Las reglas de la verdad
Cuando examino el título de una extensión de tierra, soy consciente que las conclusiones a las que puedo llegar, no afectarán de ningún modo a cómo es realmente poseído el título de propiedad. En otras palabras, mis conclusiones no pueden alterar la verdad. Si yo fuera a convencer a mi cliente erróneamente que el título está claro, sólo lograría perjudicarlo. El título mismo no sería afectado.
Esto es lo primero que necesitamos entender acerca de la verdad:
Lo que nosotros creemos que es la verdad, de ningún modo cambiará lo que en realidad es la verdad.
En otras palabras, las verdades acerca de Dios, de su Hijo, de nuestra salvación, de los castigos y premios después de la muerte, del bautismo y de otros muchos temas espirituales, no son afectadas en lo más mínimo por lo que tú y yo creamos. Si yo pudiera persuadir a cada persona en el mundo a aceptar todas mis creencias, esto no significaría que dichas creencias fueran correctas. Ni cambiaría lo que realmente es la verdad.
Yo creo que todos aceptaríamos este principio. De hecho, probablemente nadie afirmaría que él puede cambiar las verdades eternas por lo que cree. Pero nuestras actitudes demuestran lo contrario. El hecho es que nosotros conscientemente ignoramos las escrituras que contradicen nuestras doctrinas, y rehusamos admitir que otras interpretaciones de escrituras claves puedan ser correctas. Los eruditos acomodan sus traducciones de la Biblia para defender sus propias ideas preconcebidas. Y nosotros escogemos las traducciones que se adecúan a nuestros prejuicios y a los de nuestros líderes. De hecho, la mayoría de nosotros rehusamos ver las evidencias que podrían probar que nuestras interpretaciones son incorrectas.
Sí, en nuestro subconsciente realmente pensamos que podemos cambiar las verdades eternas manipulando la Biblia u ocultando las evidencias. ¡Qué ingenuos somos! Como Winston Churchill dijo:
“La verdad es incontrovertible: el temor puede guardarle rencor, la ignorancia puede escarnecerla, la malicia puede distorsionarla; pero la verdad permanece allí.”
A menos que una persona verdaderamente crea desde lo profundo de su alma que ella no puede alterar la verdad, nunca entenderá apropiadamente las Escrituras. Y a no ser que ella crea que no tiene nada que temer por la verdad, ni siquiera deseará hacer una búsqueda honesta de la verdad.
“Pero, ¿cómo puedo estar seguro si en verdad creo en este principio, que la verdad no puede cambiar?,” podrías preguntarte. La respuesta es: tú lo sabrás cuando seas capaz de leer la Biblia con la misma objetividad e imparcialidad con que un abogado de títulos lee una escritura. Es decir, cuando puedas acercarte a la Biblia con el único deseo de saber lo que en realidad la Biblia quiere decir.
Pero hay una barrera que nos impide a la mayoría de nosotros a hacer esto. Dicha barrera se llama creencias preconcebidas.
FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com
Tomado del Libro: LOS PRIMEROS CRISTIANOS Y SUS ESCRITOS de David Bercot.
Amen. La gloria sea a Cristo. Un buen y justo aporte.
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