El libre albedrío y la naturaleza del hombre
A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra ustedes, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia; amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él. Deuteronomio 30:19-20
Desde el principio Dios creó el linaje humano dotado de inteligencia y de facultad para escoger lo verdadero y obrar rectamente, de tal modo que ningún hombre puede tener excusa alguna ante Él, porque han sido dotados de razón y creados con aptitud y habilidad para entender.
Justino Mártir (160 d.C.)
Por otra parte, si el género humano no tiene faculta para huir de las cosas malas y escoger lo bello, no es responsable de nada de lo que haga. Pero demostramos con el siguiente argumento que el hombre obra bien o mal por libre decisión del espíritu. Justino Mártir (160 d.C.)
El Espíritu Santo reprende a los hombres porque habiendo sido creados impasibles e inmortales a semejanza de Dios con tal de que guardaran sus mandamientos, y habiéndoles Dios concedido el honor de llamarse hijos suyos, ellos, por querer asemejarse a Adán y a Eva, se procuran a sí mismos la muerte... Queda así demostrado que a los hombres se les concede el poder ser dioses, y que a todos se da el poder ser hijos del Altísimo, y culpa suya es si son juzgados y condenados como Adán y Eva.
Justino Mártir (160 d.C.)
Dios, queriendo que ángeles y hombres siguieran su voluntad, determinó crearlos libres para practicar el bien. Justino Mártir (160 d.C.)
Isaías, predicando en Judea en disputa con Israel los llamaba “príncipes de Sodoma y pueblo de Gomorra.” Así daba a entender que ellos se habían hecho semejantes a los sodomitas, por la transgresión y por cometer los mismos pecados: por la semejanza de sus actos los llamó con la misma palabra. No es que Dios los hubiera hecho así por naturaleza, ya que ellos podían obrar justamente, pues les dijo dándoles un buen consejo: “Lávense, purifíquense, arrojen de sus corazones la maldad ante mis ojos, apártense de sus iniquidades.” Ireneo (180 d.C.)
El hombre fue creado racional, y por ello semejante a Dios, libre en sus decisiones y con un fin en sí mismo; y si alguna vez se convierte en paja y otra en trigo, es por su propia responsabilidad. Ireneo (180 d.C.)
Esta frase: “¡Cuántas veces quise recoger a tus hijos, pero tú no quisiste!,” bien descubrió la antigua ley de la libertad humana; pues Dios hizo libre al hombre, el cual, así como desde el principio tuvo alma, también gozó de libertad, a fin de que libremente pudiese acoger la Palabra de Dios, sin que éste lo forzase. Dios, en efecto, jamás se impone por la fuerza, pues en él siempre está presente el buen consejo. Por eso concede el buen consejo a todos. Tanto a los seres humanos como a los ángeles otorgó el poder de elegir, a fin de que quienes le obedecen conserven para siempre este bien como un don de Dios que ellos custodian. En cambio no se hallará ese bien en quienes le desobedecen, y por ello recibirán el justo castigo. Ireneo (180 d.C.)
Si, en efecto, unos seres humanos fueran malos por naturaleza y otros por naturaleza buenos, ni éstos serían dignos de alabanza por ser buenos, ni aquéllos condenables, porque así habrían sido hechos. Pero, como todos son de la misma naturaleza, capaces de conservar y hacer el bien, y también capaces para perderlo y no obrarlo, con justicia los seres sensatos (¡cuánto más Dios!) alaban a los segundos y dan testimonio de que han decidido de manera justa y han perseverado en el bien. Ireneo (180 d.C.)
¿Cómo podrías hacerte dios, si primero no te haces un ser humano? ¿Cómo pretendes ser perfecto, si fuiste creado en el tiempo? ¿Cómo sueñas en ser inmortal, si en tu naturaleza mortal no has obedecido a tu Hacedor? Es, pues, necesario que primero observes tu orden humano, para que en seguida participes de la gloria de Dios. Ireneo (180 d.C.)
