viernes, 2 de septiembre de 2011

CONFESANDO A CRISTO COMO SEÑOR Y SALVADOR

 
Confesando a Cristo como Señor y Salvador


Sí, Él mismo dijo: Al que me confesare, yo también le confesaré delante del Padre. Esta es, pues, nuestra recompensa si verdaderamente confesamos a Aquel por medio del cual hemos sido salvados. Pero, ¿cuándo le confesamos? Cuando hacemos lo que Él dijo y no somos desobedientes a sus mandamientos, y no sólo le honramos con nuestros labios, sino con todo nuestro corazón y con toda nuestra mente. Por tanto, no sólo le llamemos Señor, porque esto no nos salvará; porque Él dijo: No todo el que me llama Señor, Señor, será salvo, sino el que obra justicia. Así pues, hermanos, confesémosle en nuestras obras, amándonos unos a otros, no cometiendo adulterio, no diciendo mal el uno del otro, y no teniendo celos, sino siendo templados, misericordiosos y bondadosos. Y teniendo sentimientos amistosos los unos hacia los otros, y no siendo codiciosos. Con estas obras le hemos de confesar, y no con otras. Segunda de Clemente (150 d.C.) 

Por lo tanto si tú llevas el nombre del Señor, y no llevas su poder, llevarás el nombre sin ningún resultado. Hermas (150 d.C.) 

Confesamos que somos cristianos, aunque sabemos que semejante confesión lleva consigo la pena de muerte. Justino Mártir (160 d.C.) 

Y los que evidentemente no viven como Él enseñó no son de ninguna manera cristianos, aunque con su lengua confiesen la doctrina de Cristo. Porque Él dijo que se salvarían no los que se limitaban a decir, sino los que, además, practicaban obras. 
Justino Mártir (160 d.C.) 

Y si ustedes quisieran decir la verdad, habrán de confesar que somos más fieles para Dios los que hemos sido llamados por Él por el despreciado y lleno de oprobio misterio de la cruz; por cuya confesión y obediencia y piedad somos condenados a tormentos hasta la muerte. Justino Mártir (160 d.C.) 

Aquella poderosa doctrina, que sus apóstoles, partiendo de Jerusalén, habían de predicar por todo el mundo, y que nosotros, aunque está decretada y preparada la muerte para todos los que enseñan o confiesan resueltamente el nombre de Cristo, la abrazamos y la enseñamos por todo el mundo. 
 Justino Mártir (160 d.C.) 

Y dijo a los discípulos: ¡Si alguno quiere venir detrás de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga! Pues quien quisiere salvar su vida la perderá, y quien la perdiere por mí la salvará. Esta es la predicación abierta de Cristo: que él es el Salvador de quienes por confesarlo serán entregados a la muerte y perderán su vida. Ireneo (180 d.C.) 

Los mártires confesaban a Cristo por medio de la muerte.
La multitud de los presentes contempló admirada la batalla celestial por Dios y el combate espiritual por Cristo, vio cómo sus siervos confesaban abiertamente su fe con gran libertad, sin ceder en lo más mínimo, con la fuerza de Dios, enteramente desprovistos de las armas de este mundo, pero armados, como creyentes, con las armas de la fe. Cipriano (250 d.C.) 


 LA AUTORIDAD MAXIMA: LA PALABRA DE DIOS




No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. Mateo 7:21-23 


BENDICIONES

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