LOS GNÓSTICOS
Introducción
La primera herejía que la iglesia primitiva enfrentó fue el gnosticismo, la cual contaba con numerosos maestros y sectas, que sostenían una diversidad de enseñanzas. Sin embargo, hubo algunas enseñanzas básicas que todas las sectas gnósticas tenían en común. Entre éstas se halla la enseñanza de que los hombres y el mundo no fueron creados por el Padre de Jesús. Al contrario, fue el Demiurgo: un ángel malvado o una deidad inferior, quien los creó. Y, debido a las imperfecciones del Demiurgo, todas las cosas materiales (incluyendo la carne del hombre) son inherentemente imperfectas e incapaces de salvación.
Los gnósticos enseñaban que el Dios del Antiguo Testamento era severo y cruel; y éste era el Demiurgo. Algunos de ellos lo llamaron el “Dios justo,” en contraste al Padre de Jesús que era el “Dios bueno.” Compadeciéndose de la humanidad, el Dios perfecto que es el Padre de Jesús, envió a su Hijo para mostrar a los hombres el camino a la salvación. Y puesto que la carne es corrupta por naturaleza, el Hijo en realidad nunca llegó a ser hombre. Ciertos gnósticos llamados docetistas, enseñaron que el Hijo sólo había tomado la carne en apariencia o ilusión. Otros maestros gnósticos, afirmaban que hubo un hombre real llamado Jesús, cuyo cuerpo fue poseído y usado por el Hijo de Dios, que abandonó a Jesús en la crucifixión.
La mayoría de ellos rechazaron los sacramentos físicos, tales como el bautismo y la comunión, considerándolos ineficaces. También rechazaron la doctrina de la resurrección del cuerpo y el estado intermedio de los muertos. Los maestros gnósticos a menudo afirmaban que los apóstoles habían revelado secretamente sus enseñanzas a unos pocos seguidores íntimos. Sin este conocimiento revelado (gnosis), los hombres no pueden ser salvos.
Algunos grupos gnósticos enseñaron la existencia de numerosas divinidades inferiores y la mayoría de ellos creían en la existencia de deidades de sexo masculino y femenino. Ciertas sectas gnósticas practicaban un ascetismo estricto, como los encratitas; en cambio, otras, eran evidentemente libertinas, como los nicolaítas, los cainitas y los seguidores de Marco. Otras regían sus vidas en conformidad a la ley de los judíos, como los ebionitas.
Entre los principales maestros gnósticos del segundo siglo están: Cerinto, Basílides, Carpócrates y Valentín. Otro hereje líder del segundo siglo fue Marción, que también sostenía algunos de los principios básicos del gnosticismo.
Principios básicos del gnosticismo
Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobres cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia (gnosis), la cual profesando algunos se desviaron de la fe. 1 Timoteo 6:20-21
Que se desviaron de la verdad, diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de algunos. 2 Timoteo 2.18
Y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo. 1 Juan 4:3
Los incrédulos dicen que Él sufrió sólo en apariencia. Ignacio (105 d.C.)
¿De qué manera puede alguien ayudarme con elogios, si blasfema de mi Señor, no confesando que Él tenía un cuerpo? Ignacio (105 d.C.)
(Los gnósticos) se abstienen de la eucaristía y de la oración, porque ellos no aceptan que la eucaristía sea la carne de nuestro Salvador Jesucristo… Aquellos, por tanto, que hablan contra este don de Dios, peligran de muerte. Ignacio (105 d.C.)
(Los gnósticos) libremente blasfeman del Dios de Abraham… y afirman que no hay resurrección de muertos y, que las almas al morir son llevadas al cielo. A éstos, no los admitan como cristianos. Justino (160 d.C.)
Pero (los herejes), y a mi juicio con toda razón, no quieren enseñar abiertamente a todos, sino sólo a quienes pueden pagar bien por tales misterios. Pues estas cosas no se parecen a aquéllas de las que dijo el Señor: “Den gratis lo que gratis han recibido.” Ireneo (180 d.C)
Los hombres de esta clase (los gnósticos) han sido instigados por Satanás a negar el bautismo, lo cual es la regeneración de Dios. Ireneo (180 d.C.)
