martes, 18 de octubre de 2011

EL EVANGELIO ES ACALLADO


Como ya he mencionado, Constantino hizo de varios obispos y presbíteros sus consejeros. Esto brindaba una magnífica oportunidad para probar si Constantino había sido enviado por Dios o no. Aquellos consejeros tan sólo tenían que darle consejo a Constantino sin transigir en cuestiones del evangelio… y luego esperar para ver cuál sería su respuesta. 

Si Constantino rechazaba el consejo piadoso o se enojaba, su programa no era de Dios. Los hombres fieles de Dios siempre les habían hablado francamente a los gobernantes. Vea los ejemplos de Samuel, Natán, Elías, Isaías y Jeremías. Ellos no temían decirles la verdad de Dios a los reyes.

O vea el ejemplo de Juan el Bautista. Los líderes religiosos judíos se habían acercado a él y le habían preguntado lo que debían hacer. Juan hubiera podido pensar: ¡De veras que Dios está bendiciendo mi ministerio! Ahora hasta los líderes judíos desean venir a escucharme predicar. ¡Por medio de su apoyo y ayuda yo seré capaz de llegar a toda la nación judía! No, Juan no pensó así, ¿verdad? Más bien, él los amonestó por sus pecados, diciéndoles: “¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Mateo 3.7–8).

Así de firme fue Juan el Bautista con el Rey Herodes. Herodes consideraba a Juan un auténtico profeta de Dios. Como rey, Herodes tenía una posición que le permitía brindarle una enorme ayuda a Juan. Pero, ¿halagó Juan a Herodes, o suavizó su mensaje para con él? No, en lo más mínimo. 

Las escrituras nos dicen: “El mismo Herodes había enviado y prendido a Juan, y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano; pues la había tomado por mujer. Porque Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano. Pero Herodías le acechaba, y deseaba matarle, y no podía; porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba a salvo” (Marcos 6.17–20).

Juan hubiera podido prosperar materialmente, pues era un profeta que contaba con el apoyo del rey. Pero el silencio habría implicado aprobación, y esto habría engañado a Herodes y a Herodías. Al hablar claro, Juan le dio a Herodes la oportunidad de arrepentirse. Herodes consideraba a Juan un varón justo y santo. Si verdaderamente deseaba servir a Dios, Herodes habría hecho caso a las palabras de Juan. Pero Herodes no estaba dispuesto a llevar su cruz. Al final, él se convirtió, aunque contra su voluntad, en el asesino de Juan.

Nuestro propio Rey nos dejó el ejemplo. Cuando el joven rico se le acercó, Jesús escuchó respetuosamente el testimonio del hombre. Y luego le dijo: “Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme” (Lucas 18.22). Como resultado de esto, Jesús perdió a un posible discípulo.

Los primeros líderes cristianos en los días de Constantino hubieran podido hacer lo mismo. Ellos hubieran podido decirle a Constantino que se despojara de sus riquezas y su poder. Hubieran podido recordarle las palabras de Jesús al joven rico. 

Hubieran podido decirle que amara a sus enemigos y que les hiciera el bien. Sin embargo, no lo hicieron.


BENDICIONES

FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com
Tomado del Libro: EL REINO QUE TRASTORNÓ EL MUNDO de David Bercot.

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