Falsas acusaciones contra los cristianos
A fin de contrarrestar el rumor (que señalaba a Nerón como el culpable del incendio de Roma), él acusó a personas llamadas por la gente “cristianos” y quienes eran odiados por sus fechorías, culpándolos y condenándolos a los mayores tormentos. El Cristo de quien habían tomado el nombre, había sido ejecutado en el reino de Tiberio por el procurador Poncio Pilatos; pero aunque esta superstición había sido abandonada por un momento, surgió de nuevo, no sólo en Judea, el país original de esta plaga, sino en la misma Roma, en cuya ciudad cada ultraje y cada vergüenza encuentra un hogar y una gran diseminación. Primeros unos fueron detenidos y confesados, y, después, basándose en su denuncia, un gran número de otros, quienes no eran acusados del crimen del incendio sino del odio a la humanidad. Su ejecución (la muerte de los cristianos) constituyó una diversión pública; fueron cubiertos con las pieles de fieras y después devorados por perros, crucificados o llevados a la pira y quemados al venir la noche, iluminando la ciudad. Para este espectáculo Nerón facilitó sus jardines, y hasta preparó juegos de circo en los cuales se mezcló con el pueblo con el traje de carretero, o montado en un carro de carrera. Tácito (100 d.C.)
Porque cuando el procónsul deseaba prevalecer sobre Germánico (un cristiano que enfrentaba el martirio), le mandó que tuviera compasión de su juventud, él, haciendo uso de violencia, arrastró a la fiera hacia él, deseando conseguir más rápidamente ser librado de su vida injusta y arbitraria. De modo que después de esto la multitud, asombrada del valor de los cristianos amados de Dios y temerosos de Dios, levantó un clamor, diciendo: “Fuera los ateos; que vayan a buscar a Policarpo.” Martirio de Policarpo (135 d.C.)
Estos desgraciados, incitados por el demonio, aterrorizados por los tormentos que veían padecer a los fieles, y movidos a ello por los soldados, declararon que infanticidios, banquetes de carne humana, incestos y otros crímenes, que no se pueden nombrar, ni aun imaginar, ni es posible que jamás hombre alguno haya cometido, eran cometidos por nosotros los cristianos. Estas calumnias, esparcidas entre el pueblo, conmovieron de tal manera los ánimos contra nosotros, que aun aquellos que hasta entonces, por razones de parentesco, se habían mostrado moderados, se enardecieron contra nosotros. Entonces se cumplió lo que dijo el Señor: “Llegará un día en que aquellos que les quiten la vida crean hacer una obra agradable a Dios.”
Los mártires de Lyon, Francia (177 d.C.)
Los delitos ocultos con los cuales nos calumnian son: Que en la congregación nocturna sacrificamos y nos comemos un niño. Que en la sangre del niño degollado mojamos el pan, y empapado en la sangre comemos un pedazo cada uno. Que unos perros que están atados a los candeleros los derriban corriendo para alcanzar el pan que les arrojamos bañado en sangre. Que en las tinieblas que ocasiona el forcejeo de los perros, encubridores de la torpeza, nos mezclamos impíamente con las hermanas o las madres.” Tertuliano (197 d.C.)
Ustedes optan por llamarnos enemigos de la raza humana. Tertuliano (197 d.C.)
Ustedes piensan que los cristianos son la causa de toda desdicha común y de toda aflicción que viene sobre el pueblo. Si el río Tíber sube hasta las murallas de la ciudad; si el Nilo no llega a regar los campos; si el cielo está sereno y no da lluvia; o si hay un terremoto; si hay hambre y pestilencia; inmediatamente el pueblo grita: “los cristianos a los leones.” Tertuliano (197 d.C.)
También es conocido lo concerniente a su banquete, pues todo el mundo habla de ello por doquier… En un día señalado se reúnen (los cristianos) para el banquete personas de ambos sexos y de toda edad con todos sus hijos, hermanas y madres. Allí, después de un copioso festín, cuando el ambiente del banquete se ha calentado y la embriaguez ha inflamado el ardor de la pasión incestuosa, incitan a un perro, que ha sido atado a un candelabro, a realizar saltos y brincos, echándole una pizca de carne más allá del perímetro de la cuerda con la que está atado. Derribada y extinguida así la luz que sirve de testigo, se entregan, protegidos por las tinieblas impuras, a las solicitaciones de una pasión repugnante por medio de la incertidumbre del azar, de manera que aunque no todos sean de hecho incestuosos, son sin embargo igualmente cómplices del incesto, pues cualquier cosa que cada uno de ellos pueda realizar responde al deseo de todos. Marco Minucio Félix, citando a un pagano antagonista (200 d.C.)
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