¿No es (la doctrina de los gnósticos), desde el principio y en todo lugar, un ataque contra la carne? Su doctrina va contra el origen de (la carne), su naturaleza, sus debilidades y contra el fin inalterable que le espera. Según ellos, (la carne) es impura desde su primera formación de las partes más bajas de la tierra… es indigna, débil; está cubierta de culpa, cargada de miseria y llena de molestias. Tertuliano (210 d.C.)
(Según los herejes) el bautismo no es necesario, pues basta la fe. Tertuliano (197 d.C.)
(Entre los herejes, las mujeres) se atreven a enseñar, disputar, echar fuera demonios, realizar sanidades, y tal vez aun bautizar. Tertuliano (197 d.C.)
Estos son sus argumentos, que siempre andan royendo como huesos: “Si Dios es bueno, y sabe lo que ha de suceder, y tiene poder para evitar el mal, ¿por qué toleró que el hombre, imagen y semejanza suya y aun de su misma sustancia en lo que al alma se refiere, fuese engañado por el diablo hasta el punto de que cayera en la muerte por no obedecer la ley? Porque si Dios es bueno, no podía desear que esto sucediera; si conoce el futuro, sabía que esto tenía que suceder; si tenía poder para ello, debía haberlo evitado. De esta suerte, dadas estas tres propiedades de la majestad divina, nunca debiera haber sucedido lo que era incompatible con ellas. Por el contrario, si realmente sucedió así, es evidente que no podemos creer que Dios sea bueno, ni conocedor del futuro ni todopoderoso.”… (Tertuliano responde:) El hombre fue hecho por Dios como ser libre, capaz de albedrío y decisión propia: precisamente es en esto donde más en particular se manifiesta que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios. Tertuliano (197 d.C.)
Contra Simón, Carpócrates y todos aquellos que
presumen de obrar milagros: no lo hacen por el poder de Dios, ni en verdad, ni actúan así para hacer el bien a los demás, sino para dañarlos induciéndolos a error, por medio de una magia ilusoria y un completo fraude, de modo que, en lugar de hacer el bien a quienes creen en sus seducciones, los perjudican. Ireneo (180 d.C.)
Según ellos, incluso la resurrección de los muertos no es sino el conocimiento de lo que ellos llaman la verdad. Ireneo (180 d.C.)
Ciertos hombres (los herejes) que sostienen ideas contrarias, malinterpretan estos pasajes. Ellos destruyen el libre albedrío por introducir (la idea) de una naturaleza pecaminosa e incapaz de salvación, mientras sostienen que otros pueden ser salvos, de tal forma que no pueden perder la salvación. Orígenes (248 d.C.)
El apóstol dio un golpe similar contra aquellos que afirman que “la resurrección ya se efectuó.” Tal opinión es declarada por los valentinianos. Tertuliano (197 d.C.)
Un Dios superior ha sido descubierto por Marción (un maestro hereje): ¡Uno que nunca se ofende ni se enoja, que nunca inflige castigos ni ha preparado un fuego en el Gehena, y que no requiere el crujir de dientes en las tinieblas de afuera! Este Dios es sencillamente ‘bueno.’ Prohíbe toda maledicencia, pero sólo en palabra. Él estará en ti, si estás dispuesto a rendirle homenaje… Porque este Dios no quiere tu temor. Tertuliano (207 d.C.)
(Para ser uno de ellos) tú tendrías que creer que Sofía tiene los sobrenombres de Tierra y Madre, ‘Madre Tierra’… e incluso de Espíritu Santo. De este modo, ellos han conferido todo el honor a esa mujer. Tertuliano (200 d.C.)
Ellos alegan que los primeros cuatro elementos fueron creados por la Madre. Dicen que estos cuatro elementos son: fuego, agua, tierra y aire. Hipólito (225 d.C.)
Ahora examinamos el pasaje: “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.” Los arrangement que nos critican dicen… que la salvación no depende de nosotros, sino de la disposición hecha por el que nos formó así como somos… Si ellos (los gnósticos) dicen que es una virtud desear los que es bueno y correr tras ello, tenemos que hacerles la pregunta: ¿Cómo puede una naturaleza pecaminosa desear cosas mejores? Sería como el árbol malo que da fruto bueno, ya que es un acto virtuoso desear cosas mejores. Orígenes (225 d.C.)
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