El papel de la obediencia en la salvación
Estén atentos, pues, hermanos, para que sus beneficios, que son muchos, no se vuelvan en juicio contra nosotros, si no andamos como es digno de El, y hacemos las cosas que son buenas y agradables a su vista, de buen grado. Veamos cuán cerca está, y que ninguno de nuestros pensamientos o planes que hacemos se le escapa. Por tanto, es bueno que no nos apartemos de su voluntad. Clemente de Roma (30-100 d.C.)
Hemos visto que todos los justos estaban adornados de buenas obras. Sí, y el mismo Señor, habiéndose adornado Él mismo con obras, se gozó. Viendo, pues, que tenemos este ejemplo, apliquémonos con toda diligencia a su voluntad; hagamos obras de justicia con toda nuestra fuerza. Clemente de Roma (30-100 d.C.)
Con toda seguridad el que, con humildad de ánimo y mansedumbre haya ejecutado, sin arrepentirse de ello, las ordenanzas y mandamientos que Dios ha dado, será puesto en la lista y tendrá su nombre en el número de los que son salvos por medio de Jesucristo. Clemente de Roma (30-100 d.C.)
El buen obrero recibe el pan de su trabajo con confianza, pero el holgazán y descuidado no se atreve a mirar a su amo a la cara. Es, pues, necesario que seamos celosos en el obrar bien, porque de Él son todas las cosas; puesto que Él nos advierte de antemano, diciendo: He aquí, el Señor, y su recompensa viene con él; y su paga va delante de él, para recompensar a cada uno según su obra. Clemente de Roma (30-100 d.C.)
En cuanto esté en nuestra mano, meditemos en el temor de Dios y luchemos por guardar sus mandamientos, a fin de regocijarnos en sus justificaciones… El Señor juzgará al mundo sin acepción de personas: Cada uno recibirá conforme obró. Si el hombre fue bueno, su justicia marchará delante de él; si fuere malvado, la paga de su maldad irá también delante de él. Bernabé (70-130 d.C.)
Ahora bien, el camino de la luz es como sigue: Si alguno quiere andar en este camino hacia el lugar determinado, apresúrese por medio de sus obras. Bernabé (70-130 d.C.)
Sean discípulos de Dios, inquiriendo qué busca el Señor de ustedes, y obren de manera que sean hallados en el día del juicio. Bernabé (70-130 d.C.)
La fe no puede realizar las obras de un incrédulo; ni el no creyente las obras de la fe. Ignacio (105 d.C.)
Ahora bien, el que le levantó a Él de los muertos nos levantará también a nosotros; si hacemos su voluntad y andamos en sus mandamientos. Policarpo (135 d.C.)
Por esta causa, si hacen estas cosas, el Señor dice: Aunque estén unidos a mí en mi propio seno, si no hacen mis mandamientos, yo les echaré y les diré: Apártense de mí, no sé de dónde son, obradores de maldad. Segunda de Clemente (150 d.C.)
Porque si hacemos la voluntad de Cristo hallaremos descanso; pero si no la hacemos, nada nos librará del castigo eterno si desobedecemos sus mandamientos. Y la escritura dice también en Ezequiel: Aunque Noé y Job y Daniel se levanten, no librarán a sus hijos de la cautividad. Pero si ni aun hombres tan justos como éstos no pueden con sus actos de justicia librar a sus hijos, ¿con qué confianza nosotros, si no mantenemos nuestro bautismo puro y sin tacha, entraremos en el reino de Dios? O ¿quién será nuestro abogado, a menos que se nos halle en posesión de obras santas y justas? Segunda de Clemente (150 d.C.)
Por tanto pongamos en práctica la justicia, para que podamos ser salvos hasta el fin. Segunda de Clemente (150 d.C.)
Por lo tanto, hermanos, si hemos hecho la voluntad del Padre, y hemos mantenido pura la carne, y hemos guardado los mandamientos del Señor, recibiremos la vida eterna. Segunda de Clemente (150 d.C.)
Pero ahora te digo: si no los guardas, sino que los descuidas, no tendrás salvación, ni tus hijos ni tu casa, puesto que ya has pronunciado juicio contra ti que estos mandamientos no pueden ser guardados por el hombre. Hermas (150 d.C.)
Estando sentado en mi casa, y glorificando a Dios por todas las cosas que había visto; y considerando, respecto a los mandamientos, que eran hermosos y poderosos y gozosos y gloriosos y capaces de salvar el alma de un hombre, dije para mí: “Bienaventurado seré si ando en estos mandamientos; sí, y todo el que ande en ellos será bienaventurado.”
Hermas (150 d.C.)
Suplicamos que, puesto que hemos conocido la verdad, seamos en nuestras obras hombres de buena conducta, cumplidores de los mandamientos, y así alcancemos la salvación eterna.
Justino Mártir (160 d.C.)
