sábado, 27 de agosto de 2011

LOS HIJOS

LOS HIJOS



Instruyamos a nuestros jóvenes en la lección del temor de Dios... Que nuestros hijos sean participantes de la instrucción que es en Cristo; que aprendan que la humildad de corazón prevalece ante Dios, que el amor casto tiene poder ante Dios, que el temor de Dios es bueno y grande y salva a todos los que andan en él en pureza de corazón y santidad. Clemente de Roma (30-100 d.C.) 

No levantes tu mano de tu hijo o de tu hija, sino que, desde su juventud, les enseñarás el temor del Señor. Bernabé (70-130 d.C.) 

No dejes de la mano la educación de tu hijo o de tu hija: desde su infancia enséñales el temor de Dios. Didaché (80-140 d.C.) 

Con todo, no es por esto que Dios está enojado contigo, sino con miras a que puedas convenir a tu familia, que ha obrado mal contra el Señor y contra ustedes sus padres. Pero por apego a tus hijos tú no les amonestaste, sino que toleraste que se corrompieran de un modo espantoso. Por tanto, el Señor está enojado contigo. Pero Él quiere curar todos tus pecados pasados, que han sido cometidos en tu familia, porque a causa de sus pecados e iniquidades tú has sido corrompido por las cosas de este mundo. Pero la gran misericordia del Señor tuvo piedad de ti y de tu familia, y te confirmará, y te afianzará en su gloria. Sólo que no seas descuidado, sino que cobres ánimo y fortalezcas a tu familia. Porque como el herrero trabajando a martillazos triunfa en la tarea que quiere, así también el recto discurso repetido diariamente vence todo mal. No dejes, pues, de reprender a tus hijos; porque sé que si se arrepienten de todo corazón, serán inscritos en los libros de vida con los santos. Hermas (150 d.C.) 

Por tanto, no contraemos matrimonio sino para la procreación y educación de los hijos o, si renunciamos a él, vivimos en perpetua continencia. Justino Mártir (160 d.C.) 

Lo que los hombres suelen llamar educación paterna es transitoria; la educación divina, en cambio, permanece para siempre. Clemente de Alejandría (195 d.C.) 

La corrección y el castigo, como sus mismos nombres indican, son golpes que afectan al alma; reprimen los pecados y alejan la muerte, y conducen de nuevo a la moderación a quienes se han dejado llevar por la intemperancia. Clemente de Alejandría (195 d.C.) 

En una palabra, el Señor hace con nosotros lo que nosotros hacemos con nuestros hijos. “¿Tienes hijos? Edúcalos, recomienda la sabiduría, doblégalos desde su infancia. ¿Tienes hijas? Cuida de su cuerpo, y no les muestres un rostro complaciente” Y ciertamente, a nuestros hijos, niños y niñas, los queremos mucho, por encima de cualquier cosa. Clemente de Alejandría (195 d.C.) 

Algunos padres se han acercado a la prueba (del martirio) en nombre de toda su familia, protegiendo a sus esposas, hijos y a toda su familia en medio del peligro. Cipriano (250 d.C.) 

Siempre debemos poner nuestras manos sobre los jóvenes. Es decir, cuando ellos erren, deberíamos corregirlos con cuidadosos castigos. De otro modo, por el afecto inútil y el excesivo consentimiento, ellos estarán preparados para hacer el mal y nutridos para los vicios. Lactancio (304-313 d.C.) 


 LA AUTORIDAD MAXIMA: LA PALABRA DE DIOS



Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor. Efesios 6:4 

Pero es necesario que el obispo sea irreprensible… que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad. 1 Timoteo 3:2,4 

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