IGLESIA PRIMITIVA
ESCRITOS DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS
La enseñanza es esta: Bendigan a los que les maldicen, oren por sus enemigos, ayunen por los que les persiguen. Si aman a los que les aman, ¿qué gratitud merecerán? Lo mismo hacen los paganos. Al contrario, amen a los que los odian, y no tendrán ya enemigos. Absténganse de los deseos carnales y mundanos. Si alguien te abofeteare en la mejilla derecha, vuélvele también la otra, y entonces serás perfecto. Si alguien te pidiere que le acompañes una milla, ve con él dos. Si alguien quisiere tomar tu capa, déjale también la túnica. Si alguno se apropia de algo que te pertenezca, no se lo vuelvas a pedir, porque no puedes hacerlo. Didaché (80-140 d.C.)
Mostremos que somos sus hermanos con nuestra mansedumbre; pero seamos celosos en ser imitadores del Señor, animándonos unos a otros para lograr ser el que sufre la mayor injusticia, el que es más defraudado, el que es más destituido, para que no quede ni una brizna del diablo entre ustedes, sino que en toda pureza y templanza permanezcan en Jesucristo con su carne y con su espíritu. Ignacio (105 d.C.)
Desde Siria hasta Roma he venido luchando con las fieras, por tierra y por mar, de día y de noche, viniendo atado entre diez leopardos, o sea, una compañía de soldados, los cuales, cuanto más amablemente se les trata, peor se comportan. Sin embargo, con sus maltratos llego a ser de modo más completo un discípulo; pese a todo, no por ello soy justificado. Ignacio (105 d.C.)
(Una descripción de los cristianos) Aman a todos los hombres, y son perseguidos por todos. No se hace caso de ellos, y, pese a todo, se les condena. Se les da muerte, y aun así están revestidos de vida… Se habla mal de ellos, y aún así son reivindicados. Son escarnecidos, y ellos bendicen; son insultados, y ellos respetan. Al hacer lo bueno son castigados como malhechores. Epístola a Diogneto (125-200 d.C.)
No devolviendo mal por mal o burlas por burlas, o golpe por golpe, o maldición por maldición; sino recordando las palabras que dijo el Señor cuando enseñó: No juzguen, para que no sean juzgados. Perdonen, y serán perdonados. Tengan misericordia, para que puedan recibir misericordia. Con la medida que miden, se les medirá a ustedes; y también: Bienaventurados los pobres y los que son perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de Dios. Policarpo (135 d.C.)
Los que nos odiábamos y matábamos, y no compartíamos el hogar con nadie de otra raza que la nuestra, por la diferencia de costumbres, ahora, después de la aparición de Cristo, vivimos juntos y rogamos por nuestros enemigos. Justino Mártir (160 d.C.)
Sus palabras sobre el ejercicio de la paciencia, y sobre el estar prontos a servir y ajenos a la ira, son éstas: a quien te golpee en una mejilla, preséntale la otra, y a quien quiera quitarte la túnica o el manto, no se lo impidas. Mas quienquiera que se irrite, es culpable del fuego. A quien te contrate para una milla, acompáñale dos. Brillen, pues, sus obras delante de los hombres, para que viéndolas admiren a su Padre que está en los cielos. No debemos, pues, ofrecer resistencia. Justino Mártir (160 d.C.)
Hemos aprendido a no devolver golpe por golpe ni tampoco a presentar demandas en contra de los que nos saquean y roban. No sólo eso, sino que a los que nos den en una mejilla, hemos aprendido a volverle la otra también. Atenágoras (175 d.C.)
Lo que no quieran que se les haga a ellos no lo hacen a otros. A los que los agravian, los exhortan y tratan de hacérselos amigos, ponen empeño en hacer bien a sus enemigos, son mansos y modestos. Atenágoras (175 d.C.)
Usando la enseñanza del Señor: según su palabra… No sólo prohibió odiar a los demás, sino que ordenó amar a los enemigos. No únicamente prohibió hablar mal del prójimo, sino que mandó no llamar al otro vacío o estúpido, bajo pena de caer en el fuego de la gehenna. No sólo enseñó a no golpear a otro, sino que, si alguien nos golpea, a presentarle la otra mejilla. No se limitó a disponer que no hemos de robar lo ajeno, sino también a no reclamarle al otro que nos ha quitado lo nuestro; y no únicamente prohibió hacer el mal o herir al prójimo, sino que mandó hacer el bien con generosidad a quienes nos tratan mal y orar por ellos para que se conviertan y se salven. No hemos de imitar, pues, a los otros en las ofensas, los deseos y el orgullo. Ireneo (180 d.C.)
