que la fe obtiene por gracia con el sello impuesto en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Tertuliano (197 d.C.)
Por eso el bautismo, nuestro nuevo nacimiento, tiene lugar por estos tres artículos, y nos concede renacer a Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Verbo, esto es, al Hijo, que es quien los acoge y los presenta al Padre, y el Padre les regala la incorruptibilidad. Sin el Espíritu Santo es pues imposible ver el Verbo de Dios y sin el Hijo nadie puede acercarse al Padre, porque el Hijo es el conocimiento del padre y el conocimiento del Hijo se obtiene por medio del Espíritu Santo. Pero el Hijo, según la bondad del Padre, dispensa como ministro al Espíritu Santo a quien quiere y como el Padre quiere. Ireneo (180 d.C.)
Jesús les ordenó a bautizar en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; no en un Dios unipersonal. Tertuliano (213 d.C.)
Jesucristo mientras vivía en la tierra declaraba lo que él era, lo que había sido, cuál era la voluntad del Padre que él ejecutaba, qué deberes prescribía al hombre; y todo esto, ya abiertamente al pueblo, ya a sus discípulos aparte, de entre los cuales había escogido a doce principales para tenerlos junto a sí,
destinados a ser los maestros de las naciones. Y así, habiendo hecho defección uno de ellos, cuando después de su resurrección partía hacia el Padre mandó a los once restantes que partieran y enseñaran a las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Tertuliano (213 d.C.)
Ahora, para que no sigamos siendo hijos de la necesidad y de la ignorancia, sino de la libertad y del conocimiento, para obtener el perdón de nuestros anteriores pecados, se pronuncia en el agua sobre el que ha elegido regenerarse, y se arrepiente de sus pecados, el nombre de Dios, Padre y Soberano del universo, y este solo nombre se invoca por aquellos que conducen al baño a quien ha de ser lavado. Porque nadie es capaz de poner nombre al Dios inefable; y si alguno se atreviera a decir que ese nombre existe, sufriría la más incurable locura. Este baño se llama iluminación (2Co 4,4-6), para dar a entender que son iluminados los que aprenden estas cosas. El que es iluminado es lavado también en el nombre de Jesucristo, que fue crucificado bajo Poncio Pilato, y en el nombre del Espíritu Santo (Mt 28,19; Hch 1,5; 11,16), que por los profetas nos anunció de antemano todo lo referente a Jesús.
En lo referente a los tres artículos de nuestro bautismo, el error motivó muchas digresiones lejanas de la verdad. Porque o desprecian al Padre, o no acogen al Hijo hablando en contra de la economía de la encarnación, o rechazan al Espíritu, es decir, desechan la profecía. Debemos defendernos de esta clase de personas, evitar sus caminos si de verdad queremos agradar a Dios y obtener la salvación. Ireneo (180 d. C.)
En primer lugar la fe nos invita insistentemente a recordar que hemos recibido el bautismo para el perdón de los pecados en el nombre de Dios Padre y en el nombre de Jesucristo, Hijo de Dios encarnado, muerto y resucitado, y en el Espíritu Santo de Dios; que el bautismo es el sello de la vida eterna, el nuevo nacimiento de Dios, de tal modo que no seamos ya más hijos de los hombres mortales, sino de Dios eterno e indefectible. Ireneo (180 d.C.)
Por eso el bautismo, nuestro nuevo nacimiento… nos concede renacer a Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Ireneo (180 d.C.)
Ya no hay ahora posibilidad de eludir su ley, porque, en efecto, la ley del bautismo ha sido impuesta y su forma ha sido prescrita cuando se dice: “Vayan y enseñen a todo el mundo, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.” Esta ley se relaciona con aquella declaración: “Si uno no renaciera del agua y del Espíritu Santo no entrará en el reino de los cielos,” la cual somete la fe a la necesidad del bautismo. Por esto, desde entonces, todos los que creían eran bautizados. Tertuliano (197 d.C.)
En cuanto al bautismo, bauticen de esta manera: Después de haber enseñado los anteriores preceptos, bauticen en el agua viva, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Didaché (80-140 d.C.)
A quienes se convencen y aceptan por la fe que es verdad lo que nosotros enseñamos y decimos, y prometen ser capaces de vivir según ello, se les instruye a que oren y pidan con ayunos el perdón de Dios para sus pecados anteriores, y nosotros oramos y ayunamos juntamente con ellos. Luego los llevamos a un lugar donde haya agua, y por el mismo modo de regeneración con que nosotros fuimos regenerados, lo son también ellos: en efecto, se someten al baño por el agua, en el nombre del Padre de todas las cosas y Señor Dios, y en el de nuestro salvador Jesucristo y en el del Espíritu Santo. Porque Cristo dijo: “Si no volvieren a nacer, no entrarán en el reino de los cielos,” y es evidente para todos que no es posible volver a entrar en el seno de nuestras madres una vez nacidos. Y también está dicho en el profeta Isaías el modo como podían librarse de los pecados aquellos que habiendo pecado se arrepintieran: “Lávense, vuélvanse limpios, quiten las maldades de sus almas, aprendan a hacer el bien.” Justino Mártir (160 d.C.)
El bautismo prepara el camino para el Espíritu Santo, que ha de venir, con la expulsión del pecado que la fe obtiene por gracia con el sello impuesto en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Tertuliano (197 d.C.)
Por eso el bautismo, nuestro nuevo nacimiento, tiene lugar por estos tres artículos, y nos concede renacer a Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Verbo, esto es, al Hijo, que es quien los acoge y los presenta al Padre, y el Padre les regala la incorruptibilidad. Sin el Espíritu Santo es pues imposible ver el Verbo de Dios y sin el Hijo nadie puede acercarse al Padre, porque el Hijo es el conocimiento del padre y el conocimiento del Hijo se obtiene por medio del Espíritu Santo. Pero el Hijo, según la bondad del Padre, dispensa como ministro al Espíritu Santo a quien quiere y como el Padre quiere. Ireneo (180 d.C.)
Jesús les ordenó a bautizar en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; no en un Dios unipersonal. Tertuliano (213 d.C.)
Jesucristo mientras vivía en la tierra declaraba lo que él era, lo que había sido, cuál era la voluntad del Padre que él ejecutaba, qué deberes prescribía al hombre; y todo esto, ya abiertamente al pueblo, ya a sus discípulos aparte, de entre los cuales había escogido a doce principales para tenerlos junto a sí,
destinados a ser los maestros de las naciones. Y así, habiendo hecho defección uno de ellos, cuando después de su resurrección partía hacia el Padre mandó a los once restantes que partieran y enseñaran a las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Tertuliano (213 d.C.)
JUSTINO MARTIR (160 d.C.)
BENDICIONES
FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com
AMEN! GLORIA A YHWH ELOHIM!
ResponderEliminarJesús les ordenó a bautizar en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; no en un Dios unipersonal. Tertuliano (213 d.C.)
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