LA HISTORIA Y EL FRUTO DEL MENSAJE MODERNO DE SALVACIÓN
Primero démosle una mirada al comienzo del protestantismo evangélico. Aquí tenemos el testimonio del mismo padre del protestantismo, Martín Lutero, y cuál fue su experiencia y mensaje de salvación. Lutero escribió:
“Sin importar cuán irreprochablemente vivía como monje, me sentía ser un pecador en la presencia de Dios. Mi conciencia me molestaba demasiado. No podía creer que agradaba a Dios con las cosas que hacía para ganarme su favor. No amaba a Dios ni a su justicia. De hecho, lo odiaba – si no con una blasfemia abierta, por lo menos con gigantescas murmuraciones en mi corazón. Estaba indignado con Él, pensando que encima de condenarnos a nosotros, los miserables pecadores, a la destrucción eterna a través del pecado original y oprimirnos con toda clase de calamidades a través de la ley y de los diez mandamientos, Él había añadido tristeza sobre tristeza al darnos el evangelio (imposible de obedecer) a través del cual su Ira finalmente caería sobre nosotros.
De esta manera luché feroz y desesperadamente con mi conciencia, mientras seguía abriendo las epístolas de Pablo, consumido de un deseo de saber lo que quiso decir…
Entonces, al fin, empecé a entender la justicia de Dios. Empecé a ver que el hombre vive por el don de Dios, que es por fe. Empecé a entender que la justicia de Dios revelada en los evangelios debe ser tomada en una manera pasiva, y que Dios justifica a los hombres, no por obras, sino por fe, como está escrito: “El justo por la fe vivirá.” Cuando entendí esto, me sentí nacido de nuevo y sentí haber entrado por las puertas abiertas del paraíso mismo”. [Del prefacio de Las Obras Completas de Lutero, que él preparó para su publicación en 1545]
La siguiente cita es de un antiguo anabaptista llamado Michael Schneider, escrita mientras él estaba prisionero en el castillo de Passau, Bavaria, la cual refleja su mensaje de salvación…
“Escúchenme, todos los pueblos de la tierra. Escúchenme, jóvenes, ancianos, grandes y pequeños. Si quieren ser salvos, necesitan abandonar el pecado, seguir a Cristo el Señor, y vivir de acuerdo con su voluntad. Cristo Jesús vino aquí a la tierra para enseñar a los hombres el camino correcto por donde han de ir, para enseñarles a volverse del pecado, para seguirlo. El dijo: “Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida, nadie viene al Padre, sino por Mí.”
El que anhela comunión con Cristo y que quiere tener parte en su reino, necesita hacer lo que Cristo hizo mientras estaba en esta tierra. El que quiere reinar con Cristo, debe primeramente estar dispuesto a sufrir por causa de su Nombre. El hombre que muera con Cristo en esta vida entrará con Él en el reino de su Padre, en gozo eterno. Pero el hombre que no sigue a Cristo no será redimido por la Sangre de Cristo y sus pecados jamás le serán perdonados. Aquellos que han tenidos sus pecados perdonados, no deben vivir más en el pecado.
Esto es lo que Jesucristo, nuestro Señor, nos enseña. Aquellos que vuelven a caer al pecado, rompen su pacto con Dios. Mayor pena y sufrimiento serán suyos y se perderán para siempre.
No todos los que dicen “Señor, Señor” entrarán al reino. Sólo aquellos que guardan su pacto serán aceptados por Él. El que confiesa a Cristo ante el mundo y se para por la verdad hasta el final, será salvo.
Ayúdanos, oh, Dios, nuestro Señor, a esto, a que permanezcamos en Cristo, que siempre andemos según sus enseñanzas y no pequemos más, y que seamos una honra a su Nombre, ahora y para siempre… ¡y hasta la eternidad! Amén”. [De Ausbund 82. Citado por Peter Hoover en el libro “El Secreto de la Fuerza”]
Ahora, yo quisiera detenerme aquí por un momento y hacer una pregunta muy relevante. ¿Cuál sería la reacción si un hombre compartiera un testimonio similar al de Lutero en una audiencia anabaptista? ¿Se morderían los labios y estarían de acuerdo en que “este tipo es luterano”? ¿O exclamarían “¡Hombre, este tipo realmente tiene fe!”. La verdad es que tal testimonio sería cálidamente recibido entre una audiencia anabaptista. ¿Por qué? Porque muchos, si no la mayoría de ellos compartirían un testimonio similar.
