Sobre las ratas blancas y los hombres
En la universidad, nuestro profesor de ciencia cierta vez nos contó de un experimento con ratas blancas. El objetivo del experimento era proveer evidencia adicional para demostrar que los niños que sufren abusos o son necesitados emocionalmente, no aprenden tan rápidamente como los niños mejor privilegiados. Las investigaciones quisieron demostrar ese principio usando grupos de ratas blancas.
Los investigadores alimentaban con la mano a las ratas del grupo A y las acariciaban varias veces durante el día e incluso hablaban amablemente con ellas. Al contrario, no tenían contacto personal con las ratas del grupo B. Aquellas habían sido tiradas en una jaula y eran alimentadas a través de una puerta corrediza. Aproximadamente un mes después del mismo trato, era tiempo de ver cuán rápidamente los dos grupos de ratas aprenderían su camino a través de un laberinto.
Por tanto, los investigadores llamaron a un grupo de estudiantes de ciencia de la universidad. Ellos presentaron a los estudiantes los dos grupos de ratas y les explicaron las diferencias en el trato. Ellos les enseñaron las series de pruebas que los estudiantes someterían a las ratas. Entonces, los estudiantes comenzaron solos a conducir el experimento. Nadie se sorprendió que los estudiantes llegaran a la conclusión que las ratas del grupo A aprendieran más rápidamente que las ratas “maltratadas” del grupo B.
Pero luego vino la gran respuesta: todo el experimento era un engaño. Nunca existió dos grupos de ratas. Al contrario, hasta el día de la prueba del laberinto, todas las ratas habían permanecido juntas. Todas ellas habían recibido el mismo trato. Habían sido separadas en los grupos A y B sólo momentos antes que llegaran los estudiantes.
¿Por qué entonces los experimentos demostraron que el grupo A aprendió más rápido? Porque los estudiantes permitieron que sus prejuicios afectaran sus observaciones de las ratas. El verdadero experimento consistía en demostrar el efecto de las nociones preconcebidas. Y fue bien demostrado.
Del mismo modo que aquellos estudiantes, tú sólo estarás perdiendo tu tiempo si lees los escritos de la iglesia primitiva por medio de los lentes coloreados de tus nociones teológicas preconcebidas. Tus prejuicios le darán color a todo lo que leas. Por tanto, antes de leer, es esencial que pongas temporalmente todas tus creencias a un lado. Luego, solamente escucha lo que tiene que decir el registro histórico. Deja que tu mente retroceda al primer y segundo siglos. Respira en la cultura y en los patrones de razonamiento de aquel tiempo.
Cuando leas, recuerda que estos escritos no son un tipo de un “segundo canon.” Los puntos de vista personales y la idiosincrasia de cada escritor no es particularmente importante. Tu búsqueda será averiguar cuál era el entendimiento general de la iglesia primitiva en cuanto al Nuevo Testamento. En otras palabras, ¿cuál era el “curso de acción” de las primeras generaciones de cristianos?
Después que hayas leído lo suficiente de sus escritos y adquirido un buen sentimiento por su cultura, mentalidad y la totalidad de sus creencias cristianas, vuelve y lee otra vez el Nuevo Testamento. Léelo a través del patrón de pensamiento de los primeros cristianos. Descubrirás muchas cosas nuevas. Una vez que hayas terminado todo, si gustas, eres libre para volver y recoger todas tus antiguas creencias.
Pero quizá nunca lo harás.
BENDICIONES
FUENTE: www.laiglesiaprimitiva.com
Tomado del Libro: LOS PRIMEROS CRISTIANOS Y SUS ESCRITOS de David Bercot.
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