La obra del Espíritu Santo
Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a ustedes; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. Juan 16:7-8
Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Juan 16:13
No apaguéis al Espíritu. 1 Tesalonicenses 5:19
No aflijas al Espíritu Santo que mora en ti, para que no suceda que interceda a Dios y se aparte de ti. Hermas (150 d.C.)
El Espíritu Santo reprende a los hombres porque habiendo sido creados impasibles e inmortales a semejanza de Dios con tal de que guardaran sus mandamientos, y habiéndoles Dios concedido el honor de llamarse hijos suyos, ellos, por querer asemejarse a Adán y a Eva, se procuran a sí mismos la muerte. Justino Mártir (160 d.C.)
Por los profetas Dios había prometido que lo derramaría (su Espíritu Santo) en los últimos tiempos sobre sus siervos y siervas, para que profeticen. Por eso también descendió sobre el Hijo de Dios hecho Hijo del Hombre, para acostumbrarse a habitar con él en el género humano, a descansar en los hombres y a morar en la criatura de Dios, obrando en ellos la voluntad del Padre y renovándolos de hombre viejo a nuevo en Cristo. Ireneo (180 d.C.)
Por medio del Espíritu se dejó ver proféticamente; por medio del Hijo se dejó ver según la adopción; se hará ver según su paternidad en el reino de los cielos: el Espíritu prepara al hombre para el Hijo de Dios, el Hijo lo conduce al Padre, el Padre concede la incorrupción para la vida eterna. Ireneo (180 d.C.)
Así se revelaba Dios: pues por todas estas cosas el Padre se manifiesta, por medio de la obra del Espíritu, el ministerio del Hijo y la aprobación del Padre, perfeccionando así al hombre en vista de su salvación. Ireneo (180 d.C.)
El Espíritu de Dios anunció el futuro mediante los profetas, preparándonos y moldeándonos para que fuésemos súbditos de Dios; pues había de suceder que el hombre, por buena voluntad del Espíritu Santo, contemplase a Dios. Ireneo (180 d.C.)
Dios, les dio el don del Espíritu que nos vivifica. Ireneo (180 d.C.)
Ahora recibimos alguna parte de su Espíritu, para perfeccionar y preparar la incorrupción, acostumbrándonos poco a poco a comprender y a portar a Dios. El apóstol lo llamó prenda (es decir, parte de la gloria que Dios nos ha prometido), cuando dijo en la epístola a los Efesios: “En él también ustedes, escuchada la palabra de la verdad, el evangelio de su salvación, creyendo en él han sido sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es prenda de nuestra herencia.” Ireneo (180 d.C.)
Espíritu que está dispuesto como un estímulo, con la debilidad de la carne, por fuerza y absolutamente lo fuerte superará lo débil, de manera que la fortaleza del Espíritu absorberá la debilidad de la carne; y así, el que era carnal, ya no seguirá siéndolo, sino que se convertirá en espiritual, por la comunicación del Espíritu. De este modo los mártires dieron testimonio y despreciaron la muerte, no según la debilidad de la carne, sino según lo que estaba dispuesto de su espíritu. Pues absorbida la debilidad de la carne, manifestó la potencia del Espíritu: y el Espíritu, al absorber la debilidad, posee la carne como su herencia. Ireneo (180 d.C.)
También sobre el Espíritu Santo, porque fue el mismo que estuvo en los patriarcas y profetas y que luego fue dado a los apóstoles. Orígenes (225 d.C.)
Debemos entender que el Espíritu Santo nos enseña verdades que no se pueden expresar con palabras. Orígenes (248 d.C.)
El Espíritu Santo también se llama ‘paracleto’. Se nombra así por su obra de consolación. Porque la palabra ‘paracleto’ en latín equivale a ‘consolación’, porque cualquiera que es digno de participar del Espíritu Santo, sin duda, alcanza consuelo y gozo de corazón. Orígenes (248 d.C.)
BENDICIONES
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