martes, 25 de octubre de 2011

OTROS MOVIMIENTOS SEMEJANTES A LOS PRIMEROS CRISTIANOS


Los reformistas suizos habían conseguido destruir el testimonio de los valdenses, un testimonio del reino. 

Sin embargo, ellos no pudieron evitar que otros levantaran de nuevo la bandera del reino. Una de las cosas buenas que trajo la Reforma fue que estimuló la impresión y distribución de Biblias a través de toda Europa. Varios expertos de la Reforma tradujeron la Biblia a la lengua vernácula, y las imprentas hicieron estas traducciones asequibles al ciudadano común.

Los europeos que leían la Biblia por sí mismos, libres de la influencia agustiniana de los reformistas, a menudo llegaban a abrazar el evangelio del reino. Y fue así como surgió espontáneamente un nuevo movimiento del reino en todo el norte de Europa.

En Zurich, Suiza, este nuevo movimiento del reino surgió por primera vez durante el tiempo en que Zwinglio se encontraba predicando. Algunos de los colegas de Zwinglio no se dejaron cegar por la influencia de Agustín, y vieron claramente el evangelio del reino en las enseñanzas de Jesús. 

Ellos deseaban restaurar el cristianismo apostólico, pero Zwinglio con su Reforma no estaba dispuesto a ir más allá de lo que el concilio de la ciudad le permitiera. De modo que estos cristianos del reino comenzaron a reunirse aparte en casas particulares.

Además de querer restaurar las enseñanzas del reino de Jesús, estos nuevos cristianos del reino también enseñaban la necesidad de una iglesia santa y disciplinada en lugar de una Iglesia del estado que incluía a todos los que vivían dentro del estado. Ellos también rechazaban la predestinación. Sin embargo, Zwinglio demostró ser tan intolerante y de mano dura como lo sería Calvino posteriormente. 

Con la aprobación de Zwinglio, las autoridades civiles rápidamente establecieron leyes contra estos cristianos del reino, a quienes llamaron anabaptistas, es decir, “rebautizadores”.* Una de estas leyes estipulaba lo siguiente:

A fin de erradicar la peligrosa, malvada, turbulenta y sediciosa secta de los anabaptistas, hemos decretado lo siguiente: Si a alguien se le sospecha de estar rebautizado, deberá ser advertido por la magistratura para que abandone el territorio bajo pena del castigo designado. Cada persona está obligada a denunciar a los que favorecen el rebautismo. Quienquiera que no cumpla con esta ordenanza está sujeto a castigo conforme a la sentencia de la magistratura.

Los maestros del rebautismo, los predicadores que bautizan y los líderes de las reuniones irregulares deben ser ahogados. Los que han sido previamente liberados de prisión que han jurado desistir de semejantes cosas, incurrirán en el mismo castigo.

Los anabaptistas extranjeros deben ser expulsados; si regresan, serán ahogados. Nadie está autorizado a separarse de la Iglesia del estado y abstenerse de la Santa Cena. Quienquiera que huya de una jurisdicción a otra será desterrado o extraditado a solicitud de las autoridades.

Zwinglio y sus magistrados civiles rápidamente arrestaron a cualquier maestro o líder anabaptista que pudieron encontrar. A estos cristianos los lanzaban en mazmorras tenebrosas y los alimentaban sólo con pan y agua. Si estos cristianos encarcelados se negaban a retractarse de sus “errores”, les ataban las manos detrás de la espalda y los ahogaban en el río; un bautismo de muerte.

En Alemania, Austria y Holanda surgieron otros líderes y grupos de cristianos del reino independientemente de los anabaptistas en Suiza. Estos otros grupos del reino sin excepción descubrieron el mismo evangelio del reino, y pronto se pusieron en contacto los unos con los otros. Los reformistas y los católicos llamaron a todos estos cristianos del reino por el nombre de anabaptistas.

Todos los reformistas principales creían que el problema fundamental con Roma era su teología. Esto se debía a que todos estos reformistas creían que la esencia misma del cristianismo era la teología. Sin embargo, los anabaptistas de forma acertada se percataron de que la esencia del cristianismo es la relación, no la teología. 

Primero tenemos que nacer de nuevo para poder entrar en el reino de Dios. Y luego podemos crecer como una rama en la vid de Jesús. Sí, Roma apoyaba muchas prácticas y doctrinas no bíblicas, y cada una debía ser corregida. No obstante, el solo hecho de hacer las correcciones teológicas no iba a resolver el problema fundamental.

El problema principal era que el catolicismo romano se había convertido esencialmente en una religión mecánica. Todo funcionaba automáticamente. Si una persona apoyaba el credo de la Iglesia, participaba de los sacramentos y moría siendo fiel a la Iglesia (no involucrado en pecado mortal), entonces era salva.

Si una persona cometía un pecado grave, esa persona podía expiarlo mecánicamente con sólo cumplir la penitencia indicada. Esto podía incluir lo mismo dar limosnas, participar en una peregrinación o cruzada, pagar por una indulgencia o contemplar las reliquias de los santos. No se requería un cambio de corazón. Y por tanto, la relación de la persona con Cristo nunca cambiaba.

Ahora bien, yo deseo dejar bien claro que la Iglesia Católica Romana como tal no enseñaba oficialmente que el cristianismo era solamente una cuestión de pasar mecánicamente por una lista de pasos. La Iglesia realmente enseñaba que el amor a Dios y el arrepentimiento genuino del pecado eran esenciales. El problema era (y aún lo es) que había un abismo considerable entre lo que Roma decía oficialmente y lo que en realidad se practicaba y se predicaba en la comunidad católica típica. En la práctica, el catolicismo romano en su esencia se había convertido en una religión mecánica que predicaba una gracia barata.

A menudo se cree que la Reforma cambió todo esto. 

Sin embargo, la Reforma sólo reemplazó en gran medida una forma de gracia barata (los sacramentos, las indulgencias, etc.) por otra forma de gracia barata… la creencia fácil: 

Sólo cree que Jesús murió por tus pecados y que tu propia obediencia no juega ningún papel en tu salvación y, ¡bingo!, tu vida eterna en el cielo está asegurada. Lo cierto es que los luteranos alemanes se diferenciaban poco de los católicos alemanes, excepto en lo referente a la teología y las formas de adoración.

A decir verdad, las iglesias reformadas en Suiza sí exigían una forma de vida cristiana mucho más estricta, la cual hacían cumplir por medio de las autoridades civiles. No obstante, estas iglesias aún enseñaban la peor forma de cristianismo mecánico. 

Es decir, que Dios arbitrariamente predestinaba a todas las personas incluso antes de que nacieran.



BENDICIONES

FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com
Tomado del Libro: EL REINO QUE TRASTORNÓ EL MUNDO de David Bercot.
 

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