miércoles, 28 de septiembre de 2011

¿QUE DE LA GUERRA Y LOS PRIMEROS CRISTIANOS?

¿Qué de la guerra y los primeros cristianos? 

Antes de estudiar los escritos de los primeros cristianos, yo había leído en los libros sobre la historia de la iglesia primitiva que los primeros cristianos generalmente rehusaban el servicio militar. 

Estos libros decían que los primeros cristianos no se oponían al derramar sangre, sino se oponían al servicio militar porque no querían participar en las prácticas de idolatría. Pero esto no es cierto. En sus escritos, los primeros cristianos claramente dicen que se oponían al servicio militar porque tomaban muy literalmente los mandamientos de Jesús de amar a los enemigos y de volver la otra mejilla (Mateo 5.39, 44). Ellos entendían que la guerra violaba la ley de Cristo, y que sería pecado participar en ella. 

Justino escribió en su apología a los romanos: “Nosotros que en otro tiempo nos matábamos ahora rehusamos hacer guerra contra nuestros enemigos.”


Tertuliano hace la siguiente pregunta acerca de la guerra: “Será lícito seguir una profesión que emplea la espada, cuando el Señor proclama que ‘todos los que tomen la espada, a espada perecerán’? ¿Participará el hijo de la paz en la batalla, cuando ni siquiera conviene que lleve sus pleitos ante la ley? ¿Podrá usar la cadena, la cárcel, la tortura y el castigo, cuando ni siquiera se venga de la injusticia?” (Mateo 26.52; 1 Corintios 6.1-8). 

Cuando los paganos circularon el rumor que el cristianismo había roto con el judaísmo por medio de la revolución armada, Orígenes respondió a tales acusaciones falsas con las siguientes palabras:

“En ningún lugar enseñó Cristo que sus discípulos tienen el derecho de hacer violencia a nadie, por impío que fuera. El dice que el matar a cualquier persona es contrario a sus leyes, las cuales son de origen divino. Si los cristianos hubieran surgido por medio de la revolución armada, no hubieran adoptado leyes tan clementes. Estas leyes ni siquiera permiten que resistan a sus perseguidores, ni cuando se los lleva al matadero como si fueran ovejas.”


Cipriano observó lo siguiente en cuanto a la guerra: “El mundo entero está mojado con sangre. El homicidio se considera un delito, cuando lo comete un individuo; pero se considera una virtud cuando muchos lo cometen. Los hechos impíos de la guerra no se castigan, no porque no inculpan, sino porque la crueldad es cometido por muchos.”


Arnobio, un apologista del tercer siglo, explicó la posición de los cristianos a los romanos de la siguiente manera: “Hemos aprendido de sus enseñanzas y de sus leyes que el mal no se paga por el mal [Romanos 12.17]; que es mejor sufrir el mal que hacer el mal; que es mejor darnos para que se derrame nuestra sangre que mancharnos las manos y la conciencia al derramar la sangre de otros. Como resultado de esto, un mundo ingrato desde hace tiempo ha disfrutado de un beneficio provisto por Cristo. Porque por medio de su enseñanza la ferocidad violenta ha sido ablandada, y el mundo ha empezado a retraer sus manos hostiles de la sangre de sus compañeros humanos.”


En una época cuando la valentía militar se estimaba muy en alto, los primeros cristianos, sin el apoyo de nadie, decían que la guerra no era sino homicidio a gran escala. Qué ironía, entonces, que los cristianos evangélicos de hoy en día no sólo dan lugar a la guerra, sino muchas veces son más militaristas que los demás. En verdad, no conozco de ninguna guerra a la cual los cristianos se hayan opuesto. 

Cuando la crisis iraní estalló en el año 1980, yo era estudiante de jurisprudencia en la Universidad de Baylor, en Baylor, Texas (E.E. U.U.), universidad de la iglesia bautista. El día después de que los americanos de la embajada en Teherán fueron tomados como rehenes, vi a unos estudiantes del Medio Oriente en la cafetería de la universidad. No sé de cuál país eran ellos; bien es probable que no fueran iranís. Sin embargo, cuando varios estudiantes americanos pasaron por allí, chocaron contra la mesa de los iranís como en un gesto amenazador. En la cafetería y en los corredores, oí a varios estudiantes en discusiones apasionadas, diciendo que los Estados Unidos debía mandar su ejército al Irán para “aplastar a aquellos negros del desierto en la tierra”. Qué triste que cuando estamos en crisis los cristianos responden con el mismo enojo y odio que vemos en el mundo. 

¿Pero no tiene el cristiano un deber para con su país? “¿No debe el cristiano ayudar a defender su país?” preguntarán algunos. Los primeros cristianos hubieran contestado: “Sí... pero en una manera muy diferente que el mundo”. Los romanos hicieron esta misma pregunta, acusando a los primeros cristianos, y los cristianos respondieron de la siguiente manera: 

