jueves, 8 de septiembre de 2011

EN DEFENSA DEL CRISTIANISMO

Defensa del cristianismo

 

Nosotros no somos ateos, adoramos al Creador de todo este universo, el cual no necesita sangre, ni libaciones, ni perfumes, como afirmamos. Justino Mártir (160 d.C.) 

(Parte del testimonio de Justino) Y yo mismo, me deleitaba con la doctrina de Platón y oía hablar de los crímenes que se imputaban a los cristianos, pero les veía acercarse serenos a la muerte y a las demás cosas que parecen temibles a los hombres, comprendía que era imposible que aquellos hombres viviesen en la maldad y en el amor de los placeres. Porque el lujurioso y el intemperante y el que cuenta entre las cosas buenas los banquetes en que se sirven carnes humanas, ¿cómo puede abrazar la muerte, que le ha de privar de todos estos bienes? ¿Cómo no ha de preferir el permanecer constantemente en esta vida? Justino Mártir (160 d.C.) 

Avergüéncense de atribuir a hombres inocentes las cosas que ustedes (los paganos) hacen públicamente y de reprochar las cosas que están íntimamente unidas a ustedes y a sus dioses. Justino Mártir (160 d.C.) 

Los cristianos no son culpables de canibalismo. Les está prohibido matar a nadie. Más aún, ni siquiera miran cuando se está perpetrando un asesinato, al paso que los paganos encuentran en ello un placer especial, como lo demuestran los espectáculos de gladiadores. Los cristianos tienen mucho más respeto por la vida humana que los paganos. Por ello, condenan la costumbre de abandonar a los niños recién nacidos. Atenágoras (175 d.C.) 

Atalo (un cristiano) por su parte, al ser tostado en una parrilla, como exhalase muy mal olor su cuerpo, habló de esta manera al pueblo “Esto que están haciendo es comerse a los hombres; nosotros ni comemos a los hombres, ni hacemos mal alguno.” 
Los mártires de Lyon, Francia (177 d.C.) 

Ellos nos persiguen, no porque hacemos el mal; sino por el sólo hecho de ser cristianos, ellos piensan que pecamos contra la vida. Esto se debe a la manera como nos conducimos en este mundo y porque les exhortamos a adoptar una vida similar. 
Clemente de Alejandría (195 d.C.) 

Ustedes piensan que el cristiano es un hombre que comete todos los crímenes, un enemigo de los dioses, del Emperador, de las leyes de la moralidad y de toda la naturaleza. Sin embargo, lo obligan a negarse (de ser cristiano) para absolverlo, sin lo cual no podrían hacerlo. Por tanto ustedes juegan de manera rápida y libre con las leyes. Tertuliano (195 d.C.)


Esto es lo primero que pedimos que se observe en nuestra causa: el aborrecimiento que la maldad tiene contra sólo el nombre ‘cristiano’. Tertuliano (197 d.C.)


Los malhechores rehúsan andar en público, procuran esconderse; presos, tiemblan; acusados, niegan; en el tormento con facilidad confiesan, condenados se entristecen, sentenciados se descargan. Esto no sucede con el cristiano: ninguno se avergüenza de serlo, ni tiene otra pena sino porque antes no lo ha sido; si lo prenden se honra, si le acusan no se defiende, si le preguntan confiesa, si le condenan da gracias. ¿Cómo será, pues, malo aquello que no tiene las propiedades naturales de la maldad que son temor, vergüenza, tergiversación, pena, llanto? ¿Qué calidad, pues, de maldad es esta que los cristianos cometen, donde los delincuentes honran el delito, los presos se gozan, la acusación es su deseo, y la pena su gloria? Tertuliano (197 d.C.) 

Ni es reprensible tomar nosotros el nombre del maestro; que los filósofos platónicos tomaron el nombre de Platón. Los epicúreos de Epicuro, los médicos de Erasistrato, los gramáticos de Aristarco, los cocineros se llamaron apicios por Apicio… En todas las edades nadie se ha dado por ofendido, a nadie se ha castigado por tomar del maestro el nombre de la profesión, ¿y sólo en el cristiano es un delito? Tertuliano (197 d.C.) 

