jueves, 29 de septiembre de 2011

¿FUE LA REFORMA UNA RESTAURACION DEL CRISTIANISMO PRIMITIVO?

 

¿Fue la Reforma un retorno al cristianismo primitivo? 

 

A menudo la historia se repite. Esto es cierto de lo espiritual como también de lo secular. Por ejemplo, la controversia entre Pelagio y Agustín volvió a efectuarse en el siglo dieciséis en Europa. Los nombres de los actores eran diferentes, y los detalles doctrinales cambiaron levemente. Pero los resultados fueron virtualmente idénticos. 

Otra vez, el tema central era la salvación. A través de los siglos, la iglesia católica romana se había apartado poco a poco de la posición de Agustín sobre la predestinación estricta. En lugar de eso, la iglesia católica antes de la Reforma enseñaba que las buenas obras sí tenían que ver con la salvación. En eso, su doctrina se parecía a la de los primeros cristianos. 

Pero para los primeros cristianos , las “buenas obras” no eran sino la obediencia a los mandamientos de Dios. Los católicos de la Edad Media extendieron el significado de este término hasta incluir también a tales prácticas ceremoniales como el hacer peregrinaciones, el contemplar reliquias, y el comprar indulgencias. No obstante, los católicos de esa época no enseñaban que uno podía ser salvo aparte de la gracia de Dios, aunque muchos hoy en día creen lo contrario. 

La Reforma se inició como respuesta al abuso en la práctica católica romana de conceder indulgencias. En la teología católica, la indulgencia es el perdón de los pecados que concede libertad de las penas incurridas por ellos. Se creía que el papa tenía el poder de conceder indulgencias tanto a las personas vivas como también a los que estaban en el purgatorio, con tal que el que las recibía o el que las pedía estuviera arrepentido y diera limosnas a la iglesia o a alguna obra caritativa. 

Al papa le faltaban los fondos necesarios para reedificar la iglesia de San Pedro en Roma. Por lo tanto, autorizó a cierto dominico llamado Juan Tetzel a que reuniera los fondos por medio de la venta de indulgencias en Alemania. Tetzel era orador entusiástico, y aparentemente hacía muchas afirmaciones fantásticas acerca del poder de las indulgencias. El jugaba con las preocupaciones de los fieles por el alma de sus parientes difuntos, diciendo: 

“Tan pronto como la moneda resuena en el cofre, el alma de su amado brinca del purgatorio.”


Un día cierto joven le preguntó a Tetzel si el comprar la indulgencia le aseguraría el perdón por cualquier pecado.
—Claro que sí —respondió Tetzel.
—¿Aun si el pecado no se ha cometido todavía, pero la persona sólo lo está pensando?
—¡No importa! —le aseguró Tetzel. —No hay ningún pecado demasiado grande.

Con eso, el joven entusiasmado compró la indulgencia. Después de terminar Tetzel su negocio lucrativo en aquel pueblo, emprendió su viaje al próximo pueblo. En el camino, se topó con una pandilla de ladrones que le quitaron todo cuanto tenía, incluso el dinero que había ganado vendiendo indulgencias. El dirigente sonriente de la pandilla era el mismo joven que había comprado la indulgencia esa misma tarde cuando estaba contemplando el pecado que iba a cometer—el robo. 

Las afirmaciones de Tetzel no pasaron sin ser desafiadas. Un monje energético llamado Martín Lutero, ardiendo con indignación, se confrontó con Tetzel y desmintió sus afirmaciones ridículas. Cuando la iglesia no hizo nada para hacer callar a Tetzel, Lutero clavó 95 proposiciones contra las indulgencias en la puerta de la iglesia en Wittenburg, Alemania. En ellas propuso un debate público sobre el tema de las indulgencias. 

En la actualidad muchos cristianos tienen conceptos erróneos en cuanto a estas 95 proposiciones. No eran una lista de doctrinas reformadas, sino sólo una lista de afirmaciones sobre las indulgencias. Por ejemplo, la proposición número 75 afirmó: “Creer que la indulgencia papal pudiera absolver al hombre que hubiera cometido un pecado imposible, como violar a la Madre de Dios—eso es locura.” Aparentemente, o Tetzel o alguno de sus ayudantes habían afirmado eso mismo. 

El fuego que comenzó a arder en Wittenburg tal vez hubiera permanecido allí, excepto por una invención nueva de aquel entonces: la imprenta. Sin que Lutero lo supiera, sus 95 proposiciones fueron impresas por los impresores de la ciudad y se distribuyeron en casi toda Europa. 