Por eso el Señor… en vez de simplemente pagar el diezmo, ordenó repartir los bienes entre los pobres; no amar sólo al prójimo, sino también al enemigo; y no únicamente estar dispuestos a dar y compartir sino también a dar generosamente a aquellos que nos arrebatan nuestros bienes: “Si alguien te quita la túnica, dale también el manto; no le reclames al otro lo que te arrebata; y trata a los demás como quieres que ellos te traten.” De modo que no debemos entristecernos de mala gana cuando algo nos quitan, sino que lo demos voluntariamente, incluso que nos alegremos más dando al prójimo por gracia que cediendo a la necesidad: “Si alguien te obliga a caminar con él una milla, acompáñalo otras dos,” de manera que no lo sigas como un esclavo, sino que tomes la delantera como un hombre libre. De este modo te harás siempre útil en todo a tu prójimo, no mirando su malicia sino sólo tratando de ejercitar la bondad, para hacerse semejante al Padre, “el cual hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos” Ireneo (180 d.C.)
Mas si la ley de la libertad, es decir, la palabra de Dios que los apóstoles, saliendo de Jerusalén, anunciaron por toda la tierra, ha provocado tal transformación que las espadas y las lanzas se convierten en arados y en hoces que Él nos ha dado para segar el trigo (es decir que los ha cambiado en instrumentos pacíficos), y en lugar de aprender a guerrear, aquel que recibe un golpe pone la otra mejilla, entonces los profetas no han hablado de ningún otro, sino del que ha realizado estas cosas. Ireneo (180 d.C.)
El que se ha comprometido a seguir a Cristo, debe elegir una vida sencilla, sin necesidad de servidores, y vivir el día. Porque no somos educados para la guerra, sino para la paz. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
A los cristianos no les es permitido usar la violencia para corregir las faltas del pecado. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Pero es precisamente esta eficacia del amor entre nosotros (los cristianos) lo que nos atrae el odio de algunos que dicen: miren cómo se aman, mientras ellos se odian entre sí. Mira cómo están dispuestos a morir el uno por el otro, mientras ellos están dispuestos, más bien, a matarse unos a otros. El hecho de que nos llamemos hermanos lo toman como una infamia. Tertuliano (197 d.C.)
El cristiano no sabe ofender ni a sus propios enemigos. Tertuliano (197 d.C.)
¿Qué diferencia hay entre el provocador y el provocado? La única diferencia es que el primero fue el primero en hacer el mal, pero el último lo hizo después. Cada uno está condenado ante los ojos del Señor por herir a un hombre. Por cuanto Dios prohíbe y además condena toda maldad. Cuando se hace un mal, no se toma en cuenta el orden… El mandamiento es absoluto: no se paga mal por mal. Tertuliano (200 d.C.)
¿Cómo fue posible que la doctrina de paz del evangelio, la cual no les permite a los hombres vengarse ni siquiera de sus enemigos, prevaleciera en toda la tierra, a menos que a la llegada de Jesús hubiera sido introducido un espíritu más apacible? Orígenes (225 d.C.)
Jesucristo callaba cuando se proferían contra él falsos testimonios, y no respondía a sus acusadores, pues tenía la persuasión de que toda su vida y las obras que había hecho entre los judíos eran más poderosas para refutar los falsos testimonios que las palabras y que los discursos de defensa contra las acusaciones. Orígenes (225 d.C.)
¿Y qué decir de que no debes jurar, ni hablar mal, ni exigir lo que te han quitado; lo de ofrecer la otra mejilla después de recibir la bofetada; que debes perdonar a tu hermano que te ha ofendido no sólo setenta veces siete, sino todas las ofensas; que debes amar a tus enemigos, que debes rogar por los adversarios y perseguidores? ¿Podrías acaso sobrellevar todos estos preceptos si no fuera por la fortaleza de la paciencia? Cipriano (250 d.C.)
Cuando sufrimos semejantes cosas impías, no resistimos ni siquiera de palabra. Más bien, le dejamos la venganza a Dios. Lactancio (304-313 d.C.)
El cristiano no perjudica a nadie. Él no desea la propiedad de los demás. De hecho, él ni siquiera defiende la suya propia si se la quitan por medio de la violencia. Por cuanto él sabe cómo soportar pacientemente un mal hecho en su contra. Lactancio (304-313 d.C.)
No nos resistimos a los que nos lastiman, porque debemos ceder ante ellos. Lactancio (304-313 d.C.)
Si todos hemos nacido del primer hombre, creado por Dios, somos ciertamente consanguíneos, y por eso debe considerarse un gran crimen odiar al hombre, aunque en algún caso éste sea culpable. Dios nos ordena que no demos lugar a enemistades y odios, y que hagamos lo que esté de nuestra parte para que desaparezcan; es decir, que socorramos a nuestros enemigos cuando se encuentren en necesidad. Lactancio (304-313 d.C.)
Porque si todos hemos recibido la vida de un solo Dios, ¿qué somos sino hermanos?... Y ya que somos hermanos, Dios nos enseña a nunca hacer el mal a otro, sino sólo el bien, auxiliando a los oprimidos y abatidos, y dando comida a los hambrientos. Lactancio (304-313 d.C.)
LA AUTORIDAD MAXIMA: LA PALABRA DE DIOS
Mateo 5:38-41
No os venguéis ustedes mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.
Romanos 12:19
No seáis vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.
Romanos 12:21
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