sábado, 8 de octubre de 2011

¿PUEDE UN RICO SER "POBRE EN ESPIRITU"?



Teóricamente, una persona puede tener una relativa abundancia de los bienes de este mundo y aun así ser “pobre en espíritu”. O sea, la riqueza es su siervo, no su amo. Pablo es un buen ejemplo de alguien que fue “pobre en espíritu”. Tal y como les dijo a los filipenses: “No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad” (Filipenses 4.11–12). Ya fuera que tuviera mucho o poco, Pablo siempre estuvo desligado de sus bienes materiales. Él no vacilaba en renunciar a ellos cuando surgía la necesidad.

Sin embargo, incluso en su abundancia, dudo que Pablo alguna vez fuera rico. Además, todos debemos entender que es extremadamente difícil ser rico y a la vez “pobre en espíritu”. Como dijo Jesús: “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. Si tenemos un tesoro aquí en la tierra, nuestro corazón estará en ese tesoro. Estaremos preocupados por mantenerlo, y tendremos congoja por la idea de que pudiéramos perderlo. Por esa razón, Jesús dijo en otra ocasión: “Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (Mateo 19.24).

Como vimos en el capítulo anterior, Jesús nos dijo claramente: “Cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14.33). 

Obviamente, mientras más cosas tengamos que renunciar, más difícil nos será soltarlas. Podemos convencernos a nosotros mismos de que aún somos “pobres en espíritu”, pero no vamos a engañar a Jesús. Él sabe dónde está nuestro tesoro, aun cuando nosotros mismos no lo sabemos.

Las enseñanzas radicales de Jesús sobre las riquezas deben estremecer las almas de todos los cristianos norteamericanos. ¿Por qué? Porque somos la nación más rica sobre la faz de la tierra. De hecho, los Estados Unidos es la nación más rica en la historia de la humanidad. En el año 2002, los estadounidenses obtuvieron ingresos equivalentes a $36.300,00 dolares por cada hombre, mujer y niño en los Estados Unidos. La mitad de las familias en los Estados Unidos devengan al menos $56.000,00 dolares al año.

Sin embargo, la típica familia norteamericana no se considera particularmente rica. Eso se debe a que su nivel de vida es más o menos el mismo que el de otras familias a su alrededor. Más bien, los norteamericanos a menudo se quejan de cuán difíciles son los tiempos y se lamentan de que el dinero no alcanza.

No obstante, un solo viaje a un país del tercer mundo es suficiente para que un norteamericano abra sus ojos y se dé cuenta de la inmensa riqueza que poseemos como nación. Nosotros los norteamericanos de verdad somos ricos, sea que lo admitamos o no. En la mayor parte del mundo, cualquier familia que perciba $56.000,00 dolares al año sería considerada como una familia extremamente rica.

Como mencioné anteriormente, el ingreso per cápita actual en los Estados Unidos es de $36.300,00. En cambio, el ingreso per cápita en Rumania es de sólo $6.800,00 al año, menos de 1/5 del ingreso per cápita norteamericano.



Sin embargo, el ingreso per cápita en Rumania es mayor que en la mayoría de los países del mundo; es aproximadamente dos veces mayor que el de Honduras, cuyo ingreso per cápita es de sólo $2.600,00 al año. Pero a su vez el ingreso per cápita de Honduras es más de dos veces mayor que el de Uganda, el cual sólo es de $1.200,00 al año. Y el de Uganda es más de dos veces mayor que el de Somalia que es de $550,00 al año.De modo que el ingreso per cápita de los norteamericanos es 66 veces mayor que el de los somalíes. Es decir, ¡en 5 1/2  días nosotros devengamos lo que un somalí típico gana en un año!

De modo que, ¿dónde nos ubica esto en lo que se refiere al reino de Dios? Nosotros los norteamericanos somos ricos, y Jesús dijo que “es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios”. Contrario a lo que la mayoría de los cristianos piensan, las riquezas de los Estados Unidos no son una bendición de Dios. Equiparar la prosperidad material con la bendición de Dios es un vestigio del sistema de valores antiguo. Es una muestra de que no hemos hecho el cambio de paradigma necesario. En el reino de Dios, ¡los pobres son bendecidos y los ricos tienen que esforzarse para hacer pasar su camello por el ojo de una aguja!

¿Estamos nosotros los cristianos norteamericanos sin esperanza? No, por cuanto Jesús nos ha extendido el hilo de esperanza más fino. Cuando sus discípulos escucharon sus palabras sobre la dificultad de un rico para entrar en el reino, ellos se asombraron y preguntaron: “¿Quién, pues, podrá ser salvo? Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible” (Mateo 19.25–26).

Así que hay esperanza para los ricos, gracias a la intervención de Dios. Pero nosotros los norteamericanos sólo nos engañamos a nosotros mismos si pensamos que todos vamos a apretujarnos para pasar por esta excepción estrecha. Si queremos entrar en esta excepción, definitivamente tendremos que asegurarnos de estar cumpliendo, muy al día, todo lo que Jesús nos presentó como el enfoque primordial de sus valores:

Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. (…) De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis (Mateo 25.34–36, 40).

Según este pasaje, hay buenos usos para el dinero, usos con valor eterno: alimentar, vestir, proteger y visitar a los enfermos, a los pobres y a los encarcelados. Y si nosotros los prósperos cristianos norteamericanos queremos permanecer en el reino de Dios, estos ministerios de beneficio para otros deben ser aspectos primordiales de nuestro enfoque, así como lo son para Jesús.

Me resulta extraño que entre los cristianos creyentes de la Biblia, servir a los pobres a menudo es visto como un ministerio inferior. Si usted no está salvando almas, muchos dirían que esencialmente su ministerio carece de valor. Sin embargo, en el reino permitimos que Jesús sea quien decida lo que es valioso y lo que no lo es. Y él dice que ayudar a los pobres es un ministerio primordial. De hecho, él dice que será un factor decisivo a la hora de saber quién hereda el reino y quién no. Compartir con los pobres es tan importante como predicar el evangelio de Jesús.


BENDICIONES

FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com
Tomado del Libro: EL REINO QUE TRASTORNÓ EL MUNDO de David Bercot.

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