lunes, 17 de octubre de 2011

EL REINO DE LA TEOLOGIA CON CONSTANTINO AL FRENTE


El año 325 encontró a la iglesia primitiva enredada en una polémica acalorada sobre la naturaleza del Hijo de Dios y su Padre. Los dos proponentes principales en esta disputa eran Alejandro, obispo de Alejandría, y Arrio, un anciano o presbítero de la misma ciudad. 

Considerándose como una especie de obispo universal, Constantino se hizo cargo de convocar un concilio mundial de obispos en la ciudad de Nicea a fin de resolver esta disputa. Él incluso dirigió dicho concilio.

Permítame darle algunos antecedentes sobre la naturaleza de la herejía de Arrio discutida en el concilio.

La diferencia entre “la naturaleza” y “el orden”

Desde el mismísimo primer siglo, la iglesia primitiva había mantenido ciertos criterios elementales acerca del Padre y el Hijo. Estos criterios estaban bien fundados en las escrituras. Para comprender las enseñanzas históricas de la iglesia sobre el Padre y el Hijo, una persona tiene que entender la diferencia entre “la naturaleza” y “el orden”. 

En teología, “naturaleza” o “sustancia” se refiere a la esencia o clase a la cual pertenece una persona o criatura. Todos los seres humanos son de la misma naturaleza o sustancia. Ningún hombre o mujer es menos humano que cualquier otra persona. Sin embargo, los seres humanos se diferencian los unos de los otros en cuanto al orden o las posiciones de autoridad. El presidente tiene autoridad sobre el vicepresidente. Estas dos personas son iguales en naturaleza, pero se diferencian en orden.

Ahora bien, la iglesia siempre ha enseñado que el Padre y el Hijo son de la misma naturaleza o sustancia. El Hijo no es algo ajeno al Padre. Él no tiene la naturaleza de los ángeles, sino que posee la misma naturaleza que el Padre. Tanto el Padre como el Hijo son igualmente divinos. El Hijo posee verdadera divinidad, así como el Padre.

Sin embargo, existe una diferencia de orden o autoridad entre el Padre y el Hijo. La igualdad de naturaleza no significa igualdad de orden. Así como hay una jerarquía de orden entre marido y esposa, también hay una jerarquía de orden dentro de la Trinidad. Pablo explicó esto al decir: “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” (1 Corintios 11.3). El Padre tiene autoridad sobre el Hijo. El Hijo es enviado por el Padre. El Hijo hace la voluntad del Padre. Y el Hijo se sienta a la diestra del Padre. Esta jerarquía de orden no puede invertirse. Pero esta diferencia en orden de ninguna manera disminuye la divinidad del Hijo.

Cuando los cristianos no entienden la diferencia entre naturaleza y orden, terminan con una comprensión confusa de la Trinidad. Y ese era el problema con el anciano del siglo IV, Arrio. Él confundió la naturaleza y el orden. Debido a la jerarquía de orden que hay en la Trinidad, Arrio erróneamente creyó que también hay una jerarquía de naturaleza o sustancia. De modo que él sostenía que el Hijo no es de la misma naturaleza que el Padre. Más bien, él decía que el Hijo estaba en alguna parte entre los ángeles y el Padre.


La solución de Constantino


Como ya hemos mencionado, para aclarar este asunto, Constantino convocó un concilio mundial en la ciudad de Nicea. Sin embargo, desde que se convocó el Concilio de Nicea, los partidarios de Arrio pronto se dieron cuenta de que iban a perder el debate, ya que eran superados numéricamente. En ese momento, ellos hicieron concesiones importantes y pidieron tolerancia en vista de la naturaleza incomprensible de los temas en discusión. Ellos incluso estuvieron de acuerdo en no emplear ningún lenguaje o expresiones que no aparecieran en la escritura.

Sin embargo, en lugar de acercarse a Arrio y sus partidarios con amor, y con la intención de acabar con esta división teológica en la Iglesia, los obispos ortodoxos recibieron con desdén sus concesiones y sus propuestas para una reconciliación. De hecho, los obispos buscaron de forma resuelta una resolución que hiciera irreconciliable la brecha entre las dos partes.

Sin embargo, ningún obispo ortodoxo estuvo dispuesto a sugerir que el concilio hiciera lo que anteriormente había sido inconcebible: añadir algo a la escritura. De manera que el concilio se encontraba en un punto muerto. 

En ese momento, Constantino intervino nuevamente para “ayudar” a la iglesia. Él sugirió que los obispos cambiaran el simple credo que había servido a la iglesia durante 300 años y le añadieran la palabra homoousian (de la misma naturaleza), diciendo que el Padre y el Hijo eran homoousian. Los obispos pronto aceptaron la solución de Constantino y adoptaron este nuevo credo.

Como declaración sucinta de la divinidad de Cristo y de la relación del Padre con el Hijo, yo creo que el Credo Niceno es uno de los mejores. Dicho credo expresa fielmente lo que los primeros cristianos habían creído sobre el Hijo de Dios desde los días de los apóstoles hasta el tiempo de Constantino.



Nicea: Una encrucijada importante para la Iglesia primitiva


Sin embargo, Nicea marca una encrucijada importante en la historia cristiana, un cambio para mal. Eso se debe a que el credo niceno introdujo cuatro nuevas corrupciones en la Iglesia que la alejaron más y más del reino de Dios y del cristianismo original.

CONTINUA......

BENDICIONES

FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com
Tomado del Libro: EL REINO QUE TRASTORNÓ EL MUNDO de David Bercot.

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