miércoles, 14 de septiembre de 2011

EL AMOR DE DIOS

El amor de Dios

 

Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Hebreos 12:5-6 

El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. 1 Juan 4:8 

El Padre, que es compasivo en todas las cosas, y dispuesto a hacer bien, tiene compasión de los que le temen, y con bondad y amor concede sus favores a aquellos que se acercan a Él con sencillez de corazón. Clemente de Roma (30-100 d.C.) 

Porque nosotros vemos cuán benigno y misericordioso es el Dios omnipotente, que hace salir su sol sobre ingratos y justos y hace llover sobre santos y malvados, a quienes nos enseñó también que él había de juzgar. Justino Mártir (160 d.C.) 

El Dios benigno hace salir su sol sobre todos y llover sobre justos y pecadores. Juzgará por igual a cuantos recibieron su bondad, mas no se comportaron de manera semejante según la dignidad del don recibido, sino que se entregaron a placeres y pasiones carnales en contra de su benevolencia, muchas veces hasta llegar a blasfemar contra aquel que los hizo objeto de tantos beneficios. Ireneo (180 d.C.) 

Dios… con toda bondad otorga la luz de la incorrupción a aquellos que la buscan; en cambio aparta de sí a quienes la desprecian y rechazan, huyendo por su cuenta y cegándose. Ireneo (180 d.C.) 

¿Es que Dios puede estar airado? Ya lo creo: está airado contra los que obran el mal, y es benigno, bondadoso y misericordioso con los que le aman y le temen. Teófilo (180 d.C.) 

Debemos corresponder con el amor a quien amorosamente nos guía hacia una vida mejor y vivir de acuerdo con lo que su voluntad dispone, no sólo limitándose a cumplir lo que manda y evitar lo que prohíbe, sino también apartándonos de ciertos ejemplos e imitando otros lo mejor que podamos, a fin de realizar por imitación las obras de Cristo. Clemente de Alejandría (195 d.C.) 

Dios es amor, y se da a conocer a los que aman. Clemente de Alejandría (195 d.C.) 

El que es débil y tierno, y, por su misma fragilidad, necesitado de ayuda, es agradable, dulce y encantador; a una criatura así Dios no deja de prestarle su auxilio. Así como los padres y las madres miran con más afecto a sus pequeños: los caballos, a sus potros; los bueyes, a sus becerros; el león, al cachorro, así también el padre de todos acoge a los que en el buscan refugio y, habiéndoles regenerado con su Espíritu y adoptado como hijos, se complace en su dulzura, los ama, les presta singular ayuda, lucha por ellos, y les da el nombre de “hijos.” Clemente de Alejandría (195 d.C.) 

Dios muestra su amor a los hombres, haciéndoles ver los sufrimientos que les esperan si permanecen en sus pecados, pero no actúa como la serpiente que ataca y muerde súbitamente a su presa. Clemente de Alejandría (195 d.C.) 

Vean cómo Dios, por su bondad, busca nuestro arrepentimiento, y cómo, en la misma amenaza, muestra claramente su amor al hombre: “Les ocultaré mi rostro dice, a ver que será de ellos.” Clemente de Alejandría (195 d.C.) 

Pero no es contrario al carácter de Cristo el salvador el reprender con solicitud. Se trata, sin duda, de una medicina del amor divino que hace nacer vergüenza ante el pecado. La exhortación y la reprensión son necesarias a la hora de herir ligeramente al alma que se ha descarriado, no para buscar su muerte, sino su salvación: un pequeño dolor para evitar una muerte eterna. Clemente de Alejandría (195 d.C.) 

La prueba más grande del amor de Dios hacia el hombre es que, a pesar de conocer perfectamente la desvergüenza de este pueblo reacio y rebelde, lo llama al arrepentimiento, y exclama por boca de Ezequiel: “Hijo de hombre, tú habitas entre escorpiones; háblales, si es que te escuchan.” Clemente de Alejandría (195 d.C.) 

La apasionada ira de Dios, si realmente es correcto llamar así a la reprensión de que nos hace, es una prueba de su amor hacia el hombre. Clemente de Alejandría (195 d.C.) 

Siendo Dios, Él es justo y bueno… Así como el médico para el enfermo; no porque le diga que tiene fiebre, el médico es el que le produce la fiebre, sino sólo le indica la enfermedad que tiene; así tampoco es malo el que reprende duramente al que tiene enferma el alma, pues no pone en él las faltas, sino que le muestra las que tiene, para que abandone semejante forma de actuar. Clemente de Alejandría (195 d.C.) 


BENDICIONES

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