miércoles, 12 de octubre de 2011

CUANDO EL CESAR QUIERE LO QUE ES DE DIOS

 
Entonces, ¿qué debemos hacer si las leyes del César y las leyes de Dios entran en conflicto? Bueno, en lo esencial estamos en la misma posición que Joe Americano en nuestro ejemplo. Él tiene que decidir a cuál país le rendirá su lealtad absoluta: Alemania o los Estados Unidos. Él no puede darle su lealtad absoluta a ambos países. Asimismo, los ciudadanos del reino de Dios tienen que decidir a cuál reino rendirle su lealtad absoluta, el de Dios o el del César.

Los apóstoles fueron puestos a prueba con relación a este mismo asunto. Jesús les había encomendado anunciar las buenas nuevas del reino. Sin embargo, las autoridades judías los arrestaron y les ordenaron no predicar más acerca de Jesús. Ahora bien, estas autoridades judías no eran ningún tipo de renegados usurpando la autoridad gubernamental. Entre ellos estaba el sumo sacerdote, cuya posición había sido directamente establecida por Dios. Y el gobierno romano aceptaba su autoridad en asuntos de la religión judía.

Pero nada de esto cambiaba las cosas. Los apóstoles habían recibido sus órdenes de Jesús, a quien ellos reconocían como su Rey y a quien ellos le dieron su lealtad absoluta. De modo que ellos le respondieron a las autoridades judías: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (Hechos 4.19–20). Y al ser liberados, los apóstoles fueron directo a las calles y continuaron predicando.
Las autoridades pronto los volvieron a llamar para intimidarlos: “¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre?” Pero Pedro y los otros apóstoles les respondieron: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5.28–29).

¿Qué debemos aprender nosotros de su ejemplo? Debemos aprender que si queremos convertirnos en ciudadanos del reino de Dios y mantener nuestra ciudadanía, nuestra lealtad será primeramente para su reino. No hay lugar para titubeos cuando se trata de decidir a quién obedecer cuando los mandamientos de nuestro Rey celestial entran en conflicto con los de los gobernantes terrenales. La respuesta es siempre la misma: tenemos que obedecer a Dios antes que a los hombres. Si queremos ser ciudadanos del reino de Dios, tendremos que reconocer que su reino es el reino predominante.

La relación de los reinos del mundo con Dios es muy similar a la relación de una corporación con el estado. Una corporación existe por medio de la autoridad del estado. Una corporación no tendría autoridad si el estado no se la hubiera conferido. ¿Quiere decir esto que el estado respalda todo lo que una corporación pudiera hacer? No. ¿Convierte esto a la corporación en socia del estado? De ninguna manera. Sin embargo, ya que el estado le ha dado autoridad a la corporación, los empleados de la corporación están obligados a obedecer a la corporación mientras sean sus empleados.

Con todo, esta obediencia es relativa. Si la corporación les ordena a sus empleados que hagan algo ilegal, el estado espera que ellos desobedezcan a la corporación. De lo contrario, enfrentarán cargos criminales. El hecho de que la corporación les haya ordenado hacer algo ilegal no los protege.

De la misma manera, el reino de Dios es el estado predominante cuando hay un conflicto entre las leyes de Dios y las leyes del hombre. Las leyes del hombre deben ceder ante las leyes de Dios, no al contrario. Jesús no perdonará la desobediencia a sus leyes sólo porque algún gobernante terrenal tenga la arrogancia de pedir algo de sus ciudadanos que Jesús ha declarado ilegal.

Esto es similar a la relación de las leyes de cada estado con la constitución de los Estados Unidos. Cada estado tiene la autoridad de legislar leyes con relación a una gama extensa de asuntos. Y las personas que residen en ese estado tienen que obedecer tales leyes. Pero, ¿qué tal si una ley de un estado entra en conflicto con una de las estipulaciones de la constitución? En ese caso, la constitución deja sin efecto la ley del estado, nunca lo contrario. Asimismo, las leyes de Dios siempre dejan sin efecto las leyes opuestas del hombre. Si el César ordena hacer una cosa pero Dios ordena hacer otra, la ley de Dios prevalece, no la del hombre. Esta es una de las reglas cardinales del reino de Dios.


BENDICIONES

FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com
Tomado del Libro: EL REINO QUE TRASTORNÓ EL MUNDO de David Bercot.

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