Sabiendo por los profetas que las penas y los suplicios, lo mismo que los premios, se dan por las buenas obras de cada uno, confirmamos que esto es verdadero. Justino Mártir (160 d.C.)
Y como la ley desde tiempos antiguos había enseñado a los seres humanos que debían seguir a Cristo, éste lo aclaró a aquel que le preguntaba qué debía hacer para heredar la vida, respondiendo: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.”
Ireneo (180 d.C.)
Todos esos mandatos no contradicen ni anulan los antiguos, como andan vociferando los marcionitas; sino que los amplían y perfeccionan, como él dijo: “Si su justicia no fuese mejor que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el reino de los cielos” ¿Qué significaba mejor? En primer lugar, no creer sólo en el Padre, sino también en el Hijo que ya se había manifestado: pues éste es el que conduce al ser humano a la comunión y unidad con Dios. En segundo lugar, no sólo decir, sino actuar, pues ellos decían y no hacían, y no sólo abstenerse de obrar mal, sino también de desearlo. Ireneo (180 d.C.)
Ni nos mandó seguirlo porque necesitase de nuestro servicio, sino para procurarnos a nosotros mismos la salvación. Porque seguir al Salvador es lo mismo que participar de la salvación, así como seguir la luz es recibirla. Pues los que están en la luz no la iluminan, sino que ella los ilumina y los hace resplandecer; no le dan nada a ella, sino que reciben de la luz el beneficio de estar iluminados. De modo semejante, quien sirve al Señor nada le añade, ni a Dios le hace falta el servicio humano. Sino que El concede la vida, la incorrupción y la vida eterna a quienes le siguen y le sirven. Ireneo (180 d.C.)
Y así como el hombre desobedeciendo se atrajo para sí la muerte, así, el que quiera, obedeciendo a la voluntad de Dios, puede ganar para sí la vida eterna. Porque Dios nos ha dado una ley y unos mandamientos santos, y todo el que los cumpla puede salvarse y, alcanzada la resurrección, obtener como herencia la incorrupción. Teófilo (180 d.C.)
Debemos corresponder con el amor a quien amorosamente nos guía hacia una vida mejor y vivir de acuerdo con lo que su voluntad dispone, no sólo limitándose a cumplir lo que manda y evitar lo que prohíbe, sino también apartándonos de ciertos ejemplos e imitando otros lo mejor que podamos, a fin de realizar por imitación las obras de (Cristo). Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Quien obtiene [la verdad] y se distingue en las buenas obras. . . ganará el premio de la vida eterna… Algunas personas entienden correcta y adecuadamente que Dios provee el poder necesario, pero menospreciando la importancia de las obras que conducen a la salvación, dejan de hacer los preparativos necesarios para alcanzar la meta de su esperanza. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
El alma será recompensada de acuerdo a lo que merece. O será destinada a obtener la herencia de la dicha y la vida eterna, si es que sus obras hayan ganado ese premio, o será entregada al fuego y los castigos eternos, si la culpa de sus delitos le hayan condenado a eso. Orígenes (225 d.C.)
El Hijo de Dios tomando la forma de un siervo fue obediente hasta la muerte para que pudiera enseñar la obediencia a quienes de ningún modo podrían hallar la salvación, sino por la obediencia. Orígenes (245 d.C.)
Soportando el sufrimiento y siguiendo a Cristo por el camino estrecho en el que Cristo anduvo, podemos recibir el premio de la vida eterna. Cipriano (250 d.C.)
El que sigue a Cristo, se para en sus mandamientos, va por el camino de sus enseñanzas, sigue sus pasos y sus caminos, imita lo que Cristo hizo y enseñó… Llevar el nombre de Cristo y no ir por el camino de Cristo, qué otra cosa es, sino una burla al nombre divino. Es igual que abandonar el camino de la salvación. Pues Él mismo enseña y dice que cualquiera que guarda sus mandamientos entrará a la vida. Cipriano (250 d.C.)
El espíritu debe ganar la inmortalidad por medio de las obras de justicia. Lactancio (304-313 d.C.)
Conduciéndose en el camino de la justicia y siguiendo a su Maestro, el hombre puede alcanzar la vida eterna. Lactancio (304-313 d.C.)
Un hombre no puede alcanzar la inmortalidad por medio de un estilo de vida delicado y fácil. Al contrario, él puede obtener ese premio inefable de la vida eterna sólo con labores dificultosas en extremo. Lactancio (304-313 d.C.)
LA AUTORIDAD MAXIMA: LA PALABRA DE DIOS
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Mateo 7:21
Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis. Mateo 25:33-35
Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. Lucas 13:24
Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si ustedes permaneciereis en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos. Juan 8:31
De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte. Juan 8:51
Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Juan 15:10
El cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad. Romanos 2:6-7
Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia. Hebreos 4:11
Ustedes veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Santiago 2:24
BENDICIONES
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