En África del Norte, había ocurrido una ruptura en la iglesia con relación al tema de los líderes de la iglesia que habían transigido durante la persecución diocleciana.
Con el tiempo, aquellos cristianos que se negaron a relacionarse con los líderes que habían transigido*** llegaron a ser conocidos como los donatistas. Los otros fueron conocidos como los católicos. A consecuencia de esta ruptura, había dos obispos, dos grupos de ancianos y dos cuerpos de creyentes en Cartago, África del Norte: los donatistas y los católicos. Cada uno afirmaba ser la iglesia legítima en esa ciudad.
En el pasado esta polémica hubiera sido un asunto puramente interno de la iglesia primitiva. Pero las “bendiciones” de Constantino a la iglesia primitiva crearon un problema de dimensiones completamente nuevas. ¿Cuál obispo recibiría el generoso salario ofrecido por el estado? ¿Cuál obispo y cuál grupo de presbíteros sería eximido del pago de impuestos? ¿Cuál obispo estaría a cargo de la nueva iglesia suntuosa que había sido reconstruida a expensas del estado?
El gobierno de Constantino inicialmente reconoció a Caeciliano, el obispo católico, como el legítimo obispo de Cartago. De modo que a Caeciliano le fue asignado un salario por parte del estado, y él y todos los de su clero fueron eximidos del pago de impuestos.
Indignados por esto, los donatistas redactaron una queja que presentaron al procónsul de África, afirmando que ellos eran la iglesia legítima de Cartago. El procónsul le hizo llegar la queja a Constantino. Sin saber qué debía hacer, Constantino designó al obispo de Roma para que viera el caso. Como era de esperar, el poco exigente obispo de Roma se puso de parte del obispo católico, Caeciliano, quien era su amigo.
Creyendo que no habían recibido un juicio justo, los donatistas le pidieron a Constantino que designara a alguien más imparcial para que escuchara su caso. Fue así como Constantino convocó un concilio de obispos en la provincia de Galia (actual Francia) para ver el caso. El concilio se reunió en Arles en el año 314, y una vez más ellos decidieron en favor de los católicos. Los donatistas, por su parte, apelaron una vez más a Constantino. En esta ocasión, Constantino en persona escuchó el caso y también decidió a favor de los católicos.
La polémica de los donatistas sentó un precedente, a partir del cuál el emperador romano se sintió en derecho de convocar los concilios de la Iglesia e incluso juzgar y decidir los asuntos de la Iglesia. El muro entre la iglesia y el estado se había desmoronado en gran medida.
Ahora los cristianos estaban dispuestos a mezclar los asuntos del reino de Dios con los asuntos de este mundo.
*** Transigir: Tolerar o admitir una cosa que no gusta o que va contra los propios principios
BENDICIONES
FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com
Tomado del Libro: EL REINO QUE TRASTORNÓ EL MUNDO de David Bercot.
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