lunes, 12 de septiembre de 2011

LA IGLESIA Y EL ESTADO

LA IGLESIA Y EL ESTADO

 

Los cristianos residen en sus propios países, pero sólo como transeúntes; comparten lo que les corresponde en todas las cosas como ciudadanos, y soportan todas las opresiones como los forasteros. Todo país extranjero les es patria, y toda patria les es extraña… Se hallan en la carne, y, con todo, no viven según la carne. Su existencia está en la tierra, pero su ciudadanía está en el cielo. Obedecen las leyes establecidas, y sobrepasan las leyes con sus propias vidas. Epístola a Diogneto (125-200 d.C.) 

El procónsul dijo: “Convence al pueblo.” Pero Policarpo contestó: “En cuanto a ti, he considerado que eres digno de hablarte; porque se nos ha enseñado a rendir honor como es debido a los príncipes y autoridades designadas por Dios, salvo que no sea en nuestro perjuicio. Martirio de Policarpo (135 d.C.) 

En cuanto a los tributos y contribuciones, nosotros antes que nadie procuramos pagarlos a quienes ustedes han designado para ello en todas partes: así se nos enseñó. Cuando se le acercaron algunos para preguntarle si había que pagar el tributo al César, Él respondió: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Le respondieron: Del César. Entonces les dijo: Den, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Por eso, sólo adoramos a Dios, pero en todo lo demás les servimos a ustedes con gusto, reconociendo que son emperadores y gobernantes de los hombres y rogando que, junto con el poder imperial, se advierta que también son hombres de prudente juicio. Justino Mártir (160 d.C.) 

¿Por qué se empeñan, oh griegos, en que, como en lucha hostil, choquen las instituciones del Estado contra nosotros? Si no quiero seguir las costumbres de ciertos pueblos, ¿por qué he de ser odiado como el ser más abominable? El Emperador manda pagar tributos, y yo estoy dispuesto a hacerlo. Mi amo quiere que le esté sujeto y le sirva, y yo reconozco esta servidumbre. Porque, en efecto, al hombre se le ha de honrar humanamente, pero temer sólo se ha de temer a Dios, que no es visible a los ojos humanos ni es por arte alguna comprensible. Sólo si se me manda negar a Dios no estoy dispuesto a obedecer (al Emperador), sino que antes sufriré la muerte, para no declararme mentiroso y desagradecido. 
Taciano (160 d.C.) 

Yo no deseo ser un rey. No anhelo ser rico. Rechazo toda posición militar… No compito por una corona. Estoy libre de una sed excesiva por la fama. Desprecio la muerte… ¡Mueran al mundo, repudiando la locura que hay en él! ¡Vivan para Dios! Taciano (160 d.C.) 

(Escrito por un crítico pagano del cristianismo) Supongan que (a ustedes los cristianos) les ordenen jurar por el Jefe del Imperio. No hay ningún mal en hacer tal cosa. Porque, es entre sus manos en donde fueron colocadas las cosas de la tierra, y es de él de quien reciben todos los bienes de la existencia… Si procuran destruir este principio, el príncipe los castigará, y razón tendrá; es que si todos los demás hiciesen como ustedes (los cristianos), nada impediría que el Emperador se quedara solitario y abandonado y el mundo entero se tornaría presa de los bárbaros más salvajes y más groseros. Celso (178 d.C.) 

A los cristianos no les es permitido usar la violencia para corregir las faltas del pecado. Clemente de Alejandría (195 d.C.) 

No tenemos nación alguna en la tierra. Por tanto, podemos despreciar las posesiones terrenales. Clemente de Alejandría (195 d.C.)


Todo celo en la búsqueda de gloria y honor está muerto en nosotros (los cristianos). De modo que nada nos presiona a participar en sus reuniones públicas. Además, no hay otra cosa más totalmente ajena a nosotros que los asuntos del Estado. Reconocemos un único dominio que lo abarca todo: el mundo. Renunciamos a todos los espectáculos de ustedes. Tertuliano (197 d.C.) 

¿Será lícito seguir una profesión que emplea la espada, cuando el Señor proclama que ‘todos los que tomen la espada, a espada perecerán’? ¿Participará el hijo de la paz en la batalla, cuando ni siquiera conviene que lleve sus pleitos ante la ley? ¿Podrá usar la cadena, la cárcel, la tortura y el castigo, cuando ni siquiera se venga de la injusticia? 
Tertuliano (197 d.C.) 

¿Cuáles cosas serán de Dios si todas las cosas son del César? Tertuliano (197 d.C.) 

