Cuando la iglesia primitiva aún se encontraba próxima al tiempo de los apóstoles, los primeros cristianos verdaderamente vivían en este mundo como extranjeros. Ellos vivían según los valores del reino, lo cual los hacía notablemente diferentes del mundo a su alrededor. Su mira estaba puesta en Jesucristo y su reino, y por lo tanto, los asuntos públicos de este mundo no tenían la menor importancia para ellos.
Hermas, quien escribió cerca del año 150 d. de J.C. o tal vez antes, desde la ciudad de Roma, dijo lo siguiente:
Ustedes, los siervos de Dios, saben que moran en tierra ajena. Pues su ciudad está lejos de aquí. Si conocen, pues, la ciudad en la cual vivirán, ¿por qué consiguen tierras aquí, hacen preparativos costosos y acumulan moradas y edificaciones inútiles? El que hace preparativos para esta ciudad no puede regresar a la suya. (…) ¿Acaso no comprenden que todas estas cosas pertenecen a otro y están bajo la autoridad de otro? (…) Por tanto, presten atención. Al igual que aquel que vive en tierra ajena, no hagan preparativos adicionales para sí mismos, salvo para lo que sea estrictamente necesario. Y prepárense a abandonar esta ciudad cuando el amo de esta ciudad venga para echarlos fuera de ella por desobedecer su ley.
Tatiano, quien vivió en el Medio Oriente, escribió su defensa del cristianismo aproximadamente en el año 160 d. de J.C. En su escrito, al hablar en nombre de todos los cristianos, él proclamó:
“Yo no deseo ser un rey. No anhelo ser rico. Rechazo toda posición militar. Detesto la fornicación. No soy llevado por un amor insaciable de ganancias para hacerme a la mar. No compito por una corona. Estoy libre de una sed excesiva por la fama. Desprecio la muerte. (…) ¡Morid al mundo, repudiando la locura que hay en él! ¡Vivid para Dios!”
Clemente de Alejandría fue un cristiano instructor en la iglesia primitiva de Alejandría, Egipto. Sus escritos, que datan aproximadamente del año 195 d. de J.C., expresan la indiferencia de los primeros cristianos en cuanto a la política, el patriotismo y los acontecimientos de este mundo. Él resumió el sentir de los primeros cristianoscuando escribió:
“No tenemos nación alguna en la tierra. Por tanto, podemos desdeñar las posesiones terrenales”.
Tertuliano, quien escribió entre los años 195 y 212 d. de J.C., fue un escritor enérgico que perteneció a la iglesia primitiva en Cartago, África del Norte. Al igual que sus hermanos cristianos de aquella época, él testificó que los cristianos no tienen ningún interés en los asuntos políticos y gubernamentales a su alrededor:
"Todo celo en la búsqueda de gloria y honor está muerto en nosotros. De modo que nada nos presiona a participar en sus reuniones públicas. Además, no hay otra cosa más totalmente ajena a nosotros que los asuntos del estado. Reconocemos un único dominio que lo abarca todo; el mundo. Renunciamos a todos los espectáculos de ustedes. (…) Entre nosotros nunca se dice, ve o escucha nada que tenga algo en común con la locura del circo, la deshonestidad del teatro, las atrocidades de la arena o el ejercicio inútil del campo de lucha libre. ¿Por qué se ofenden con nosotros si diferimos de ustedes en cuanto a sus placeres?"
Citando a sus hermanos cristianos, Tertuliano escribió:
“En lo que a ustedes respecta, ustedes son extranjeros en este mundo, ciudadanos de Jerusalén, la ciudad que está en el cielo. Nuestra ciudadanía, dice el apóstol, está en los cielos.”
Orígenes fue uno de los hombres más brillantes de su tiempo. Durante varias décadas, él sirvió como maestro en la iglesia primitiva en Alejandría. Posteriormente, se trasladó a Cesarea donde fue ordenado como anciano o presbítero. Uno de los trabajos más valiosos de Orígenes fue su respuesta a Celso, un pagano crítico del cristianismo:
Celso también nos insta a que “ocupemos un cargo en el gobierno del país, si es necesario para la observancia de las leyes y el apoyo de la religión”. Sin embargo, reconocemos en cada estado la existencia de otra organización nacional que fue fundada por la palabra de Dios. Y exhortamos a aquellos que son poderosos en la palabra y de una vida irreprensible a que gobiernen las iglesias. (…) No es con el propósito de evadir los deberes públicos que los primeros cristianos rechazan los cargos públicos. Más bien, es para que ellos puedan reservarse para un servicio más divino y necesario en la iglesia de Dios, la salvación de los hombres.
Cipriano sirvió como obispo de Cartago aproximadamente en el año 250 d. de J.C. Él dejó una recopilación cuantiosa de correspondencia con otros cristianos y otras iglesias, la cual nos da una idea significativa de las creencias de los primeros cristianos en su tiempo. A manera de confirmación de lo que sus hermanos cristianos estaban diciendo, él escribió:
“De una vez y por todas debemos recordar que hemos renunciado al mundo, y que mientras tanto vivimos aquí como extranjeros y advenedizos”.
BENDICIONES
FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com
Tomado del Libro: EL REINO QUE TRASTORNÓ EL MUNDO de David Bercot.
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