Pues el hombre es la más bella de sus criaturas y un ser viviente capaz de amar a Dios. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Más bien el Señor vino a nosotros porque nos habíamos extraviado en nuestros pensamientos, los cuales se corrompieron a consecuencia de la desobediencia a los mandatos, ya que nosotros preferimos el placer. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Si alguien introduce amor en su alma, aunque haya nacido en pecado y cometido muchas cosas prohibidas, es capaz de corregir sus errores. Él puede hacer esto, aumentando su amor y adoptando un arrepentimiento puro. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Cuando David dice: “En pecado fui concebido, y mi madre me engendró en la iniquidad,” habla en lenguaje profético refiriéndose a la madre Eva; pero Eva es “madre de vivientes,” y aunque él fuera concebido en el pecado, no por ello él mismo está en pecado ni él mismo es pecado. Todo el que se convierte del pecado a la fe, se convierte de las costumbres de pecador, que son como una madre, a la vida. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Ni alabanza ni condenación, ni recompensa ni castigo, sería justo si el hombre no tuviera el poder de escoger lo bueno y evitar lo malo, si el pecado fuera involuntario. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Los herejes nos presentan la cuestión de si Adán fue creado perfecto o imperfecto. Porque si lo fue imperfecto, ¿cómo puede ser imperfecta la obra de un Dios perfecto, y más aún tratándose del hombre? Pero si era perfecto, ¿cómo traspasó el mandato? Nuestra respuesta es que no fue creado perfecto en su constitución, pero si dispuesto para recibir la perfección. Hay cierta diferencia entre tener capacidad para la virtud y poseerla. Dios quiere que nos salvemos por nosotros mismos, pues ésta es la naturaleza del alma, la de poder moverse por sí misma… todos, como he dicho, están hechos para alcanzar la virtud. Lo que sucede es que unos se entregan más, y otros menos al aprendizaje y a la práctica de la misma. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Definimos el alma humana como nacida del soplo de Dios, inmortal, incorpórea, de forma humana, simple en su sustancia, consciente de sí misma, capaz de seguir varios cursos, dotada de libre albedrío, sometida a circunstancias externas, mudables en sus capacidades, racionales, dominadoras, capaces de adivinación y procedentes de un tronco común. Tertuliano (197 d.C.)
Con todo, sigue habiendo el bien en el alma, a saber, aquel bien original, divino y genuino que es propiamente suyo por naturaleza. Porque lo que procede de Dios propiamente no queda destruido, sino entenebrecido, ya que, en efecto, puede ser entenebrecido, puesto que no es Dios, pero no puede ser destruido, porque procede de Dios. Tertuliano (197 d.C.)
¿No es la doctrina de los gnósticos, desde el principio y en todo lugar, un ataque contra la carne? Su doctrina va contra el origen de la carne, su naturaleza, sus debilidades y contra el fin inalterable que le espera. Según ellos, la carne es impura desde su primera formación de las partes más bajas de la tierra… es indigna, débil; está cubierta de culpa, cargada de miseria y llena de molestias.
Tertuliano (210 d.C.)
Ahora examinamos el pasaje: “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.” Los arrangement que nos critican dicen… que la salvación no depende de nosotros, sino de la disposición hecha por el que nos formó así como somos… Si ellos (los gnósticos) dicen que es una virtud desear los que es bueno y correr tras ello, tenemos que hacerles la pregunta: ¿Cómo puede una naturaleza pecaminosa desear cosas mejores? Sería como el árbol malo que da fruto bueno, ya que es un acto virtuoso desear cosas mejores.
Orígenes (225 d.C.)
Ciertos hombres que sostienen ideas contrarias, malinterpretan estos pasajes. Ellos destruyen el libre albedrío al introducir la idea de una naturaleza pecaminosa incapaz de salvación, y sostienen que otros pueden ser salvos de tal forma que no pueden perder la salvación. Orígenes (225 d.C.)
No hay ninguna criatura racional que no sea capaz de hacer lo bueno o lo malo. Orígenes (248 d.C.)
Usemos la siguiente ilustración del evangelio: Hay un terreno pedregoso con poca tierra en la superficie. Si las semillas caen en él, brotarán con rapidez, pero no teniendo raíz, se queman y marchitan al salir el sol. Ahora, dicho terreno es el alma humana, endurecida debido a su descuido: llegó a ser piedra a causa de su maldad. Porque nadie recibe de Dios un corazón hecho de piedra. Al contrario, muchos han llegado a ser malvados por medio de la educación, el ejemplo perverso y las influencias externas.
Orígenes (248 d.C.)
El maestro de la virtud debe ser muy semejante al hombre. Esto es para que así, venciendo el pecado, él pueda enseñar al hombre que él tiene poder de vencer al pecado. El maestro podría decir: “Mira lo que yo mismo hago. Siendo la naturaleza de la carne a pecar, yo también tengo la misma carne, pero el pecado no tiene dominio sobre mí. He vencido la mismas cosas que tu temes, para hacerte victorioso sobre el dolor y la muerte. Yo voy delante de ti, pasando por las cosas que tú afirmas que son imposibles de soportar. Si no puedes seguir las instrucciones que te doy, sigue mi ejemplo.” De esta manera no hay ninguna excusa. Entonces hay que confesar que el hombre es injusto por su propia culpa. Lactancio (304-313 d.C.)
Nadie pudo nacer vicioso. Más bien, si nosotros hacemos un mal uso de las afecciones, éstas llegan a ser vicios. Si las usamos bien, llegan a ser virtudes. Lactancio (304-313 d.C.)
BENDICIONES
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