En su Sermón del Monte, Jesús usó una expresión un tanto diferente de la usada en el Sermón de la Llanura registrado en Lucas 6. En el Sermón del Monte, él dijo: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5.3). Esa expresión de “pobres en espíritu” no se usa en ninguna otra parte de la escritura. Muchos comentaristas modernos piensan que significa “desalentados” o “humildes”. Tal vez sea así.
Sin embargo, uno de los ancianos del segundo siglo de la iglesia primitiva, Clemente de Alejandría, la interpretó de una forma muy diferente. Él entendía que Jesús estaba diciendo: “Bienaventurados los que son pobres en sus almas”. (Es decir, aquellos que, sin importar cuánto posean, sea mucho o poco, tienen sus almas desligadas de las cosas materiales. El hecho es que una persona puede ser pobre en lo material, pero ser muy codiciosa en espíritu. De hecho, la gran mayoría de los pobres de este mundo no son “pobres en espíritu”. El enfoque de sus almas no es el reino, sino las riquezas).
La pobreza de los mundanos no es algo que ellos escogen. Muchos pobres mundanos tienen sus corazones enfocados en obtener más cosas materiales. Ellos envidian a los ricos y a la clase media. De hecho, su deseo por las riquezas es tan fuerte que a menudo se endeudan para comprar lo que no pueden pagar. Algunos pobres mundanos son tramposos y hasta roban. Generalmente están atrasados en los pagos que se han comprometido a saldar. Este tipo de personas es capaz de abandonar la ciudad con tal de no pagar sus cuentas o declararse en bancarrota para que sus acreedores tengan que cargar con el muerto. Los pobres mundanos a veces están tan a favor del consumo de cosas llamativas como los ricos. O sea, ellos desean usar la ropa más elegante o manejar un auto llamativo. Lo cierto es que ellos son amantes del dinero al igual que los ricos.
Otro tipo de pobre mundano es simplemente el holgazán o irresponsable. Estas personas pueden dedicar poco tiempo a percibir ingresos, lo cual puede ser loable. Sin embargo, terminan siendo una carga para los demás; su iglesia, padres, amigos o el gobierno. (Ahora bien, yo no me refiero a las personas que no pueden trabajar, como es el caso de los ancianos, los enfermos y los discapacitados.)
A menudo los holgazanes no tienen dinero porque lo derrochan en bebidas, juegos, cigarros, drogas y cosas por el estilo. Esos pobres mundanos que profesan ser cristianos hacen muy poco por el reino. Ellos no trabajan por las riquezas, pero tampoco trabajan para Cristo.
En cambio, la pobreza de los súbditos del reino sí es algo escogido. Algunos de los pobres del reino son cristianos que anteriormente fueron ricos, pero dieron su riqueza para ayudar a los necesitados. Otros ya eran pobres y siguen siendo pobres por decisión propia. Los pobres piadosos no son simplemente pobres en lo externo, sino también internamente. Los planes de su corazón tienen su enfoque en el reino, no en cómo adquirir más riquezas. Los pobres del reino no envidian a los más prósperos, ya que ellos de verdad creen que ser pobre es una bendición. En ese caso, ¿por qué envidiar a los ricos? Al fin y al cabo, son los ricos quienes se están perdiendo una bendición.
Los pobres del reino no son holgazanes, sino gente trabajadora. Según sus circunstancias, puede ser que ellos tengan que trabajar a tiempo completo para suplir las necesidades de sus familias. Ellos saben bien que las escrituras enseñan: “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Tesalonicenses 3.10). Pero sea que trabajen a tiempo completo o no, también trabajan duro para el reino.
Los pobres del reino no son codiciosos. Ellos no compran cosas que no puedan pagar, ni tampoco adquieren bienes de consumo a crédito. Ellos hacen frente a sus compromisos, porque su “Sí” es “Sí” y su “No” es “No”. Los pobres del reino pueden dedicarse al evangelio y vivir de él; para Dios eso es honorable… siempre y cuando trabajen duro en el servicio de su Rey. Sin embargo, los pobres del reino no viven a expensas de sus padres, amigos, o instituciones de bienestar social. Ellos no son una carga para los demás.
BENDICIONES
FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com
Tomado del Libro: EL REINO QUE TRASTORNÓ EL MUNDO de David Bercot.
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