“Se nos insta que ‘ayudemos al rey con toda nuestra fuerza, que colaboremos con él en la preservación de la justicia, que peleemos por él, y si él lo exigiera, que peleemos en su ejército, o que mandemos un regimiento para apoyarlo.’
“Respondemos que sí ayudamos a los reyes, cuando necesiten de nuestra ayuda, pero en una manera divina, vistiéndonos ‘con toda la armadura de Dios’. Esto hacemos obedeciendo lo que nos mandó el apóstol: ‘Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia’ [1 Timoteo 2.1-2]. Entre más uno se supera en la santidad, más puede ayudar a los reyes—aun más que los soldados que salen a pelear contra el enemigo y a matar a cuántos puedan.
“A aquellos enemigos de nuestra fe que quisieran exigir que tomáramos armas para defender el imperio y matar a los hombres, respondemos: ‘Los sacerdotes de ustedes que sirven a sus dioses... ¿no guardan sus manos de sangre para que puedan ofrendar los sacrificios estipulados a los dioses suyos con manos no manchadas y libres de la sangre humana?’ Aun cuando hay guerra cercana, ustedes no reclutan a los sacerdotes para sus ejércitos. Si ésta, pues, es costumbre alabada, ¿cuánto más no deberían los cristianos servir como sacerdotes y ministros de Dios, guardando puras las manos, mientras otros se involucran en la batalla?... Con nuestras oraciones vencemos los demonios que incitan la guerra... En esta manera, prestamos más ayuda a los reyes que aquellos que salen a los campos de la batalla para luchar a su favor... Y no hay otro que luche a favor del rey más que nosotros. De cierto, rehusamos pelear por él aunque lo exigiera. Pero luchamos a favor de él, formando un ejército especial—un ejército de justicia—ofrendando nuestras oraciones a Dios.”


Nosotros podemos decir que tal creencia no es realista, pero los primeros cristianos decían que lo creían y practicaban porque confiaban en Dios. ¿Quién tiene razón? La historia nos enseña que los primeros cristianos no eran tan ingenuos como podamos creer. Desde el nacimiento de Cristo hasta el año 180 (d. de J.C.), no hubo ni una invasión exitosa de las fronteras del imperio romano. Los historiadores llaman este período la Paz Romana, y lo estiman como un tiempo extraordinario en la historia de la civilización occidental. Por 200 años, el mundo antiguo alrededor del Mar Mediterráneo gozó de una paz ininterrumpida—período sin igual antes de ese tiempo, y sin igual desde entonces. Por supuesto, ningún historiador incrédulo atribuiría este tiempo de paz a la presencia y las oraciones de los cristianos, pero los primeros cristianos creían firmemente que esta época de paz la había dado Dios. 

Por ejemplo, Orígenes hizo la pregunta a los romanos: “¿Cómo, pues, fue posible que el evangelio de paz, el cual no permite ni siquiera la venganza contra los enemigos, prevaleciera en todo el mundo, sino sólo porque con la venida de Cristo un espíritu más benigno fue introducido por todo el mundo?”

Por contraste, después del tiempo de Constantino, cuando los maestros cristianos como Agustín comenzaron a enseñar la doctrina de “la guerra santa” y los cristianos apoyaron a Roma con la espada, el imperio romano occidental cayó dentro de pocos decenios. ¿Cayó porque la iglesia cambió su posición respecto a la guerra? Ningún hombre puede contestar esta pregunta con certeza. Pero, por lo menos, consideramos que es una coincidencia maravillosa que Roma prosperaba y estaba segura de sus enemigos mientras que los cristianos servían como un ejército especial de justicia, confiando sólo en Dios para la protección del imperio; pero cuando los cristianos comenzaron a participar en la guerra apoyando a Roma, el imperio fracasó. 

¿Pero no testifica la historia que había cristianos en el ejército romano? A pesar de que la iglesia primitiva condenaba la guerra y la matanza, el testimonio de la historia demuestra sin lugar a duda que había cristianos en el ejército romano durante esta época. Muchos escritores se atienen a este hecho para argumentar que la iglesia primitiva no se oponía a la guerra. Pero realmente no tienen razón, como podemos ver claramente en los escritos de los primeros cristianos. ¿Cómo, pues, podemos explicar esta aparente contradicción? 

Una obra de los primeros cristianos titulada La tradición apostólica, compilado por Hipólito, aclara la confusión. Describiendo la manera en que la iglesia primitiva debía evaluar a los que querían ser bautizados, esta obra dice: 

“Un soldado de la autoridad civil tiene que ser enseñado a no matar a ningún hombre y rehusar matar si se le ordena hacerlo, y también rehusar prestar el juramento. Si no está dispuesto a cumplir con esto, tiene que ser rechazado para el bautismo. 
Un comandante militar o un magistrado civil que se viste de púrpura tiene que renunciar o ser rechazado. Si un candidato para el bautismo o un creyente procura hacerse soldado, tiene que ser rechazado, porque ha despreciado a Dios.”


¿Por qué rechazaría la iglesia primitiva a un candidato para el bautismo que se ofreciera para el servicio militar cuando no rechazaba al que era soldado ya? Parece que el soldado común muchas veces no podía renunciar del ejército. La única manera que podía salir del ejército era por la muerte. Por eso, la iglesia primitiva le permitía quedarse en el ejército, pero tenía que estar de acuerdo que jamás mataría a nadie y que jamás prestaría ningún juramento. Ya que el imperio romano estaba mayormente en tiempos de paz durante la época del cristianismo primitivo, bien era posible que un cristiano pasara toda la vida en el ejército sin tener que matar a nadie ni violar otros fundamentos cristianos. Se sabe que durante esta época del cristianismo, los soldados romanos servían mayormente como empleados civiles encargados de mantener el orden en la sociedad. 

BENDICIONES



Tomado del Libro: Que hablen los primeros cristianos de David Bercot.
FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com

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