LA VIDA PRESENTE Y EL REINO CELESTIAL
Grande es la fe y el amor que habita en ustedes debido a la esperanza de vida. Bernabé (70-130 d.C.)
Aborrezcamos el extravío del tiempo presente, a fin de ser amados en el por venir. Bernabé (70-130 d.C.)
Los confines más alejados del universo no me servirán de nada, ni tampoco los reinos de este mundo. Es bueno para mí el morir por Jesucristo, más bien que reinar sobre los extremos más alejados de la tierra. Ignacio (105 d.C.)
Mis deseos personales han sido crucificados, y no hay fuego de anhelo material alguno en mí, sino sólo agua viva que habla dentro de mí, diciéndome: Ven al Padre. No tengo deleite en el alimento de la corrupción o en los deleites de esta vida. Ignacio (105 d.C.)
(Los cristianos) no tienen en consideración el mundo y desprecian la muerte. Epístola a Diogneto (125-200 d.C.)
(Una descripción de los cristianos) Su existencia está en la tierra, pero su ciudadanía está en el cielo. Obedecen las leyes establecidas, y sobrepasan las leyes en sus propias vidas. Epístola a Diogneto (125-200 d.C.)
El alma, aunque en sí inmortal, reside en un tabernáculo mortal (el cuerpo); así los cristianos residen en medio de cosas perecederas, en tanto que esperan lo imperecedero que está en los cielos. Epístola a Diogneto (125-200 d.C.)
Entonces amarás y admirarás a los que son castigados porque no quieren negar a Dios; entonces condenarás el engaño y el error en el mundo; cuando te des cuenta que la vida verdadera está en el cielo, cuando desprecies la muerte aparente que hay en la tierra, cuando temas la muerte real, que está reservada para aquellos que serán condenados al fuego eterno que castigará hasta el fin a los que se han entregados al mismo. Entonces admirarás a los que soportan, por amor a la justicia, el fuego temporal (a los mártires), y los tendrás por dichosos. Epístola a Diogneto (125-200 d.C.)
Sabiendo, pues, que no trajimos nada a este mundo ni tampoco nos llevaremos nada de él, alistémonos con la armadura de la justicia, y enseñémonos primero a andar en el mandamiento del Señor. Policarpo (135 d.C.)
Por tanto, les exhorto a todos a ser obedientes a la palabra de justicia y a soportarlo todo, según vieron con sus propios ojos en… Pablo y en el resto de los apóstoles; estando persuadidos de que todos éstos no corrieron en vano, sino en fe y justicia, y que están en su lugar debido en la presencia del Señor, con el cual han sufrido también. Porque no amaron al mundo presente, sino a Aquel que murió por amor a nosotros y fue resucitado por Dios para nosotros. Policarpo (135 d.C.)
Porque por esta causa le es imposible al hombre alcanzar la felicidad, puesto que invitan a los temores de los hombres, prefiriendo el goce de este mundo a la promesa de la vida venidera. Porque no saben cuán gran tormento acarrea el goce de aquí, y el deleite que proporciona la promesa de lo venidero. Segunda de Clemente (150 d.C.)
Aunque tengan que sufrir aflicción durante un tiempo breve en el mundo, recogerán el fruto inmortal de la resurrección. Por tanto, que no se aflija el que es piadoso si vive en desgracia en los días presentes, pues le esperan tiempos de felicidad. Segunda de Clemente (150 d.C.)
Y no permitas tampoco que esto turbe tu mente, que veamos que los impíos poseen riquezas, y los siervos de Dios sufren pobreza. Tengamos fe, hermanos y hermanas. Estamos militando en las filas de un Dios vivo; y recibimos entrenamiento en la vida presente, para que podamos ser coronados en la futura. Segunda de Clemente (150 d.C.)
Por tanto, hermanos, no apreciemos nuestra vida en este mundo y hagamos la voluntad del que nos ha llamado, y no tengamos miedo de apartarnos de este mundo. Porque el Señor ha dicho: Serán como corderos en medio de lobos… Saben, hermanos, que la vida de la carne en este mundo es despreciable y dura poco, pero la promesa de Cristo es grande y maravillosa, a saber, el reposo del reino que será y la vida eterna. ¿Qué podemos hacer, pues, para obtenerlos, sino andar en santidad y justicia y considerar que las cosas de este mundo son extrañas para nosotros y no desearlas? Porque cuando deseamos obtener estas cosas nos descarriamos del camino recto. Pero el Señor dijo: Nadie puede servir a dos señores. Si deseamos servir a la vez a Dios y a riquezas, no sacaremos ningún beneficio: Porque ¿qué ganará un hombre si consigue todo el mundo y pierde su alma? Ahora bien, este mundo y el futuro son enemigos. El uno habla de adulterio y contaminación y avaricia y engaños, en tanto que el otro se despide de estas cosas. Por tanto, no podemos ser amigos de las dos, sino que hemos de decir adiós a uno y tener amistad con el otro. Consideremos que es mejor aborrecer las cosas que están aquí, porque son despreciables, duran poco y perecen, y amar las cosas de allí, que son buenas e incorruptibles. Segunda de Clemente (150 d.C.)