Pronto estalló un choque fuerte entre Tetzel y Lutero. Para apoyar su posición contra Tetzel, Lutero sucumbió a la primera ley de Newton sobre las acciones y reacciones; pasó al otro extremo. Para hacer eso, no tenía que inventar ninguna teología nueva. Siendo monje agustino, no más tenía que resucitar algunos puntos de la teología olvidada de Agustín. Siguiendo la teología de Agustín, Lutero propuso que la salvación depende exclusivamente de la predestinación. Enseñó que los hombres no podemos hacer nada bien, que no podemos ni creer en Dios. Sostuvo que Dios concede el don de la fe y de las buenas obras a quiénes él quiera, esto es, a los predestinados según su voluntad desde antes de la creación del mundo. A los demás él los elige arbitrariamente para la condenación eterna.


Además, Lutero afirmó que uno no puede ser salvo si no cree en la doctrina de la predestinación absoluta. Hablando de la predestinación, dijo: “Porque el que esto no sabe, no puede ni creer en Dios ni adorarlo. En realidad, el que no sabe eso no conoce a Dios. Y con tal ignorancia, como todos saben, no hay salvación. Porque si usted duda, o si rehúsa a creer que Dios sabe de antemano todas las cosas y las fija según su voluntad, no dependiendo de nada sino sólo de su propio consejo inmutable, ¿cómo podrá usted creer en sus promesas, y confiar y descansar en ellas?... El que no cree eso confiesa que Dios es engañador y mentiroso—¡es incrédulo, la impiedad mayor de todas, la negación del Dios Altísimo!”


Lutero tomó prestadas unas cuantas doctrinas más de las enseñanzas de Agustín, incluso la doctrina de la guerra santa. Cuando el pueblo pobre de Alemania se sublevó contra el trato inhumano de la nobleza, Lutero sabía que los nobles bien pudieran culparlo a él y a sus enseñanzas. Pero sabía igualmente bien que su vida dependía del favor de los nobles. Por eso, el exhortó a los nobles que suprimieran la rebelión a viva fuerza, incitándolos con las siguientes palabras: 

“Esta, pues, no es hora de estar dormido; ahora no hay lugar para la paciencia ni la misericordia. Esta es la hora de la espada, no de la gracia... Cualquier campesino que muera se perderá de cuerpo y de alma, y será del diablo para la eternidad. Pero las autoridades tienen la conciencia limpia y una causa justa. Pueden decir a Dios con plena confianza: ‘He aquí, Dios mío, tú me has nombrado como príncipe y señor, de eso no tengo la menor duda. Y me has dado la espada para castigar a los malhechores... Por tanto, los castigaré y los mataré hasta que deje de latir mi corazón. Tú serás mi juez y me justificarás.’ 

ADEMÁS:

“Por eso digo que el que se muere en la batalla como aliado de la autoridad puede ser un mártir verdadero a los ojos de Dios... Hora rara ésta, cuando ¡el príncipe puede ganar un lugar en el cielo con el derramar sangre, mejor que pueda otro con el orar! ¡Apuñala a quien pueda, apaléalo y mátalo! Si te murieras en la batalla, ¡bien de ti! Una muerte más bendita no la hay.” 

Los nobles siguieron estas palabras de Lutero sin vacilar, pisoteando las cuadrillas de campesinos salvajemente. En la guerra breve que siguió, cometieron atrocidades indecibles. Los campesinos que no murieron en el combate fueron torturados horriblemente y luego ejecutados. 

Durante los 1.100 años entre Agustín y Lutero, el cristianismo del Occidente se había pasado de un lado al otro, de un extremo al otro, pero volvió casi al mismo lugar donde Agustín lo había dejado. La Reforma no fue un retorno al espíritu de los primeros cristianos ni a sus enseñanzas. Es cierto que Lutero rechazó muchas de las prácticas pervertidas que se habían apoderado de la iglesia después de Constantino; por ejemplo, el uso de las imágenes y de las reliquias, las oraciones a los santos, las misas celebradas a favor de los muertos en el purgatorio, el celibato obligatorio del clero, la venta de las indulgencias, y las peregrinaciones religiosas como obra de mérito. Al eliminar estas prácticas, Lutero sí se acercó unos cuantos pasos al cristianismo primitivo. Pero, por otra parte, en su retorno a la teología de Agustín, Lutero también se alejó unos cuantos pasos del cristianismo primitivo.



BENDICIONES



Tomado del Libro: Que hablen los primeros cristianos de David Bercot.
FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com

1 comentario:

  1. Interesante, pero ...Has leido a San Agustin? Sabes lo que es una Indulgencia? y en cuanto a las obras la Iglesia siempre ha tenido la postura de la carta de Santiago. En realidad te recomiendo leer los Padres de la Iglesia. San Agustin, San Ignacio de Antioquia, San Justino Martir, ellos tienen la verdadera vision de los primeros Cristiano.

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