Lo que creyeron los primeros cristianos acerca de la salvación
¿Puede tener fe el que tiene obras? Y el que tiene fe, ¿puede tener obras también?
Tal vez usted esté diciendo entre sí: “Ahora sí estoy confundido. Primero dicen que somos salvos por las obras, y luego dicen que somos salvos por la fe o por la gracia. ¡Parece que ellos mismos se contradicen!”
No se contradicen. Nuestro problema está en que Agustín, Lutero y otros teólogos nos han convencido de que hay una contradicción irreconciliable entre ser salvo por gracia y ser salvo por obras. Nos han dicho que hay sólo dos posibilidades en cuanto a cómo ser salvo: o es el don de Dios, o es el premio que ganamos por las obras. En la lógica, esta manera errónea de razonar se conoce como el dilema falso. Es decir, es dilema que uno mismo crea por su manera de pensar.
Los primeros cristianos hubieran replicado que un don siempre es un don, aunque se concede a uno sólo a condición que obedezca. Supongamos que un rey pida a su hijo que traiga una cesta de fruto del huerto. Después de volver el hijo, el rey le dice que le da la mitad de su reino. ¿Fue don, o fue salario ese galardón? Claro que fue don. El hijo no hubiera podido ganar la mitad del reino de su padre con sólo cumplir un deber tan pequeño. Que el don fue dado a condición que obedeciera el hijo no cambia el hecho de que siempre fue don.
Los primeros cristianos creyeron que la salvación es don de Dios, pero también creyeron que Dios da ese don a quien él quiere. Y él ha querido darlo sólo a aquellos que le aman y le obedecen. ¿Es eso tan difícil de entender? No decimos nosotros a veces que la asistencia social se debe dar sólo a aquellos que la merecen. Cuando decimos que la merecen, ¿estamos diciendo que la asistencia es un salario que ganan? Claro que no. La asistencia social siempre es un don. Y si brindamos nuestros dones sólo a las personas que consideramos dignas de recibirlos, siempre son dones. No son salario.
“Sí, pero la Biblia dice. . .” Hace poco cuando yo explicaba a un grupo de creyentes lo que los primeros cristianos creían acerca de la salvación, una mujer se puso un poco molesta. De repente exclamó: “Me parece que a ellos les faltaba leer la Biblia”.
Pero los primeros cristianos sí leían la Biblia. Josh McDowell confirma ese hecho muy bien en su libro, Evidence That Demands a Verdict: “J. Herold Greenlee dice que los primeros escritores cristianos ‘citaron tanto el Nuevo Testamento que uno pudiera reconstruir casi todo el Nuevo Testamento sin referirse a los manuscritos.’…
“Clemente de Alejandría (150-212 d. de J.C.). En 2.400 citas cita de todos los libros del Nuevo Testamento menos tres.
“Tertuliano (160-222 d. de J.C.) era un anciano de la iglesia en Cartago y cita el Nuevo Testamento más de 7000 veces. De esas citas, más de 3.800 son de los evangelios… “Geisler y Nix concluyen con razón que ‘contar rápidamente lo que sabemos hasta ahora revela que hay más de 32.000 citas del Nuevo Testamento antes de la fecha del concilio de Nicea (325)’.”
Así que les suplico que no acusen a los primeros cristianos de no leer la Biblia. Estos primeros cristianos bien sabían lo que Pablo escribió acerca de la salvación y la gracia. Pablo enseñó personalmente a ciertos de ellos, como Clemente de Roma. Pero los primeros cristianos no elevaron los escritos de Pablo en Romanos y Gálatas más que las enseñanzas de los otros apóstoles y de Jesús. Cuando leían la enseñanza de Pablo acerca de la gracia, se acordaban también de otras escrituras, como las siguientes:
•?“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7.21).
•?“Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24.13).
•?“No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno saldrán a resurrección de vida, mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Juan 5.28-29).
•?“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra” (Apocalipsis 22.12).
•?“Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren” (1 Timoteo 4.16).
Y exiten muchas citas mas....
Así que no es problema de creer las Escrituras, sino de interpretarlas. La Biblia dice que somos “salvos por gracia por medio de la fe, y eso no de nosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2.8-9). Pero la Biblia también dice que “el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe” (Santiago 2.24). Nuestra doctrina sobre la salvación acepta la primera de estas declaraciones, pero niega la segunda. La doctrina de los primeros cristianos dio igual valor a ambas declaraciones.
Como dije anteriormente, los primeros cristianos no creyeron que el hombre estuviera totalmente depravado e incapaz de hacer lo bueno. Enseñaron que los hombres somos capaces de obedecer a Dios y amarlo. Pero también creyeron que es imposible que sigamos obedeciendo a Dios toda la vida sin la ayuda de Dios. Para ellos, la obediencia no dependía exclusivamente del poder humano; tampoco dependía exclusivamente del poder de Dios. Dependía de una combinación de ambos elementos. Y ellos entendieron la salvación de semejante manera. De pura gracia Dios ofrece a todos el don del nuevo nacimiento, lo cual nos hace hijos de Dios y herederos de la promesa de la vida eterna. No tenemos que alcanzar cierto nivel de justicia primero. No tenemos que hacer nada para ganar el nuevo nacimiento. No tenemos que propiciar todos los pecados que hemos cometido. Dios borra todo nuestro pasado—de pura gracia. En verdad, somos salvos por gracia, no por obras, así como escribió Pablo. Sin embargo, los primeros cristianos sostenían que nosotros también desempeñamos un papel en nuestra salvación.
Primero, tenemos que arrepentirnos y creer en Cristo como nuestro Señor y Salvador para poder recibir la gracia de Dios. Y habiendo recibido el nuevo nacimiento, también tenemos que obedecer a Cristo.
Aun así, nuestra obediencia también depende de la gracia de Dios que nos brinda poder y perdón. De esta manera, la salvación comienza con la gracia y termina con la gracia. Pero en medio va la parte del hombre, la fidelidad y la obediencia. En el fondo, entonces, la salvación depende de Dios y depende del hombre. Por eso decía Santiago que somos salvos por las obras, y no sólo por la fe.
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