¿Ha vivido alguien así en la vida real?
Jesús no solamente nos enseñó cómo debe vivir un cristiano del reino. Él mismo vivió de acuerdo con los principios del reino, dejándonos una viva representación de la vida del reino. Y Dios escogió el momento perfecto para enviar a su Hijo a la tierra; escogió un momento que precisamente sirviera para ilustras las mismas cosas que Jesús estaría enseñando. Para apreciar la coordinación de Dios, primero tenemos que comprender algo acerca de los antecedentes históricos previos al nacimiento de Jesús.
La mayoría de nosotros recordamos que los judíos habían sido cautivos y exiliados en Babilonia. Después que los persas derrocaron al reino de Babilonia, un remanente de los judíos regresó a Judea y reconstruyó el templo. Sin embargo, ellos no eran una nación independiente. Los persas siguieron gobernándolos por más de doscientos años. No obstante, en el año 335 a. de J.C., los griegos derrotaron a los persas y se convirtieron en los nuevos gobernantes sobre los judíos.
Finalmente, en el año 142 a. de J.C., bajo el reinado de Simón Macabeo, los judíos obtuvieron su independencia. Por primera vez, desde el cautiverio babilónico, los judíos ya no tendrían que someterse a ningún rey extranjero. ¡Cuánto gozo trajo este tiempo!
El auge de Roma
Mientras los judíos luchaban contra los griegos, gradualmente Roma iba alcanzando cierto auge para convertirse en la potencia mundial dominante. Debido a que Grecia era el enemigo común de Roma y Judea, los judíos habían firmado un tratado de amistad con los romanos. En este tratado, Roma afirmaba que Judea era una nación independiente y les advertía a los griegos que no intentaran reconquistarla.
A pesar de este tratado, en el año 66 a. de J.C., los romanos tomaron el mando de Judea. Y pronto comenzaron a cobrarles altos tributos a los judíos. Y ¿para qué servían esos tributos? ¿Para beneficiar a los judíos? No. Los tributos servían para apoyar a los mismos ejércitos que mantenían a los judíos subyugados.
Los judíos habían sido un pueblo libre durante más de setenta y cinco años y no se someterían a Roma mansamente. De manera que cuando Jesús nació, el fervor nacionalista judío era muy intenso. De hecho, para cuando Jesús llegó a su edad adulta, ya se habían dado varias sublevaciones judías contra los despreciables romanos. Pero Roma había reprimido brutalmente a cada una.
Los traidores judíos
Sin embargo, no todos los judíos odiaban a los romanos. De hecho, algunos judíos se beneficiaban de Roma. Esto se debió a que los romanos no recaudaban personalmente los tributos que ellos les imponían a los judíos. En cambio, ellos les encargaban el trabajo a otros judíos. A decir verdad, a un judío le era más fácil recaudar los tributos judíos que a un romano. Un judío conocía los trucos y engaños que sus conciudadanos pudieran usar para evadir los tributos. Además, él vivía en medio de ellos. Él sabía lo que estaba pasando; quién estaba prosperando y quién no.
¡Traidores! ¡Renegados! Los judíos detestaban a los hombres que servían como recaudadores de impuestos para los despreciables romanos. Sólo esperen a que logremos nuestra independencia y luego los colgaremos de las horcas más altas; sin duda así pensaban la mayoría de los judíos de aquel entonces.
Por supuesto, la mayor parte de la nación judía añoraba con impaciencia la venida del Mesías prometido. Ellos creían firmemente que él sin duda conduciría a los judíos en una guerra victoriosa contra Roma. Si la familia Macabeo había sido capaz de derrocar a los griegos, ¡cuánto más no podría el Mesías derrocar a los romanos!
Pero es entonces cuando llega el hijo de un carpintero. El hijo se llama Jesús, y les dice a los judíos que amen a sus enemigos. ¿Amar a los romanos? ¡Eso es casi una traición! ¿Y qué tal de esto: “Si un soldado romano te ordena que lleves su carga por una milla, ve con él dos”? ¡Eso no es solamente una traición, sino también una locura! ¿Pagar todos los tributos pesados que el César demande? Sin duda, éste no puede ser el tan esperado Mesías. Y lo que es peor, este Jesús se hace amigo de de los recolectores de impuestos y come con ellos (véase Lucas 7.34).
