martes, 18 de octubre de 2011

CONSTANTINO, EL PRIMER EMPERADOR CREYENTE


Aunque la mayoría de la gente piensa en Constantino como el primer emperador creyente, realmente hubo un emperador romano anterior que aparentemente había profesado el cristianismo. Su nombre fue Felipe el Árabe, y gobernó un breve lapso de tiempo en el siglo antes de Constantino. Felipe se había casado con una mujer cristiana, y él creyó que el cristianismo era la religión verdadera. Eusebio nos dice:

Después de seis años como emperador romano, Gordión murió y Felipe le sucedió. Se dice que él fue cristiano y quiso unirse a los creyentes en las oraciones de la iglesia en el día de la última vigilia pascual. Pero el obispo de aquel tiempo no le permitiría entrar hasta que él hiciera confesión pública y se uniera a los que eran considerados pecadores y ocupaban el lugar en la iglesia de los penitentes. De lo contrario, de no haber hecho eso, él nunca habría sido recibido, debido a los tantos cargos que había en su contra. 

Se dice que él aceptó de buena gana, mostrando por medio de sus acciones, cuán genuina y piadosamente estaba él dispuesto a aprender el temor de Dios.

Los obispos en el tiempo de Constantino hubieran podido hacer lo mismo. Hubieran podido llamar a Constantino al arrepentimiento sin ceder. ¡De esa manera se habrían dado cuenta de cuán genuina era su creencia!


Las señales de aviso son desatendidas

Hay varias señales de aviso que pueden indicar que una persona está sufriendo o está a punto de sufrir un ataque cardíaco. Algunas de estas señales son una presión o dolor molesto en el pecho, dolor en el brazo izquierdo y falta de aire. La falta de acatar estas señales de aviso se cobra muchas vidas.

Asimismo, los primeros cristianos del tiempo de Constantino desatendieron las señales de aviso que Jesús había dado con relación al reino: “¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas. (…) Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos” (Lucas 6.26; Mateo 5.11–12).

Es parte de la naturaleza humana creer que andamos bien cuando somos populares y la gente habla bien de nosotros. Pero esto no es así en el reino de Dios.

Algo anda mal cuando el mundo habla bien de nosotros y desea ser nuestro amigo. 

Lamentablemente, los cristianos del siglo IV, al parecer, habían olvidado completamente la advertencia de Jesús.



BENDICIONES

FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com
Tomado del Libro: EL REINO QUE TRASTORNÓ EL MUNDO de David Bercot.
 

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