lunes, 3 de octubre de 2011

SORPRENDIDO Y SACUDIDO INESPERARADAMENTE

La gran sorpresa 

 

Mi Padre estaba en la fuerza aérea, y crecí en las bases militares. Como resultado, casi nunca pudimos tener un huerto. Así que desde niño nunca había comido tomates maduros de un huerto. Más bien, todos los tomates que comía de niño provenían de un supermercado. Eran tomates verdes recién cosechados, guardados en una caja hasta madurar, medio rosados, pálidos y duros. También eran un poco crocantes como un pepino. ¡Y así me gustaban! Por lo que yo sabía, eso era lo que un verdadero tomate debía ser. 

Un día, después de salir de la casa, unos amigos me invitaron a su casa para almorzar. Ellos vivían en el campo, y la mayor parte de sus alimentos provenían del huerto. Sentados en medio de la mesa, había un plato de tomates frescos en tajadas que habían madurado en el huerto. Los miré con desconfianza. Eran de color rojo oscuro como sangre. No eran del color de tomates normales. Tuve la impresión de que estaban podridos. 

Yo era un joven delgado de dieciocho años, y teniendo hambre no quería ofender a mis amigos (y perder otra oportunidad de ser invitado a un almuerzo), así que con cortesía recibí unas tajadas de tomate cuando me las ofrecieron. Sintiendo que todos me estaban mirando, probé una tajada de los tomates extraños sin demorar. Pude notar que el tomate se deshacía en mi boca. No era para nada crocante como yo creía que debía ser un tomate. Ni siquiera tenía el sabor correcto. “Definitivamente están podridos,” pensaba. “Que bueno que no tuve que vivir en el campo y ser forzado a comer tomates podridos como estos pobres campesinos.” 

Poco a poco, después de varios años, llegué a darme cuenta que estos tomates “podridos” eran en verdad tomates verdaderos. Lo que yo me había acostumbrado desde niño estaba lejos de ser la verdad. Más bien comenzaron a gustarme los tomates maduros del huerto tanto que ahora me disgustan los tomates del supermercado. Mi esposa y yo no sembramos muchas cosas, pero siempre tratamos de tener unas pequeñas parcelas donde podamos sembrar tomates para comerlos maduros. 

Cuando se trata del cristianismo, todos nosotros hemos crecido con el tipo que se “compra en el supermercado.” Es el único que hemos conocido y nos hemos acostumbrado. Para nosotros, el cristianismo verdadero tiene el sabor y la apariencia al que nosotros nos hemos acostumbrado. Y cuando por primera vez nos encontramos frente a frente con el cristianismo genuino, primitivo, “del huerto,” no nos parece correcto. 

No tiene el sabor que deseamos. Y a no ser que seamos motivados por una profunda hambre espiritual, rápidamente lo rechazamos y volvemos a la gran variedad de cristianismo que se vende en los supermercados del mundo. 


Prepárate por una sacudida inesperada

 

Creo que la sacudida más grande para los evangélicos y protestantes es que cuando leemos los escritos de la iglesia primitiva, descubrimos que la Reforma no fue un retorno al cristianismo primitivo. Muchas de las doctrinas principales de los reformadores no cuentan con ningún apoyo en el registro histórico del cristianismo primitivo. 

De hecho, probablemente todos los que leen hoy los escritos de los primeros cristianos, encuentran que sus doctrinas no tienen apoyo en el cristianismo histórico, independientemente a cual denominación pertenezcan. Al mismo tiempo, todos encuentran que algunas de sus creencias son precisamente lo que la iglesia enseñaba en los primeros siglos. De hecho, algunos pocos grupos hallan que la mayoría de sus creencias son las mismas. Pero no es así para la mayoría de nosotros. Yo encontré que sólo la mitad de mis doctrinas concordaban con las de la iglesia primitiva. 

Pero ésta no es la única sacudida que recibimos. La mayoría de nosotros también descubre que los primeros cristianos no son para nada como habíamos imaginado. Es así porque hemos occidentalizado, modernizado, “protestantizado,” y acomodado a los apóstoles que llegamos a sacarlos fuera de su contexto histórico. Cuando volvemos al escenario de su vida real, encontramos un cristianismo notablemente diferente que el nuestro. 

Déjame aclarar. En primer lugar, verás que los cristianos del segundo siglo no tenían el conocimiento de la ciencia y medicina del siglo veintiuno. También descubrirás que la iglesia primitiva usaba la Septuaginta como su Antiguo Testamento en lugar del texto masorético. Y muchas veces también citaron de obras espirituales que la mayoría de nosotros nunca hemos leídos, como el libro de Enoc y la Sabiduría de Salomón. Descubrirás que ellos vieron en la ley mosaica varias verdades espirituales en las cuales nunca habríamos pensado. Y no sólo descubrirás que muchas de sus creencias y prácticas son diferentes que las nuestras, sino que también sus patrones de razonamiento son bastante distintos. De hecho, a veces su lógica no tiene sentido para nosotros. 

Pero quizá lo que nos ofende principalmente acerca del cristianismo primitivo es que era un tipo de cristianismo que crucificó la carne, en lugar de consentirla. Fue un cristianismo ya quitado del evangelio de hoy de la “creencia fácil.



BENDICIONES

FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com
Tomado del Libro: LOS PRIMEROS CRISTIANOS Y SUS ESCRITOS de David Bercot.

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