Nosotros invocamos por la salud del Emperador al Dios eterno, a Dios verdadero, a Dios vivo, a quien ellos mismos, más que a otros dioses, desean tener propicio… Así está orando en comunidad nuestra santa compañía, pidiendo a Dios por todos los emperadores larga vida, imperio quieto, palacio seguro, ejércitos fuertes, Senado leal, pueblo honrado, inundo pacífico, que es todo lo que desean los emperadores como públicos ministros y personas particulares… Así estamos con esta postura rogando a Dios por los emperadores. Venga, pues, abran las uñas de hierro brechas en las carnes; clávennos en altas cruces; laman las lenguas de fuego; degüellen las espadas; acométannos con brío feroz las fieras; que aquella disposición y figura con que el cristiano ruega a Dios, es un disposición para todo linaje de muerte; es postura que desafía los tormentos. Continúen presidentes buenos, atiendan a la persecución, atormenten la vida de los que así ruegan por la salud del César, y llamen delito a la verdad de la oración, a la devoción superstición, a la postura crimen. Tertuliano (197 d.C.) 

Los cristianos tienen precepto para redundancia de la benignidad de rogar a Dios por sus enemigos, y de pedir favores para los que les persiguen. Los que tienen, pues, precepto de rogar a Dios por sus enemigos, sin duda rogarán cuidadosamente por los emperadores… Y no sólo debemos rogar por ellos a título de enemigos, sino porque expresamente, señalando sus nombres, nos manda nuestra ley rogar a Dios por los príncipes. “Rueguen, dice, por los reyes, por las potestades, para que viva en tranquilidad la república.” Tertuliano (197 d.C.) 

Pero quería en este segundo crimen de lesa majestad de que nos acusan como de segundo sacrilegio, porque no celebramos los días solemnes del César con ese modo que inventó, no la razón, sino el deleite, y ni la modestia, ni la vergüenza, ni la honestidad, se niega a mostrar la verdad y su fe, por si acaso los hallare yo aun en eso peores que los cristianos que llaman indevotos de los romanos y enemigos públicos de los emperadores. Tertuliano (197 d.C.) 

A un soldado de la autoridad civil se le debe enseñar a que no mate a los hombres y a que se niegue a hacerlo si se le ordenara, y también a negarse a prestar juramento. Si él no está dispuesto a cumplir, se le debe rechazar para el bautismo. Un comandante militar o un juez de la corte que esté activo tienen que renunciar o ser rechazado. Si un candidato o un creyente busca convertirse en soldado, tendrá que ser rechazado por haber despreciado a Dios. Hipólito (200 d.C. d.C.) 

¿Qué tal si la ley de la naturaleza, o sea, la ley de Dios, manda que se haga lo que se opone a la ley escrita del gobierno? Hasta la propia lógica nos dice que nos despidamos del código escrito… y que nos entreguemos a nuestro Legislador, Dios. Esto es así aun cuando al hacerlo sea necesario que nos enfrentemos a peligros, a innumerables pruebas, y hasta la muerte y la deshonra. Orígenes (225 d.C.) 

Nuestras oraciones derrotan a todos los demonios que provocan la guerra. Esos demonios también hacen que las personas violen sus juramentos y alteren la paz. Así pues, de esta manera, nosotros somos mucho más útiles a los reyes que aquellos que van al campo de batalla para pelear por ellos. Y también tomamos parte en los asuntos públicos cuando sumamos los ejercicios de abnegación a nuestras oraciones y meditaciones justas, las cuales nos enseñan a despreciar los placeres y a no dejarnos llevar por ellos. De manera que nadie lucha mejor por el rey que nosotros. En realidad, nosotros no peleamos bajo su mando, aun si nos lo exigiera. Sin embargo, peleamos a su favor, formando un ejército especial, un ejército de santidad, por medio de nuestras oraciones a Dios. Y si él deseara que “dirigiéramos ejércitos en defensa de nuestro país,” sepa que también hacemos esto. Y no lo hacemos con el objetivo de ser vistos por los hombres o por vanagloria. Ya que en secreto, y en nuestros corazones, nuestras oraciones ascienden a favor de nuestro prójimo, como si fuéramos sacerdotes. De manera que los cristianos son benefactores de su país más que las demás personas. Orígenes (225 d.C.) 

Dios pudiera haber conferido a su pueblo, los cristianos, tanto riquezas como reinos, del mismo modo como anteriormente les había entregado a los judíos, cuyos sucesores y posteridad somos nosotros. Sin embargo, Él desea que los cristianos vivan bajo el poder y gobierno de otros, a no ser que ellos llegaran a corromperse por la felicidad de la prosperidad, y cayeran en la lujuria y por fin desprecien los mandamientos de Dios. Pues, esto es lo que nuestros antepasados hicieron. Lactancio (304-313 d.C.) 

Cuando los hombres nos ordenan actuar en oposición a la ley de Dios y a la justicia, no tenemos que hacer caso de amenazas y castigos que vendrían sobre nosotros. Pues, preferimos obedecer los mandamientos de Dios que los mandamientos de los hombres. Lactancio (304-313 d.C.) 




 LA AUTORIDAD MAXIMA: LA PALABRA DE DIOS



Le dijeron: De César. Y les dijo: Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Mateo 22:21 

Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. Hechos 5:29 

Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. Romanos 13:1 

Por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. 1 Timoteo 2:2 

Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey. 1 Pedro 2:17 


BENDICIONES

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