martes, 27 de septiembre de 2011

LOS PELIGROS DE LA PROSPERIDAD EN LA IGLESIA PRIMITIVA

Los peligros de la prosperidad en la iglesia primitiva

 

Dando aplicación a los versículos que cité arriba, Hermes escribió: 

“Estos son los que tienen fe verdadera, pero también tienen las riquezas de este mundo. Venida la tribulación, niegan al Señor a causa de sus riquezas y sus negocios... Por eso, los que son ricos en este mundo no pueden ser útiles al Señor a menos que primero sus riquezas sean disminuidas. Aprende esto primero de tu propio caso. Cuando tú eras rico, eras inútil. Pero ahora eres útil y preparado para la vida.”

Por eso amonestó: “Guárdate de meterte mucho en el negocio y evitarás el pecado. Aquellos que se ocupan con muchos negocios también cometen muchos pecados; se distraen por sus negocios en vez de servir al Señor.”


Clemente advirtió que “la riqueza puede, sin la ayuda de nada, corromper al alma de aquellos que la poseen y extraviarlos del camino de la salvación.” 

El describió la riqueza como “un peso de que debemos despojarnos, el cual debemos echar de nosotros como una enfermedad peligrosa y fatal.”


Cipriano, hombre rico antes de convertirse, dio todos sus bienes a los pobres cuando se hizo cristiano. Después advirtió a los miembros de su congregación:

“Un amor ciego a las posesiones ha engañado a muchos. ¿Cómo podrán los ricos estar preparados, o dispuestos, a partir de esta tierra en la persecución cuando sus riquezas los encadenan aquí? . . . Por eso, el Señor, el Maestro de lo bueno, les advierte de antemano, diciendo: ‘Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme’ [Mateo 19.21]. El que no tuviera nada en este mundo no sería vencido por el mundo. Seguiría al Señor, sin cadenas, libre, como hicieron los apóstoles... Pero ¿cómo podrán seguir a Cristo cuando la cadena de la riqueza los estorba? … Ellos creen que poseen, pero en realidad son ellos una posesión. No son los señores de su riqueza, sino los esclavos de ella.”


Utilizando el ejemplo de Jesús sobre el camino ancho y el camino angosto, Lactancio advirtió contra aquellos que hacían promesas de riqueza y prosperidad: 

“Satanás, habiendo inventado las religiones falsas, vuelve a los hombres del camino al cielo y los guía en el de la destrucción. Este camino parece plano y espacioso, lleno de los deleites de las flores y los frutos. Satanás coloca todas estas cosas en el camino, las cosas estimadas como buenas en este mundo: la riqueza, la honra, la diversión, el placer, y todas las demás seducciones. Pero escondidos entre estas cosas vemos también la injusticia, la crueldad, el orgullo, la lascivia, las contenciones, la ignorancia, las mentiras, la necedad y otros vicios. El fin de este camino es lo siguiente: Cuando hayan avanzado tanto que no pueden volver, el camino se desaparece junto con todos sus deleites. Esto sucede sin advertencia de manera que nadie puede prever el engaño del camino antes de caer en el abismo... 


“Por contraste, el camino al cielo parece muy dificultoso y montañoso, lleno de espinos y cubierto de piedras dentadas. Por eso, todos los que andan en él tienen que usar mucho cuidado para guardarse de no caer. En este camino Dios ha colocado la justicia, la abnegación, la paciencia, la fe, la pureza, el dominio propio, la paz, el conocimiento, la verdad, la sabiduría, y otras virtudes más. Pero estas virtudes van acompañadas de la pobreza, la humildad, los trabajos, los sufrimientos y muchas penas y pruebas. Porque el que tiene una esperanza para el porvenir, el que ha escogido las cosas mejores, será privado de los bienes terrenales. Por llevar él poco equipo y estar libre de las distracciones, él puede vencer las dificultades en el camino. Porque es imposible que el rico encuentre este camino, o que persevere en él, ya que se ha rodeado de las ostentaciones reales, o se ha cargado de las riquezas.”6 (Mateo 7.13-14; 19.23-24). 

Pero los primeros cristianos no sólo hablaron de la pobreza, en verdad eran pobres. Y los romanos se burlaron de ellos por eso mismo. Por ejemplo, un romano reprochó a los primeros cristianos, diciendo: 

“Vea, muchos de ustedes—en verdad, según ustedes mismos dicen, la mayoría de ustedes—están en necesidad, soportando frío y hambre, y trabajando en trabajos agotadores. Pero su dios lo permite.”

Admitiendo lo cierto de esta acusación, el licenciado Félix respondió, diciendo: 

“Que dicen que muchos de nosotros somos pobres, no es desgracia, sino gloria. De la manera que nuestra mente se afloja por la riqueza, también se fortalece por la pobreza. Mas, ¿quien es pobre si nada desea? ¿si no codicia lo que tienen otros? ¿si es rico para con Dios? Al contrario, el pobre es aquel que desea más, aunque tenga mucho.”


Los romanos se extrañaban tanto de este mensaje de los cristianos contra el materialismo que ridiculizaban al cristianismo. Un crítico romano llamado Celso se mofó de los primeros cristianos, diciendo: 

“¿Cómo pudo Dios ordenar a los judíos por medio de Moisés que aumentaran riqueza, que gobernaran, que llenaran la tierra, que pusieran a la espada a sus enemigos de todos los siglos...cuando a la vez, su Hijo, el hombre de Nazaret, dio órdenes muy contrarias a éstas? Este afirmó que el que ama el poder, las riquezas y la honra no puede venir al Padre. Enseñó que no deben preocuparse por su comida más que las aves; que no deben molestarse por el vestir más que los lirios.”


Tal vez alguien dijera que esos cristianos vivían en la pobreza sólo porque tanto despreciaban la riqueza que Dios les quería dar que la regalaban. Pero ¿cómo puede un hombre dar más de lo que Dios da? Si la riqueza fuera de Dios, el cristiano no la perdería si obedeciera la palabra de Dios y la compartiera con los pobres. 

BENDICIONES 


www.laiglesiaprimitiva.com

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