lunes, 17 de octubre de 2011

CONSTANTINO Y EL REINO DE DIOS


Hasta aquí hemos visto lo que Jesús y sus apóstoles enseñaron, y hemos visto cómo la iglesia primitiva, durante casi trescientos años, siguió la enseñanza de Jesús de forma muy literal. Sin embargo, estas enseñanzas no son practicadas hoy por la mayoría de los cristianos. ¿Qué pasó entonces?

Durante los últimos cuarenta años del siglo III (desde aproximadamente el año 260 al 300 d. de J.C.), la iglesia primitiva disfrutó de un tiempo de paz sin precedentes. Hubo persecuciones locales esporádicas, pero no una persecución a gran escala en el Imperio. Esto pareció como una bendición para la iglesia exhausta y acosada que había sobrevivido ola tras ola de persecución violenta desde el tiempo de su fundación.

Sin embargo, la iglesia primitiva comenzaba a perder su primer amor. A consecuencia, la iglesia primitiva olvidó que Jesús dijo que es una bendición cuando somos perseguidos. La iglesia comenzó a bajar la guardia. Con la persecución fuera de sus mentes, los primeros cristianos comenzaron a reñir los unos con los otros. La teología (aparte de los puntos elementales) siempre había sido algo secundario para la iglesia, pero ahora pasó a la vanguardia. Los airados debates teológicos surgieron a través de todo el Imperio.

Los primeros cristianos también olvidaron las palabras de Jesús sobre el poder eclesiástico: “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo” (Mateo 20.25–27). 

En lugar de desear ser los siervos de todos, los obispos de las principales ciudades del Imperio (Roma, Antioquía y Alejandría) comenzaron a hacer maquinaciones para obtener el poder. El obispo de Roma comenzó a afirmar que él era el sucesor de Pedro y que él tenía jurisdicción sobre todas las otras iglesias.

Los primeros cristianos también comenzaron a perder su separación del mundo. La disciplina comenzó a relajarse, particularmente en Roma. Por primera vez en la historia, los primeros cristianos comenzaron a asumir posiciones gubernamentales. 

No obstante, la iglesia del año 300 d. de J.C. era aún mucho más disciplinada y estaba más separada del mundo que la gran mayoría de las iglesias de hoy. Pero había retrocedido considerablemente de lo que una vez había sido.

De pronto, la paz de cuarenta años llegó a su fin, sorprendiendo desprevenidos a la mayoría de los primeros cristianos. En el año 303, el Emperador Diocleciano inició la persecución más devastadora que la iglesia jamás había experimentado. Las casas de oración de los primeros cristianos eran quemadas en todas partes, y las Biblias eran combustible para las fogatas. Los soldados encarcelaban a la fuerza a hombres y mujeres y los torturaban con cuanto tormento espantoso pudieran concebir sus mentes torcidas. Aunque muchos cristianos cedieron durante esta persecución, la iglesia en su conjunto permaneció firme. Aunque habían perdido parte de su celo por el reino, los cristianos aún estaban dispuestos a morir por su Rey.

La persecución continuó golpeando a los primeros cristianos durante ocho largos años, pero el gobierno no pudo destruir a la iglesia primitiva. Al final, el reino de Dios prevaleció. No había sido una batalla fácil, pero los primeros cristianos le habían demostrado a Satanás que él no podría derrotar el reino de Dios por medio de la fuerza bruta. Agotado, el Emperador Diocleciano promulgó el Edicto de Tolerancia en el año 311, el cual puso fin a la persecución. 

Al admitir la derrota, el emperador les pidió a los primeros cristianos que oraran por él. Luego el emperador dejó su cargo y más tarde se suicidó. ¡Satanás había sido derrotado!

Pero, ¿de veras había sido derrotado? Lo que la iglesia primitiva no sabía era que Satanás tenía un arma más en su arsenal: la astucia. Si él y el mundo no podían destruir al reino, se unirían al mismo. O mejor dicho, con astucia seducirían a los primeros cristianos para que se unieran a ellos.


BENDICIONES

FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com
Tomado del Libro: EL REINO QUE TRASTORNÓ EL MUNDO de David Bercot.

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