miércoles, 28 de septiembre de 2011

CÓMO CONSTANTINO TRATÓ DE CRISTIANIZAR EL IMPERIO

Cómo el cristianismo primitivo se destruyó

 

Cómo Constantino trató de cristianizar el imperio

 

Desde el tiempo del emperador Nerón del primer siglo, no había ninguna dinastía permanente de emperadores romanos. Al contrario, un emperador reinaba un tiempo y luego era derrotado por otro. En el año 306 d. de J.C., cuatro rivales compartían la autoridad imperial de Roma. Severo reinaba sobre Italia y África del Norte. Constantino reinaba en Bretaña y Galia. Dos otros compartían el imperio oriental. Cuando Severo fue destronado por otro rival llamado Majencio, Constantino se declaró el único emperador legítimo del imperio occidental. 

Constantino era líder bastante hábil, un hombre de decisión y de acción, capaz tanto de inspirar al pueblo como también de organizarlo. Poco después de declararse el único emperador legítimo del occidente, empezó a cruzar los alpes para asaltar a Roma y destronar a Majencio. Después de ganar una serie de victorias, Constantino empezó la última fase de la marcha a Roma en el año 312. Mientras se acercaba a Roma, tuvo una experiencia que iba a tener un impacto profundo en la historia del cristianismo y del mundo entero. 

Eusebio, el historiador eclesiástico, unos años después escribió de lo que Constantino relató de su experiencia aquel día. “El dijo que pasado mediodía, cuando el día empezaba a declinar, vieron sus propios ojos la señal de una cruz de luz en el cielo, arriba del sol, en la que estaba esta inscripción: ‘Por esta señal, vencerás’.”  Constantino dijo que después tuvo un sueño en que Cristo le dijo que hiciera un estandarte militar en la forma de una cruz. Este estandarte le brindaría protección en todas las batallas contra sus enemigos. Guiado por estas experiencias, Constantino ordenó que le hicieran un estandarte especial. Tenía una lanza dorada vertical, cruzada por una barra horizontal—para formar una cruz. Una corona de oro, adornada con joyas, estaba colocada encima de la barra transversal, y debajo estaban escritas las iniciales de Jesucristo. 

Llevando este estandarte a la batalla, los ejércitos de Constantino vencieron completamente a los ejércitos de Majencio, cerca del puente Milvio, como tres kilómetros fuera de la ciudad de Roma. Así es que cuando Constantino se hizo el único emperador del imperio occidental, atribuyó su victoria al Dios de los cristianos. 

La relación de Constantino desde este momento con la iglesia se puede entender sólo si se entiende la relación que los emperadores romanos siempre habían tenido con la religión de sus súbditos. Los romanos siempre eran muy religiosos, y siempre atribuían su éxito y prosperidad a los dioses que los bendecían. La religión en el imperio romano era asunto público, y siempre se entrelazaba con el estado. Oraciones y sacrificios se hacían a los dioses en las fiestas del pueblo, y la adoración a los dioses en estas ocasiones se consideraba la obligación de todo patriota. Ofender a los dioses era delito contra el estado.


Constantino creyó que en verdad el Dios de los cristianos le había dado la victoria, y que ese mismo Dios protegería siempre al imperio... con tal que los emperadores le adoraran y la iglesia le fuera fiel. Por esta razón, Constantino empezó a colmar de bendiciones a la iglesia y a sus líderes. Uniéndose con el emperador del oriente, promulgó el edicto de Milán en 313. 

Este edicto afirmó: “Resolvemos otorgar tanto a los cristianos y a todos los hombres la libertad de seguir la religión de su conciencia, para que todas aquellas deidades celestiales que existieran puedan inclinarse a nuestro favor y al favor de todos aquellos que viven bajo nuestro gobierno.”


Notemos que Constantino no hizo del cristianismo la única religión oficial del imperio romano. Sencillamente reconoció que la religión cristiana era una religión legítima igual a las demás religiones del imperio. Con todo, el cristianismo ahora era la religión del mismo emperador, y por eso gozaba de más prestigio que las religiones paganas. Muchos templos de la iglesia primitiva se habían destruido en la persecución que hubo antes de que ascendiera Constantino al trono. Por eso Constantino ordenó que los volvieran a construir, pagando los gastos del cofre público. 

También empezó a pagar a los ancianos de la iglesia un salario con dinero estatal, e hizo leyes que eximieron a los líderes de la iglesia de cualquier servicio obligatorio del estado. Esto hizo Constantino porque quería que los obispos y diáconos dedicaran su tiempo y energías a sus congregaciones. Creía que una iglesia próspera aseguraba la bendición de Dios sobre el imperio. 

Constantino también levantó a los cristianos a posiciones prominentes en su gobierno y escogió a muchos de sus ministros de estado de entre los cristianos. Hasta pidió que los obispos cristianos acompañaran a sus ejércitos a las batallas para que tuvieran la bendición de Dios.


Los muros de protección empiezan a derrumbarse Por dos siglos y medio, el cristianismo había cambiado muy poco. Cuatro muros altos lo habían protegido de grandes cambios. Pero el muro de más afuera, el muro de un espíritu muy conservador que no permitía ningún cambio, ahora era amenazado. Antes de esto, cualquier doctrina o práctica nueva se había rechazado de inmediato por los líderes de la iglesia. Pero después de la “conversión” de Constantino, la iglesia empezó a examinar de nuevo su actitud que condenaba cualquier cambio como la introducción del error. 

Cuando Constantino ofreció pagar los salarios, la iglesia acepto su proposicion  y decidió aceptar la oferta. La iglesia empezó a decir que una nueva era había amanecido para el cristianismo, y que las normas antiguas ya no tenían que seguirse. Muchos cristianos ahora decían que Dios mismo había cambiado las normas.

Eusebio escribió: “Tiene que tomar en cuenta todo aquel que considera a fondo estos hechos que ha aparecido una era nueva y distinta en la historia de la iglesia primitiva. Una luz antes de esto desconocida ha comenzado a alumbrar en las tinieblas de la raza humana. Y todos tenemos que confesar que estas cosas son sólo la obra de Dios, quien levantó a este emperador piadoso para contrarrestar la multitud de los incrédulos.”


Cuando describe como Constantino invitó a los líderes de la iglesia a sus cámaras privadas para que se socializaran con él, Eusebio se parece más a un niño ingenuo que a un líder formal de la iglesia: 

“Los hombres de Dios entraron sin temor en las cámaras reales más privadas. Allí comían algunos a la misma mesa del emperador, y otros se reclinaban en los divanes a ambos lados. Uno hubiera podido pensar que se formaba un cuadro del reino de Cristo dado en figuras—un sueño más bien que la realidad.”

El muro exterior que había protegido a la iglesia ya estaba roto. Ya no creían más los cristianos que cualquier cambio los involucraría en el error. Al contrario, la iglesia empezó a creer que el cambio podía traer un mejoramiento. Decían que tal vez el cristianismo de los apóstoles no era la cumbre del cristianismo, sino sólo el principio. Hasta empezaron a creer que Dios ahora podía dar nuevas revelaciones.

Los cristianos ahora creían que la profecía de Hageo acerca del templo que edificaba Zorobabel podía aplicarse a la iglesia: “La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera” (Hageo 2.9). Según ellos, la iglesia estaba por alcanzar nuevas cumbres. 


BENDICIONES



Tomado del Libro: Que hablen los primeros cristianos de David Bercot.
FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com

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