Si alguna vez hubo un momento y un lugar en que un país necesitó un patriota, fue precisamente en la Judea del primer siglo. Los romanos no tenían derecho legal para estar en Judea. Y la única manera de expulsarlos sería con la espada. Para sus conciudadanos, Jesús era un cobarde y un traidor. No sólo porque él no se unía a su causa, sino también porque trataba a los romanos como amigos.
¿Por qué Jesús no ayudó a los judíos en su lucha por la independencia? Porque él era simplemente un extranjero aquí en la tierra. Él vivía en Judea, pero su ciudadanía estaba en el reino de Dios.
Ante el reino de Dios los asuntos nacionales judíos eran irrelevantes. ¿Qué sentido tendría para el reino de Dios que los judíos obtuvieran la independencia de Roma? Las luchas por el poder terrenal y la independencia terrenal no tienen sentido en la esfera de lo eterno. El patriotismo terrenal no tiene cabida en el reino de Dios.
¿Qué hicieron los discípulos?
Algunos cristianos afirman que Jesús no se involucró en la lucha de los judíos por la independencia sólo porque él había venido para dar su vida en rescate por el género humano. Pero si éste fuera el caso, sin duda sus discípulos, quienes casi todos eran judíos, hubieran estado estrechamente vinculados a esta lucha.
Sin embargo, los discípulos de Jesús hicieron caso omiso a la lucha judía, tal como Jesús lo había hecho.
En realidad, a partir de la lectura del libro de Hechos y las epístolas, el lector nunca se daría cuenta de que había una lucha. Las epístolas ni siquiera la mencionan, a pesar de que la mayoría de los escritores del Nuevo Testamento eran judíos. Eso demuestra lo irrelevante que fue para el reino de Dios la lucha de los judíos por la independencia.
De hecho, la historia demuestra que los judíos cristianos no se unieron a la lucha por la independencia judía. En cambio, los cristianos abandonaron Jerusalén después que los judíos la liberaron (por poco tiempo) de los romanos. En lugar de ayudar a sus conciudadanos, ellos huyeron a la ciudad de Pela, en las afueras de Judea. Al igual que Jesús, los cristianos judíos en Judea no eran patriotas judíos. A ellos no les importaba si Judea era gobernada por los romanos o por los judíos, ya que ellos no tenían ningún interés en promover ningún reino terrenal, ¡ya fuera judío o gentil!
¿Suena eso antipatriótico? Efectivamente, fue antipatriótico. El lema de los discípulos de Jesús no fue “¡Dios y la patria!” Su lema fue Dios o la patria.
El corazón de una persona está completamente dedicado al reino de Dios o, de lo contrario, está dedicado a los reinos de este mundo. No podemos tener un corazón dividido o servir a dos amos. El amor a la patria que los cristianos judíos del primer siglo habían tenido por Judea ahora había sido transferido al reino de Dios.
Lo mismo pasó con los cristianos romanos. Al igual que sus hermanos judíos, a ellos no les importó si Judea era gobernada por los romanos o por los judíos. Ellos no participaron en la guerra contra los judíos y no hubo enemistad entre los cristianos judíos y romanos en cuanto a la independencia de Judea.
Como ya he dicho antes, obtener la ciudadanía del reino de Dios es similar a obtener la ciudadanía de los Estados Unidos. Para hacerse un ciudadano estadounidense, la persona tiene que transferir su lealtad de su país anterior a los Estados Unidos; no puede mantener una lealtad a ambos. Exactamente lo mismo sucede cuando deseamos obtener la ciudadanía en el reino de Dios.
BENDICIONES
FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com
Tomado del Libro: EL REINO QUE TRASTORNÓ EL MUNDO de David Bercot.
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