martes, 2 de agosto de 2011

COMUNIDAD DE BIENES

 

COMUNIDAD DE BIENES


Compartirás todas las cosas con tu prójimo, y no dirás que las cosas son tuyas propias, pues si en las cosas celestiales son partícipes en común, ¡cuánto más en las cosas terrenales! Bernabé (70-130 d.C.) 

Comparte lo que tienes con tu hermano, y no digas que lo tuyo te pertenece, porque si las cosas inmortales les son comunes, ¿con cuánta mayor razón deberá ser lo perecedero? Didaché (80-140 d.C.) 

Los cristianos… celebran las comidas en común. Epístola a Diogneto (125-200 d.C.) 

Ahora pues, escúchenme y haya paz entre ustedes, y tengan consideración el uno al otro, y ayúdense el uno al otro, y no participen de lo creado por Dios a solas en la abundancia, sino también compartan con los que están en necesidad. Hermas (150 d.C.) 

Esperen el juicio que viene. Así pues, los que tienen más que suficiente, busquen a los hambrientos, en tanto que la torre (la iglesia) no está terminada; porque una vez que la torre haya sido terminada, desearán hacer bien y no hallarán oportunidad de hacerlo. Hermas (150 d.C.) 

Ahora nos hemos consagrado al Dios bueno e ingénito; los que amábamos por encima de todo el dinero y el beneficio de nuestros bienes, ahora, aun lo que tenemos lo ponemos en común, y de ello damos parte a todo el que está necesitado… los que nos odiábamos y matábamos, y no compartíamos el hogar con nadie de otra raza que la nuestra, por la diferencia de costumbres, ahora, después de la aparición de Cristo, vivimos juntos y rogamos por nuestros enemigos. Justino Mártir (160 d.C.) 

Por amor a otro el cristiano se hace pobre a sí mismo, para que no pase por alto ningún hermano que tenga necesidad. Comparte, especialmente si cree que él puede soportar la pobreza mejor que su hermano. También considera que el sufrir de otro es su propio sufrir. Y si sufre algo por haber compartido de su propia pobreza, no se queja. Clemente de Alejandría (195 d.C.) 

Dios dio a su propio Hijo a todos los hombres, sin excepción, y creó todas las cosas para todo el mundo. Por tanto, todas las cosas se deben compartir con todos y no deben los ricos apropiarse más de lo que es justo. Las palabras: ‘Poseo, y tengo abundancia, para poder disfrutar de mis posesiones’, no convienen ni para el individuo ni para la sociedad. El amor habla dignamente: ‘Tengo, para poder compartir con los que padecen necesidad’... Es monstruosidad que una persona viva en lujo, mientras otras viven en necesidad. Clemente de Alejandría (195 d.C.) 

Poseer, por una parte, lo suficiente y no angustiarse por tenerlo que buscar; y, por otra, socorrer a los que convenga. Porque, de no tener nadie nada, ¿qué comunión de bienes podría darse entre los hombres?... ¿Cómo dar de comer al hambriento, de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al desamparado, cosas por las que, de no hacerse, amenaza el Señor con el fuego eterno y las tinieblas exteriores, si cada uno empezara por carecer de todo eso? Clemente de Alejandría (195 d.C.) 

Los que compartimos nuestras mentes y nuestras vidas, los que no vacilamos en compartir todos nuestros bienes terrenales. Todas las cosas son comunes entre nosotros (los cristianos), excepto las mujeres: en esta sola cosa en que los demás practican tal compañía, nosotros renunciamos a toda compañía. Tertuliano (197 d.C.) 

Para mantener esta hermandad, Dios quiere que hagamos siempre el bien, nunca el mal. Y Él mismo nos enseña en qué consiste hacer el bien: ayudar a los humildes y desgraciados, dar de comer a los que no tienen alimento. Siendo piadoso, quiso que los hombres vivamos en sociedad y que veamos en cada persona nuestra misma naturaleza. No merecemos ser librados de los peligros si no socorremos a los demás; ni recibir auxilio si lo negamos nosotros. Lactancio (304-313 d.C.) 



LA AUTORIDAD MAXIMA: LA PALABRA DE DIOS




Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno.     
Hechos 2: 44-45


Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. 
Hechos 4:32

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