Pero los que albergan malos propósitos en sus corazones, acarrean la muerte y la cautividad, especialmente los que reclaman para sí mismos este mundo presente, y se jactan de sus riquezas, y no se adhieren a las cosas buenas que han de venir. Hermas (150 d.C.)
Y la segunda, la que está ceñida y tiene el aspecto enérgico de un hombre, se llama Continencia; es la hija de la Fe. Todo el que la sigue, pues, será feliz en su vida, porque se abstendrá de todo acto malo, creyendo que, si se abstiene de todo mal deseo, heredará la vida eterna. Hermas (150 d.C.)
En primer lugar, el que tiene el Espíritu, que es de arriba, es manso tranquilo y humilde, y se abstiene de toda maldad y vano deseo de este mundo presente Hermas (150 d.C.)
Ya que no fijamos nuestros pensamientos en el presente, no nos preocupamos cuando los hombres nos llevan a la muerte. Justino Mártir (160 d.C.)
Pero estando persuadidos que de toda esta vida presente hemos de dar cuenta al Dios que nos ha creado a nosotros y que ha creado al mundo, escogemos la vida moderada, piadosa y despreciada. Atenágoras (175 d.C.)
Teniendo, pues, esperanza de la vida eterna, despreciamos las cosas de la vida presente y aun los placeres del alma. Atenágoras (175 d.C.)
¿Tal vez aquellos que toman como máxima de su vida el ‘comamos y bebamos, que mañana moriremos’... deberán ser considerados como personas piadosas? ¿Y a nosotros se nos mirará como gente impía, nosotros que estamos convencidos de que la vida presente es de corta duración y tiene poco valor, nosotros que estamos animados por el solo deseo de conocer al Dios verdadero… nosotros, que sabemos que la vida que esperamos será superior a cuantas puedan pensarse, con tal de que dejemos el mundo limpios de toda culpa y amemos a los hombres hasta tal extremo de no amar solamente a los amigos? Todavía una vez más, nosotros que somos tales y que llevamos una vida digna para evitar el juicio, ¿tendremos que pasar por ser tenidos como impíos? Atenágoras (175 d.C.)
A los que progresan en el conocimiento de Cristo el Señor, les habla con este lenguaje: les ordena despreciar las cosas de este mundo y les exhorta a fijar su atención solamente en el Padre, imitando a los niños. Por esta razón les dice: “No se preocupen por el día de mañana; que el día de mañana traerá su fatiga: basta al día su afán.” Así manda que dejemos a un lado las preocupaciones de esta vida para unirnos solamente al Padre. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
El elegido (el cristiano) vive como un extranjero, sabiendo que todo lo tiene a su disposición, pero lo ha de dejar todo... Usa del cuerpo, como el que hace un viaje a tierras usa de las posadas y ventas que encuentra en su camino. Ciertamente tiene cuidado de las cosas del mundo, pues es el lugar donde ha de hacer posada; pero cuando ha de dejar esta morada y esta posesión y el uso de ella, sigue de buena gana al que le saca de esta vida, sin volverse jamás a mirar hacia atrás bajo ningún pretexto. Da gracias de verdad por la posada recibida, pero bendice el momento de salir de ella, pues anhela como su única mansión la celestial. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Ésta es parte de una carta dirigida a cristianos encarcelados en tiempos de persecución.
En la cárcel se entristece el que suspira por las dichas del mundo; pero el cristiano, que afuera había renunciado al mundo, en la cárcel desprecia a la misma cárcel. En nada les preocupe el rango que ocupan en este siglo, puesto que están fuera de él. Si algo de este mundo han perdido, gran negocio es perder, si perdiendo han ganado algo mucho mejor. Y ¡cuánto habrá que decir del premio destinado por Dios para los mártires! Tertuliano (197 d.C.)
Tranquilos, modestos, seguros de la bondad de nuestro Dios, somos reconfortados por la esperanza de la felicidad futura y por la confianza en su grandeza presente. Así, resucitaremos felices y vivimos ya de la contemplación del porvenir. Marco Minucio Félix (200 d.C.)