Del otro lado de la cerca podríamos preguntar, ¿qué si alguien compartiera un mensaje similar al de Michael Schneider en la misma reunión anabaptista? ¿Sería cálidamente bienvenido, o sería acusado de promover una teología defectuosa?
Parece que la escatología de los modernos anabaptistas ha abjurado, causando que hombres como Michael Schneider sean una amenaza a sus descendientes más bien que una consolación. Tristemente, el evangelio del anabaptismo moderno se alinea más con el luteranismo que con el anabaptismo. No queremos detenernos en este punto y sacar ya nuestra conclusión final. Más bien, queremos hacer una mirada objetiva al mensaje de salvación de los anabaptistas primitivos y al de Lutero. Volvamos de nuevo donde el señor Lutero:
“No podía creer que agradaba a Dios con las cosas que hacía para ganarme su favor...”
Estaba indignado con Él, pensando que encima de condenarnos a nosotros, los miserables pecadores, a la destrucción eterna a través del pecado original y oprimirnos con toda clase de calamidades a través de la ley y de los diez mandamientos, Él había añadido tristeza sobre tristeza al darnos el evangelio (imposible de obedecer) a través del cual su Ira finalmente caería sobre nosotros.
De esta manera luché feroz y desesperadamente con mi conciencia, mientras seguía abriendo las epístolas de Pablo… Entonces, al fin, empecé a entender la justicia de Dios. Empecé a ver que el hombre vive por el don de Dios, que es por fe. Empecé a entender que la justicia de Dios revelada en los evangelios debe ser tomada en una manera pasiva, y que Dios justifica a los hombres, no por obras, sino por fe, como está escrito: “El justo por la fe vivirá.”
Cuando entendí esto, me sentí nacido de nuevo y sentí haber entrado por las puertas abiertas del paraíso mismo”.
Notamos aquí dos cosas que son dignas de señalar.
1) Note que el entendimiento de Lutero acerca del pecado original lo trajo a la conclusión de que el evangelio es imposible de obedecer, y que Dios es imposible de ser complacido.
2) Notamos también que Lutero llegó a su entendimiento del Evangelio a través de la Epístola de Pablo, en vez de entender las epístolas de Pablo a través del fundamento de las enseñanzas de Cristo.
Este mismo acercamiento ha sido adoptado por la iglesia moderna, razón por la cual los nuevos conversos son conducidos a través de nueve versículos en Romanos y dos en los evangelios.
Quizás la más poderosa enseñanza de Lutero fue aquella de la “fe”. Básicamente, Lutero pensó que el hombre es incapaz de hacer algo para complacer a Dios. Jamás haremos nada que sea suficiente ante los ojos de Dios.
Lutero sacó su conclusión de su adoctrinamiento católico, un adoctrinamiento que inevitable fue influenciado por la doctrina de Agustín sobre el pecado original. Esta doctrina fue la fuente de la frustración, blasfemia y murmuración de Lutero. Sin embargo, el encontró la solución cuando finalmente “entendió” del verdadero significado de la “fe”.
De acuerdo con Lutero, “la fe sola” era todo lo que el hombre necesitaba para ser salvo. De acuerdo con su definición, la “fe” no puede incluir obediencia a Dios.
Él enseñó que la obediencia es algo que trabaja u obra para tu salvación, y tal actividad milita contra Cristo.
Este concepto es un tiro doble que logra “convertir la gracia de Dios en libertinaje”, porque cualquiera que tenga el deseo de obedecer a Dios es inmediatamente bloqueado y tachado de “tormenta celestial”, mientras que aquellos quienes quieren sentarse en el medio y jugar con Dios, consiguen una gran área de faul para hacerlo.
El lado opuesto de esta espada de doble filo es que creencia y obediencia llegan a ser dos principios separados y opuestos.
La innovadora definición de Lutero de “fe” la cual es sinónimo de “evadir nuestra responsabilidad” (“cop-out”) o de una “escapatoria” alivió su consciencia murmuradora y blasfema, dándole el sentimiento de ser “nacido de nuevo”.
Algunos años después Lutero escribiría una carta a un compañero pastor amonestándole a ¡“pecar audazmente”! “porque somos predicadores de la gracia”.
-Brian Gray
BENDICIONES
FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com
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