Por lo que respecta al hecho de que muchos nos consideren pobres, no es desgracia, sino gloria. De la manera que nuestra mente se debilita por la riqueza, también se fortalece por la pobreza. Mas, ¿quien es pobre si nada desea? ¿Si no codicia lo que tienen otros? ¿Si es rico para con Dios? Al contrario, el pobre es aquel que desea más, aunque tenga mucho. 
Marco Minucio Félix (200 d.C.) 

A nosotros, en cambio, no nos está permitido ver ni oír hablar de un homicidio y hasta tal punto nos guardamos de la sangre humana que en los alimentos no admitimos siquiera la sangre de los animales comestibles. Marco Minucio Félix (200 d.C.) 


Por lo que respecta a los banquetes incestuosos, se trata de una pura invención tramada contra nosotros por la conspiración de los demonios, para ensuciar la gloria de nuestra castidad esparciendo sobre ella una infamia repugnante y lograr así que los hombres, antes de informarse de la verdad, se alejen de nosotros aterrorizados por esa vergonzosa reputación. Marco Minucio Félix (200 d.C.) 


Entre los persas es lícito unirse a su madre, entre los egipcios y atenienses son legítimos los matrimonios con las hermanas; los incestos son enaltecidos en sus historias y tragedias, que leen y oyen de buena gana. De igual modo, dan culto a dioses que han cometido uniones incestuosas con su madre, su hija o su hermana… Así, traman la mentira del incesto contra nosotros, incluso sin tener conciencia de ello. 
Marco Minucio Félix (200 d.C.) 

Nosotros (los cristianos), en cambio, mostramos el pudor no en el rostro, sino en el alma: de buena gana permanecemos unidos con el vínculo de un único matrimonio y ejercemos el deseo de engendrar con una sola mujer, o con ninguna. 
Marco Minucio Félix (200 d.C.) 

Y hay muchos entre nosotros que disfrutan, sin jactarse de la virginidad perpetua de un cuerpo intacto; en suma, el deseo del incesto está tan lejos de nosotros que a algunos incluso una unión honesta les avergüenza. Marco Minucio Félix (200 d.C.)


Si rechazamos sus honores y sus púrpuras, no es porque contemos sólo con lo más bajo de la plebe, y si todos conocemos un único bien, no es porque seamos conspiradores, pues mostramos la misma serenidad en grupo que individualmente, ni tampoco somos charlatanes en los rincones por el hecho de que se avergüenzan o temen oírnos en público. 
Marco Minucio Félix (200 d.C.) 


Así pues, para terminar, nos distinguimos fácilmente no por una marca corporal, como creen, sino por el signo de la inocencia y de la modestia; nos amamos unos a otros, lo cual les aflige, porque no sabemos odiar; y nos llamamos hermanos, cosa que les produce envidia, como es propio de hombres que tienen a un único Dios por padre, que son partícipes de la misma fe y coherederos de la esperanza. 
Marco Minucio Félix (200 d.C.)


(Respuesta a Celso, el crítico del cristianismo:)Se nos insta que ‘ayudemos al rey con toda nuestra fuerza, que colaboremos con él en la preservación de la justicia, que peleemos por él, y si él lo exigiera, que peleemos en su ejército, o que mandemos un regimiento para apoyarlo.’ Respondemos que sí ayudamos a los reyes, cuando necesitan de nuestra ayuda, pero en una manera divina, vistiéndonos ‘con toda la armadura de Dios’. Esto hacemos obedeciendo lo que nos mandó el apóstol: ‘Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia’. Entre más uno se supera en la santidad, más puede ayudar a los reyes. Orígenes (225 d.C.) 

BENDICIONES

No hay comentarios:

Publicar un comentario