(Los cristianos están) pasando constantemente con su razón y con todas sus palabras y obras de los asuntos de esta vida a Dios, apresurándose por llegar a su ciudad. Orígenes (225 d.C.)
(El cristiano) siempre se está preparando para la vida verdadera y apartándose de los placeres de esta vida que engañan a la mayoría. Orígenes (225 d.C.)
La única tranquilidad verdadera y de confianza, la única seguridad que vale, que es firme y nunca cambia, es ésta: que el hombre se retire de las distracciones de este mundo, que se asegure sobre la roca firme de la salvación, y que levante sus ojos de la tierra al cielo… El que es en verdad mayor que el mundo nada desea, nada anhela de este mundo. Cuán seguro, cuan inmovible es aquella seguridad, cuan celestial la protección de sus bendiciones sin fin, ser libre de las trampas de este mundo engañador, ser limpio de la hez de la tierra y preparado para la luz de la inmortalidad eterna. Cipriano (250 d.C.)
Hemos de pensar, hermanos amadísimos, y reflexionar sobre lo mismo: que hemos renunciado al mundo y que vivimos aquí durante la vida como huéspedes y viajeros. Abracemos el día que a cada uno señala su hogar, una vez escapados de este mundo y libres de sus lazos, que nos restituya a nuestro reino y paraíso. ¿Quién, estando lejos, no se apresura a volver a su patria? ¿Quién, a punto de embarcarse para ir a los suyos, no desea vientos favorables para poder abrazarlos cuanto antes? Nosotros tenemos por patria el paraíso, por padres a los patriarcas; ¿por qué, pues, no nos apresuramos y volvemos para ver a nuestra patria y saludar a nuestros padres? Nos esperan allí muchas de nuestras personas queridas, nos echa de menos la numerosa turba de padres, hermanos, hijos, seguros de su salvación, pero preocupados todavía por la nuestra. ¡Qué alegría tan grande para ellos y nosotros llegar a su presencia y abrazarlos, qué placer disfrutar allá del reino del cielo sin temor de morir y qué dicha tan soberana y perpetua con una vida sin fin! Allí el coro glorioso de los apóstoles, allí el grupo de los profetas gozosos, allí la multitud de innumerables mártires que están coronados por los méritos de su lucha y sufrimientos, allí las vírgenes que triunfaron de la concupiscencia de la carne con el vigor de la castidad, allí los galardonados por su misericordia, que hicieron obras buenas, socorriendo a los pobres con limosnas, que, por cumplir los preceptos del Señor, transfirieron sus bienes terrenos a los tesoros del cielo. Corramos, hermanos amadísimos, con insaciable anhelo tras éstos, para estar enseguida con ellos; deseemos llegar pronto a Cristo. Vea Dios estos pensamientos, y que Cristo contemple estos ardientes deseos de nuestro espíritu y fe. Él otorgará mayores favores de su amor a los que tuvieren mayores deseos de Él. Cipriano (250 d.C.)
Para que no sean corrompidos por una vida suave como sus antepasados, ha sido la voluntad de Dios que sean oprimidos por quienes bajo cuyo poder estaban puestos. Hay otra razón porqué Él permite la persecución en contra de nosotros. Es para que el pueblo de Dios crezca en número. Y no es difícil demostrar cómo ocurre esto. Primero, grandes multitudes dejan de adorar a los dioses falsos, viendo la crueldad de éstos. Segundo, ¿quién no desearía saber que cosas tan nobles tenemos para estar dispuestos a defenderlas hasta la muerte? ¿Qué cosas valen más que todas las cosas agradables y apreciadas en esta vida? Porque ni la pérdida de sus bienes, ni el ser privados de la luz, ni el dolor corporal, ni las torturas de sus miembros internos, pueden apartar a los cristianos de las cosas que éstos aman. Estas cosas tienen gran efecto, y siempre resultan en el aumento del número de nuestros seguidores. Lactancio (304-313 d.C.)
Pues el que escoge las cosas temporales, no alcanzará las eternas. Y el que prefiere las cosas terrenales, no obtendrá las celestiales. Lactancio (304-313 d.C.)
LA AUTORIDAD MAXIMA: LA PALABRA DE DIOS
Porque ¿qué aprovecha el hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. Mateo 16:26-27
No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas. Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. 2 Corintios 4:18-5:1
Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo. Filipenses 2:14-15
Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor al cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura para ganar a Cristo. Filipenses 3:8
Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Colosenses 3:1-2
Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis gran combate de padecimientos; por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones… Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos. Hebreos 10:32-34
Salgamos, pues, a Él, fuera del campamento, llevando su vituperio; porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir. Hebreos 13:13-14
Para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios. 1 Pedro 4:2
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